Prosigue este "duro" fin de semana gastronómico en casa de unos queridos amigos, con una cena en que intercambiamos recetas y todos cocinamos para todos. Se trata de una fórmula sencilla pero muy reconfortante y eficaz, que repetimos con frecuencia. De primero, una delicadísima sopa de cebolla (en la foto by TravelerBill) hecha con la receta clásica de Carme Ruscalleda (Cuinar per ser feliç) . Ese sabor dulzón del caldo con la cebolla, el pan y el queso fundido (decidimos no poner huevo: ¡muchas fiestas ya!) contrastaron a las mil maravillas con un recién llegado gewürtztraminer de Sumarroca 2006. Servido a 9-10ºC (aunque lo empezamos más frío), con 11,5%, presenta un color oro muy pálido, con aromas de flor blanca, de uva moscatel y de pera tipo conference. Su acidez y el carácter jovial de su juventud nos ofrecieron un trago bastante largo y de buen equilibrio con la sopa de cebolla.
Este estupendo pescado necesitaba un gran blanco. Y decidimos que le hiciera la corte a uno de los vinos de que más se ha hablado últimamente, Ossián 2005. Se trata de la nueva aventura de Javier Zaccagnini (Grandes Pagos de España: Aalto) quien, al margen de la DO Rueda (es un vino de la Tierra de Castilla y León)
, ha sabido aúnar los talentos necesarios alrededor de la uva verdejo. Él mismo comentaba, ante los primeros comentarios hacia este nuevo vino, que por mucho que uno cate, para aprender de vinos blancos, no hay como hacer uno. "Beato tú que puedes", pensé yo. Y vaya si ha podido: arropado por viñedos de verdejo de más de cien años de antigüedad, montados sobre pie franco y, claro, prefiloxéricos, ha ido a buscar a un enólogo borgoñón (Pierre Milleman) de los que mejor sabe moverse en la construcción de blancos de guarda. Ésa es la vocación de este Ossián 2005, sin duda, que se presenta con 14,5% tras nueve meses de fermentación y reposo en barricas de roble francés de cuatro fabricantes distintos, con cuatro tipos de tostado distintos también y mezclando barricas nuevas con usadas (no sé con qué rotación y porcentaje).
El vino se presenta pensado también para la larga guarda: con una bellísima botella borgoñona de espaldas caídas (¡cómo me gusta que los bodegueros cuiden estos detalles!), un cristal muy tintado y de gran peso y un tapón de 48 mm, se trata de un blanco que nace en el interior de España gracias a la uva verdejo, sí, pero que tiene alma y vocación de gran blanco borgoñón. Yo lo compré por 17 euros en Lavinia. Unos pocos años y el afinado en botella lo acabarán convirtiendo en uno de los grandes blancos españoles. ¡Así sea!
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