16 de maig, 2007

Alma de Tobía rosado 2006



Bodegas Tobía, en San Asensio (Rioja alta) es un buen ejemplo de cómo reconducir, con paciencia, esmero y mucho trabajo, una tradición vitivinícola familiar basada en los vinos de cosecha y en el control de los viñedos ajenos. Oscar Tobía le ha dado un nuevo e importante aire a esta bodeja riojana y los buenos resultados van llegando. Me atrevería a decir, aún conociendo poco esta casa, que los vinos más mimados son los que constituyen la marca "Alma de Tobía". Y de entre ellos, ya conocéis mi flaca cuando empiezan los calores, me llamó poderosamente la atención su rosado.


Se trata de un rosado poco habitual, en la Rioja y fuera de ella, fermentado en barrica nueva de roble francés (22 barricas de producción para este 2006 recién salido al mercado: esta botella, la n.355) , realizado con el mosto que se produce por sangrado de la tempranillo (85%), mazuelo y garnacha (15% restante), con bâtonnage diario de lías (por un período que desconozco, pero que no habrá sido corto) y presentado con 13,5%. En mi opinión, se trata de un rosado que conviene no servir muy frío (10-11º C sería lo ideal) y que conviene abrir por lo menos media hora antes de su consumo.

Se trata de un vino que ya seduce antes de beberlo: su botella, de altas y erguidas espaldas rematadas por un fino cuello, gusta. En copa, ofrece el atractivo color rojo intenso del coral, cuando lo vemos todavía en su medio natural. Su movimiento es el propio de un vino joven, pero que tiene su grado y ha reposado en barrica: ofrece una lágrima sutil, pero persistente, y una cierta, cadenciosa, lentitud en su deambular.


En nariz, asoman suaves y matizados aromas de fresa madura, acompañados de toques de helado de frambuesa, con poca materia grasa. Cuando gana un poco de temperatura en copa, aparecen notas de caramelo de fresa (nada de palotes o de natas) y, en posgusto, unos leves dejes de amargor vegetal, de perfume de zarzamora removida al calor del verano. Su punto más fuerte, con todo, es su paso por boca: es un vino suave y delicado, con un tacto sedoso, casi de terciopelo en el paladar, al que no le pesa nada la madera y que te acaba regalando con unas notas de avellanas tostadas y de pastel de fresas de campiña inglesa, con su harina, su mantequilla y su azucar casi quemado (casi al estilo de un apple cramble, pero con fresones, como en la foto).

Su precio en tienda está entre los 12 y 13 euros. Digamos que en la galería de rosados hispanos, pondría a este vino entre los que más me han satisfecho últimamente, junto con Viña Aljibes, Bàrbara Forés y Pago del Vicario, aunque hay que reconocer que éste es un poco más caro (los otros se mueven entre los 5 y los 7 euros y no llevan madera).

Foto de pastel de fresa BY SunSirrah

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