18 de juny, 2007

Clio 2004 en Àpat


El restaurante Àpat se encuentra en pleno corazón de la izquierda del Eixample barcelonés. Yo había leído de él alguna referencia en mis blogs de cabecera, además de oído comentarios elogiosos de amigos y parientes que suelen recalar en él. Y le tenía ganas, la verdad. Confieso que la decepción, si no grande, fue apreciable. Supongo que mi error fue pensar que el servicio y la atención al cliente que va a la carta durante los mediodías serían los mismos que en la noche o el fin de semana. Y erré: los restaurantes que tienen pretensiones y cierto espíritu creador, los que intentan ofrecer una lista de vinos decente (como es el caso), tienen también que sobrevivir. Y durante los mediodías, en una zona de muchas oficinas, lo hacen gracias al menú diario. Y la cocina y el servicio están preparados y dimensionados para esa realidad. Y no para la de atender a unos "exigentes" clientes (ni una palabra de reparo salió de los labios de quienes comimos allí, conste), que quieren conocer los secretos de la carta y beber un buen vino. El resultado: largas esperas para el primer plato, mayores para los segundos y, lo peor para mí (claro) un servicio deplorable del vino. Yo tomé una sopa de guisantes con vieiras y caviar de arenque, sosa y con poca gracia (los guisantes sólo delataban su presencia por el color de la sopa); un bacalao del morro con pil pil de boletus y salteado de espárragos verdes (lo mejor de la comida, con un bacalao que se deshacía en la boca y se abría con gran facilidad) y una lamentable "tarta fina de manzana con helado de miel", que no era otra cosa que un pedazo de strudel, que no estaba a su temperatura adecuada y un cuenco, aparte, con dos bolas de helado de vainilla con miel.


Lo peor, con todo, estaba por llegar con el servicio del vino: mis amigos y yo queríamos un tinto con cuerpo y cierta contundencia. Ellos no conocían los productos de las Bodegas El Nido (DO Jumilla), y me decidí por el hermano "pequeño" de la casa, un Clío 2004, hecho a base de monastrell (70%) y el resto de cabernet sauvignon. Las copas no eran las adecuadas para este vino y, a pesar de esperar casi media hora para el primer plato, a nadie se le ocurrió decantarlo antes del servicio. Lo sirvieron directamente de la botella, con temblores de pulso y gotas por doquier, y dejaron ésta sobre la mesa, sin otra protección que nuestra mirada cariñosa. No entro más en el detalle del servicio, porque la persona que nos atendió no era, claramente, una profesional y se estaba ganando su sueldo para sobrevivir sin tener la menor idea de qué tenía que hacer con una botella de buen vino en las manos. Indigna escena de un restaurante que quiere situarse en el mercado barcelonés. Por lo demás, el caldo, que es bien conocido de los aficionados (buen detalle de Àpat es que no cargan el precio de la botella en origen: este Clío 2004 se puede comprar sobre los 27-28 euros en tienda y el recargo no superó el 30%), tras su aireación en copa, no defraudó en absoluto: un vino de capa media-alta, con un menisco del color del rubí intenso, casi cárdeno, y un ribete muy poco atejado; un vino con profundos aromas de la fruta madura (compota de grosella), con trazas de guinda macerada y especias (de clavo, de pimienta de cayena); y en boca, un vino de gran estructura, con un esqueleto enorme pero nada pesado (sus 15,5% declarados no entorpecen su degustación: buena acidez), con una madera perfectamente integrada y un larguísimo, eterno, posgusto en que destaca el café verde, antes de entrar al tostadero. A mí, lo confieso, me gusta más que su hermano mayor, con el que mis experiencias no han podido superar su exceso de alcohol.

Supongo que quien vaya a Àpat a comer su menú de diario (una buena lista de platos a un precio muy interesante) saldrá satisfecho. Supongo, también, que quien lo haga en momentos en que el servicio y la cocina se concentran sólo en la carta, también. Nosotros no tuvimos esa combinación y topamos, claremente, con la peor de todas. Creo que le voy a dar una segunda oportunidad.

La foto del restaurante es de Encantadisimo.

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