Alfredo y Ada vivían en la zona de los Castelli Romani, tenían sus viñedos y producían, de forma artesanal, su vino (siempre "bianco dei Castelli", como se le conoce en Roma). En el durísimo período de entreguerras y justo después de la Segunda Guerra Mundial, Alfredo, como tantos en su región, cogía el carro de madrugada y bajaba a la gran ciudad a vender sus vinos, de hostería en hostería. En 1946, uno de sus clientes puso a la venta el local (¡habia tantos en la zona!), en la Via dei Banchi Nuovi. Y Alfredo decidió comprarlo y trasladarse a Roma con su esposa. Allí tomaron las riendas de la hostería, allí nacieron sus hijos (¡Ada me enseñaba el lugar donde guardaba el cochecito de sus hijos!) y allí han pasado toda su vida. Anoche fue como si entrara en un mundo mágico, como si, al cruzar esta puerta, pasara de pronto, a través de un invisible túnel del tiempo, al mundo de las casi por completo desaparecidas viejas hosterías de la inmortal Roma. Por desgracia, Alfredo ya no está, pero Ada y su hijo Sergio, siguen al mando del negocio y te reciben en su casa con un cariño, un saber estar y una naturalidad, sin duda propios de otro tiempo.
Es una hostería como las de antes, donde no hay ni carta ni demasiadas elecciones a hacer. Alfredo lo explica con sencillez: "pocas cosas pero buenas". El vino es de su propia producción, tanto el "bianco dei Castelli" como el tinto (de Lanubio, del color de la cereza picota, intenso, con perfume de violetas y sabor de moras maduras, denso pero agradable), de la zona de donde, hace ahora 60 años, partieron a la gran aventura. De primero hay lo que hay y uno no elige. A mí me tocaron unos fusilli con sugo que estaban deliciosos. De segundo había varias posibilidades y ayer elegí un involtino con verduras, acompañado de unas costillitas de cerdo ("spuntature" se llaman aquí) y unas patatas guisadas con el sugo que queda de los fusilli. Los jueves tienen tripa y los viernes, pescado. De postres, te sirven unos delicioso roscos con azúcar, con la "condición" de que los mojes en el vino: ¡es la mejor forma de tomarlos!
Cenar en "Da Alfredo e Ada" (ahora ya sólo abren a partir de las 18 horas: la Signora Ada tuvo problemas de salud el año pasado y es cuestión de cuidarla) es como hacerlo en el comedor de su casa. Estás en la cocina, oyes la radio, ves la sala repleta de amigos y de conocidos. Con seguridad, a más de uno es la primera vez que lo ves, pero la atmósfera es tan especial y amigable, que te sientes como en casa y la charla entre mesas surge de manera espontánea y alegre. La Signora Ada te enseña sus fotos (me quedo con la del grupo de amigos, con Alfredo en primera fila a la izquierda, preparados, camaradas y sonrientes, para ir a comer pescado a Civitavecchia), Sergio se sienta a tu mesa y charlas un buen rato de los viejos viñedos, de cómo hacía su padre el vino y compartes con él esa mirada, entre el orgullo, la satisfacción y la añoranza, con que delata su amor y entusiasmo por los orígenes. A pesar de los problemas de salud de Ada, su mejor terapia es la de moverse entre las mesas, la de atender, explicar, charlar. Me quedo con la imagen de Sergio, mirando con ternura a su madre y apoyando la mano en la suya para atender a alguna explicación.Ayer empezaba a hacer frío en Roma pero cuando salí a la calle me sentía mucho mejor que cuando entré, sentía ternura por fuera y por dentro, por lo bien que había comido y por la enorme calidez que había recibido de Ada y de Sergio. Ahora sé, también, por qué mis queridos Fabrizio y Cris insistían en hacerme conocer este lugar (él, tan romano como es: el lugar le calza como guante a la mano). No me daban detalles pero decían "tienes que conocerlo, ¡te gustará!". El día elegido era ayer, pero les surgió un compromiso. Yo me decidí a buscarlo, solo. Lo encontré y os puedo asegurar que ha sido una de las experiencias más bonitas de mi vida viajera. Ellos, Ada y Sergio, me ofrecieron, en dos horas de cena, con generosidad y sencillez, la historia de su vida. Yo, con toda la humildad del mundo, intento devolverles algo a cambio, mostrando el lugar. Si vais a conocerles, viviréis algo mucho más importante que comer bien.
"Da Alfredo e Ada" està en Via dei Banchi Nuovi, n.14. Telf. 06.6878842.
Abren, de lunes a viernes a partir de las 18 horas. Cierran sàbado y domingo.
PS.i. El lema que da título a este comentario, lo pintó Alfredo en la pared principal de la hostería, hace más de cincuenta años. Es el lema de la casa: cuánta razón!
PS. ii. Las fotos BY tastingmenu.
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