23 d’abril, 2007

Viento del Plata


La Argentina es tierra fundacional, tierra donde todo ha sido posible empezando desde la nada, tierra donde mujeres y hombres se ponen constantemente a prueba, tierra, como todas las fundacionales, hecha de agua y de fuego: desde la más austral Tierra de Fuego (paradójicamente rodeada de agua) hasta el delta del río de la Plata, el gaucho Martín Fierro, antes y ahora, cabalga para demostrarnos que es un país vivo, con enormes ganas, siempre, de superar cualquier dificultad. La siguiente etapa de nuestro viaje alrededor del mundo quería cambiar de continente, y escogimos, simbolicamente, este país hermano, donde agua y fuego andan cogidos de la mano.


Barcelona tiene, para nuestra fortuna, un buen elenco de restaurantes argentinos. Decidimos visitar uno de los más recientemente abiertos porque tiene un hermoso nombre, con recuerdos de La Plata, y porque sabía que su carta de vinos argentinos era, si no extensa, sí por lo menos representativa. Viento del Plata es un sitio acogedor, con luces agradables, decoración tópicamente argentina (fotos de gauchos, sillas de montar, palos de polo, rebaños en las paredes, pósters con despieces de vacuno) y el único problema (me hago mayor, lo reconozco) de un excesivo ruido entre mesas: los sábados por la noche suelen traer eso. El servicio de mesa y algunos camareros anduvieron algo nerviosos y desatinados, aunque hay que reconocer que, con local llenísimo, estuvieron atentos, con cambio de botella, a un cambio de copas entre el primer y segundo platos. El detalle se agradece. Los entrantes son los habituales y todo lo que tomamos estaba sabroso y rico: provoletas exquisitas con sus hierbas de monte bajo; verduras a la parrilla con su chimichurri ligeramente picante y empanadillas de cebolla y de carne.

Los segundos como es habitual, giraron alrededor de la sinfonía de las carnes: no todas, a lo que vi en la mesa, llegaron en su punto, alguna pasada de cocción y alguna algo fría, pero yo tomé un bife de chorizo de 200 gr (puedes pedirlo de 300 también), que estaba exquisito, en el punto de cocción que pedí (à point) y con unas patatas a la brasa de la carne, deliciosas. En los postres salió algún panqueque sólo correcto (¿a quién se le ocurre anegarlo con Cointreau sin flambearlo bien?), unas manzanas crujientes con helado de vainilla muy ricas (de hecho, era apple cramble a la inglesa) y macedonia de frutas de estación (lo que yo tomé), con su buena dosis de dulce de leche, perfecto.


En cuanto a los vinos, la carta presenta algunas de las bodegas más representativas de la Argentina, desde Trapiche y Flichman hasta Nieto Senetiner. Me decanté por esta última, mendocina y de las históricas (desde 1888), porque tienen varios monovarietales de malbec a disposición (conste que yo llevaba entre ceja y ceja tomar algo con bonarda, pero no tuve suerte). Tomamos los entrantes con un Benjamín Nieto 2006, el vino joven de la casa, monovarietal de malbec, con 13% (12 euros), que llegó algo caliente a la mesa, aunque se remedió enseguida. Capa media, color de cereza picota a medio madurar, ligera fruta roja madura, rica, casi compotada en nariz y un paso agradable por boca aunque algo rústico en sus taninos. Posgusto con ahumados y algo de vainilla (tres meses de roble americano). Con algo de frío el paso por boca mejoró. Con los segundos, tomamos lo mejor de la noche: el Nieto Reserva 2004, 13,5% y 10 meses en barricas de roble francés (18 euros). Capa alta, menisco denso de un color rubí intenso, cereza picota muy madura, aromas de arándano negro compotado, también de ciruela pasa, con un paso por boca muy serio y de empaque, largo posgusto con recuerdos del humo de la lumbre recién apagada y pan de higos, un vino largo, sabroso y fiel representante de la mejor tradición de la malbec argentina. Acompañó de maravilla el bife de chorizo.




Restaurante Viento del Plata. C/ Valencia, 207. Barcelona. Teléfono 934514149.



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