27 de juny, 2007

Martin Foradori Hofstätter


No os dejéis engañar: aunque este hombre lleve una botella de agua en las manos, por su sangre corre el vino y por sus venas, la mejor tradición vitivinícola de Italia, encarnada en los vinos y terruños del Südtirol / Alto Adige. Es Martin Foradori Hofstätter, propietario y enólogo de una de las bodegas, en estos momentos y por lo que llevo catado en los dos últimos años, mejores y más representativas de Italia entera, la bodega J. Hofstätter, de Tramin / Termeno. Me explico con brevedad: desde mi estancia en Roma, he conocido muchas bodegas y sus productos, desde las imprescindibles islas de Pantelleria y Sicilia, pasando por Nápoles, los Colli Romani, la Toscana, le Langhe y el Alto Adige y pocas poseen un catálogo de vinificaciones tan completo y con tanta calidad media como el que presenta Hofstätter. Gracias a la inciativa de Alberto y Leo (de Enoteca d'Italia, que conviene seguir a través de su blog), Martin estuvo en Barcelona dirigiendo una cata comentada de alguno de sus vinos.

Martin me impresionó: conoce absolutamente al milímetro su territorio, las condiciones de microclima de cada palmo del Alto Adige y cómo y cuándo conviene tratar variedades a un lado o al otro del río. Martin rechaza por completo la madera para los blancos, busca maceraciones mínimas y fermentaciones no muy largas y el resto, que lo haga la bondad de la fruta y el acero en grandes tinos. Para los tintos, busca la expresión máxima de la fruta, maceraciones prefermentativas mínimas, siempre fermentaciones a temperatura controlada con hollejos, poca o nula madera y cuando ésta entra en juego (en alguno de los grandes vinos de la casa, del que hablo enseguida), combina con sabiduría una pequeña estancia en barricas francesas y, después, busca el afinamiento, de nuevo, en grandes tinos de madera (de 3000 a 5000 litros). Martin lo explica todo con claridad meridiana porque tiene los conceptos muy claros y porque conoce al dedillo las virtudes de cada una de sus uvas: sabe bién qué partido sacar a cada una de elllas.


Todos los vinos que catamos pertenecen a la DOC Alto Adige y quiero destacar algunos de ellos: probamos, por ejemplo, un monovarietal de Pinot Grigio 2006, amarillo pálido, con tonos verdosos, un vino joven para tomar joven, muy mineral, con suave flor blanca en nariz y profundo y seco en boca; un Müller Thurgau 2006 (también monovarietal), amarillo muy pálido, con flor de geranio, ligero carbónico en boca y esqueleto más fino que su madre (la riesling); y un Gewurztraminer 2006, un vino del color del trigo maduro, intenso, fruta madura blanca con hueso, que te llena por completo la boca y los sentidos (con sólo un 5% de azúcar residual, compensado por un bajísimo PH). Completó la gama de blancos, la gran sorpresa de la tarde, pues no estaba previsto y Martin se lo trajo en la maleta: el Kolbenhof 2006. Se trata, sin duda, de uno de los grandes vinos blancos de Italia, un gewurztraminer en pureza y de pago, vinificado en seco (con 8 gr de azúcar residual) también en grandes tinos de acero, con una nariz de humo al principio, con un brutal arranque de flor de tilo, con notas de muscat y de pera madura, con un poco de carbónico en boca y un posgusto larguísimo, amargo y con atisbos de miel de montaña. Martin se quejaba amargamente: "es un infanticidio" decía (recién embotellado el vino), pues él sabe que hay que esperar no menos de dos años para que el vino empiece a mostrarse tal cual es en verdad.


De los tintos, se probó el Lagrein 2005 monovarietal (la variedad autóctona del Alto Adige), de capa media alta, con una fermentación muy ligera, sin madera, y brillantes notas de fruta madura, de fresón y cierto amargor, con taninos algo secantes; y un pinot nero del pago Meczan 2006, un vino de color rubí intenso, con cerezas en kirsch, taninos suaves y sedosos que, al decir de los restauradores en la cata, casaba a las mil maravillas con unos espaghetti al nero (¡¡¡lo probaré!!!). Con todo, la superestrella de la tarde, aquel vino que permanecerá para siempre em mi memoria gustativa (hasta la próxima botella que abra) fue el monovarietal de pinot nero de la tenuta Barthenau 2002, el tinto sobre el que se ha cimentado el prestigio de la casa Hofstätter. Procede la fruta de las viñas de San Urbano (en la foto superior), algunas de 1942, otras de 1962, algunas sobre pérgola, las otras en guyot. Se trata de un vino cuyo impacto olfativo y sensorial jamás olvidaré (no lo había catado nunca y quienes me conocen, saben que trabajo el tema de la nariz): quizás estaba algo caliente (por encima de 20 grados seguro), pero aún así, tiene una profundidad, una mineralidad y una primera presentación olfativa, de vértigo. Como todos los grandes tintos italianos que conozco, la extracción de colorante es media, casi tirando a capa baja, es de color rubí brillante pero no muy intenso en su menisco, con ribete algo atejado. A copa parada, es muy fragante, casi diría perfumado, con uvas muy maduras, bastante alcohol en nariz, lágrimas densas y poderosas en copa y notas de grosella sutil, de frutos negros del bosque en compota, de regaliz en rama y notas minerales (pedernal), casi de bosque de elfos o de cueva de hobbits. Es un tipo de pinot negro que hay que conocer, sin duda.

Fue un impresionante colofón a una sesión muy bonita, instructiva y muy intensa: gracias a Martin, Leo y Alberto por permitirme participar y gozar de ella. No tengo ninguna duda en recomendar que tengáis siempre en cuenta a esta bodega (que se comercializa en España a través de Enoteca d'Italia), tanto para un blanco de ocasión (el placer de abrir y beber en fresca y amena conversación, sin más) como para un tinto de profundidad, que requiere silencio, emoción y concentración para ser tomado.

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