12 de maig, 2007

Parrales de Santa Brígida



He pasado unos días de trabajo en Las Palmas de Gran Canaria. He vuelto entusiasmado porque hacía muchos años que no vivía una distancia mayor entre la imagen que uno tiene de un lugar (completamente distorsionada por el mito) y la realidad: una isla que, aunque vive del turismo, desborda amor por el terruño por sus cuatro costados; una isla que mima y ama la tierra exactamente hasta donde la "sed" del especulador le permite; una isla volcada con el cultivo y con la recuperación de la vid; una isla que necesita que voceemos a los cuatro vientos los secretos y cualidades que atesora, para que la gente vaya a conocerlas. Entre ellas, por supuesto, lo que allí todavía son parrales (¡qué bonita palabra!), extensiones moderadas la mayoría de las veces (pequeños viticultores, fervientes defensores y amantes de su tierra), de las variedades más y mejor cultivadas en la isla: listán negro y negramoll entre las tintas; listán blanco, malvasía y moscatel de Alejandría, entre las blancas. En la foto tenéis uno de los más hermosos parrales que conocí, de la Bodega Buenas Vistas, en Santa Brígida, rodeado de higos chumbos y palmeras, sobre un feraz suelo arenoso-volcánico. Una maravilla en el atardecer de la isla, de la que os iré contando algunas cosas en los próximos días.

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