Hagamos una primera parada en lo que es, para mí (¡y aquí, sí, que cada maestrillo saque su librillo!), la mejor pizzeria al taglio de la ciudad. Es muy céntrica, la Pizzeria Florida (Via Florida, 25), cerca de la parada del tram 8 y delante del área sacra di Largo Argentina: pizza de patata y funghi porcini; de mozzarella de buffala y tomate cherry; de flor de calabacín y anchoa (mi preferida, en la foto); pizza de salsicha...Una pasada a precio módico, de verdad.
Pero no sólo de pizza vive el hombre... Si dejamos la zona de Largo Argentina y "paseamos" por el Corso Vittorio Emanuele, toparemos con un museo del que casi todo el mundo pasa de largo, pero en el que una segunda parada se hace imprescindible: palazzo discreto (construido por Sangallo il Giovane en el Seicento), de tres pisos, sucio y de paredes tristes, el Museo Barraco esconde en su interior un tesoro. Se trata de una de las más emocionantes colecciones privadas de arte antiguo de Roma, la que el noble calabrés Giovanni Barraco construyó con tesón y pasión a lo largo de su vida, en el siglo XIX. Piezas maestras, selección de anticuario cuidadísima, que va desde el arte egipcio (3000 a.C.) hasta la Edad Media, con momentos mágicos, como los que proporciona, sobre todo, el arte griego de los siglos V a III a.C. (en la foto, cabeza de Venus).Papá, mamá, las dos hijas y el pizzaiolo que le echa los tejos a una de ellas, regentan este negocio que hace, para mí, la mejor pizza biancha (es decir, aquella que jamás piden los turistas: la masa de la pizza, sin más, con un poco de orégano y aceite) de la ciudad: una tercera parada aquí es muy reconfortante. La maravilla, además, es que a ratos, cuando tienen tiempo, abren la pizza biancha por la mitad y te la embuten con lo que más te apetezca (en la foto, con mozarella y jamón). Tienen unos pocos taburetes y una mínima barra acodada a la pared. donde puede uno recostarse, girar su vista hacia el mostrador y la puerta de entrada y, sin más, ver cómo la vida misma entra y sale a borbotones por la puerta: Roma en esencia, la Roma de la vida de cada día.
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