16 d’abril, 2007

Estancias del Paladar: Ana Romero


En los días más tranquilos que preceden a la Pascua, siempre que podemos intentamos dar algunos tumbos por ahí. Los ejes de nuestros viajes suelen tener que ver, poco o mucho (mi familia lo aguanta estoicamente) con viñedos, con bodegas y, a veces, con pájaros (mi otra pasión). Y ésta ha sido una de aquellas raras ocasiones en que todo ha podido combinarse: Castilla-La Mancha ofrece muchísimas posibilidades, pero una de las más interesantes es la zona que limita al norte con el Campo de Criptana, al sur con el Campo de Calatrava, al este con Villarrubia de los Ojos y al oeste con las estribaciones de los Montes de Toledo, el embalse del Vicario y el primer curso sólido del Guadiana. Daimiel y sus Tablas se encuentran en una posición bastante central en esta zona y Las Estancias del Paladar de Ana Romero en esta última población (en la foto la entrada de la tienda), se erige, por lo que he visto estos días, en una de las grandes referencias del buen comer y mejor beber en la comarca.

Se trata de una tienda especial, de hecho es mucho más que una tienda: si bien es cierto que te recibe una gran sala (se trata de una antigua granja rehabilitada íntegramente para el uso que Ana le ha dado desde hace casi tres años) donde se encuentran todas las referencias de vinos de las tierras manchegas, también ofrece el local muchas referencias de otras zonas de España, un buen surtido de quesos manchegos, jamones, aguas y mieles. Junto a esta enorme sala, un rincón más acogedor, dispone ante nuestros ojos una selección de los más variados manjares enlatados, desde la tradicional perdiz en escabeche y el pisto hasta cuanto un buen gurmet pueda desear (de ésta y de otras zonas de España) para preparar un goloso pica-pica.

Mención aparte merecen otros rincones de esta Estancia: tras la puerta que véis en la foto se encuentra el sancta sanctorum de Ana, un lugar que cualquier amante del vino en España debiera visitar: una bodega especialmente climatizada que guarda una colección de vértigo de algunos de los mejores vinos del mundo, desde Yquems, Angelus, Barolos de Fontanafredda, Únicos, Ermitas, Vall-llachs... América, África, Europa, Oceanía...algunas de las mejores marcas de las mejores zonas vinícolas del mundo se encuentran reposando en este rincón de La Mancha de cuyo nombre conviene acordarse. Y os voy a decir algo que me impresionó: sus precios son pero que muy convenientes.
Ana tiene, además, una sala de catas profesional, con sus pupitres para cada catador, su luz sobre fondo blanco, etc., donde hace las presentaciones y cursos que animan uno de los foros más activos de la que es, sin duda, la mayor zona vitivinícola de Europa.

Ana, además de todo lo dicho, distribuye y tiene clientes en toda España, desde estrictos particulares a grandes restaurantes (en la zona y por todas partes). Por el brillo de sus ojos y por el cariño con que nos lo mostró, creo, con todo, que uno de sus rincones preferidos es esta lumbre, a la que acompañan algunas mesas y sillas. La última idea de Ana es la de ejercer de anfitriona en su propio local: uno elige la botella que más le apetezca, el picoteo que más le seduzca y puede disfrutar de todo ello, con un buen servicio de copas y de decantación, junto a este bello hogar.


Cuando salíamos de estas Estancias del Paladar de Daimiel (en la rotonda exterior, muy cerca del camino que lleva a las Tablas), y después de haber visto ya muchas cosas de la zona, se me ocurrió que lo que mejor definía a Ana Romero y a sus actividades era la Biblioteca de Alejandría. En ella se guardó todo el saber de la Humanidad, era el punto que iluminaba un vasto territorio que no se caracterizaba por ser precisamente ilustrado, un sitio donde disfrutar, aprender y deleitarse con el saber de los demás. Se me antoja que Ana es, en La Mancha y para el mundo del vino y de la alta gastronomía envasada, lo que la Biblioteca de Alejandría fue para el Mundo Antiguo mediterráneo: un foco de luz, de amistad, de cultura y de saber en la zona.

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