
Hace cierto tiempo tuvimos un debate sobre las catas a ciegas a partir de la experiencia que Quim Vila preparó para los miembros de ETB. Mis sentimientos fueron, por una parte, de agradecimiento por haber vivido una experiencia única y excitante y, por la otra, de confirmación de que las catas a ciegas no eran, sin dudarlo, mi forma preferida de acercarme al conocimiento del vino. No quiero ahora hacer apología del acercamiento "intelectual" a una botella de vino, pues me siento fundamentalmente epicúreo en esto (es decir, disfruto catando y conociendo vinos con la misma intensidad con la que lo hago adquiriendo conocimientos sobre los mismos, pero el objetivo primero no es saber más, sino disfrutar probando y, después, conocer mejor). Pero en la cena que he comentado en "Hotel 54", pasó algo que me hizo volver a pensar en el asunto: de entre la botellería, un amigo trajo una magnum tapada y propuso el consabido "juego" de "a ver quién la acierta".
No diré marcas en concreto ni nombres, por supuesto, pero de los presentes (gente con mucha experiencia en el asunto, doy fe) sólo oí dos personas que dieran con la zona y una, con la añada. Y se trataba de un DO Ribera del Duero, no especialmente desconocido por nosotros. La persona que lo trajo tenía claro que esa botella olía más bien poco a Ribera, por así decir, pero la botella ahí estaba y la cruda realidad, de nuevo, ante mis narices.
Y qué casualidad, E. Asimov, en su blog The Pour, volvía a sacar hace muy poco, después de esa experiencia, el tema. Y sus reflexiones me vienen perfectas para remachar mi opinión. Dice Asimov que "To make a crude generalization, those who without question favor blind tasting tend to believe all that matters is what’s in the glass. The method of tasting wine blind, without knowing the producer, is intended to narrow the area of evaluation to what’s in the glass." Yo no sé si generalizaría tanto porque he conocido gente que lo hace, sencillamente, para pasarlo bien incluso haciendo trastadas a quienes se atreven con la cata a ciegas. Pero sí tengo claro, como Eric, que en una cata a ciegas lo único que cuenta es el contenido de la copa y poner a prueba al catador. Y aquí voy a lo que era y es mi principal argumento (quizás la palabra sea demasiado "fuerte": no pretendo convencer a nadie de nada, tan sólo explicarme y explicar por qué no me siento cómodo con este tipo de catas) y, creo, el de Asimov: "It seems to me that when you remove a wine from its context" (es decir, cuando lo tapas y ocultas toda la información al bebedor en el momento en que se acerca al vino) " you are eliminating the conditions for understanding it properly. And if you insist that this context is irrelevant you almost insure that you will never understand the wine. It’s almost an anti-intellectual position. Obviously what’s in the glass matters. But I think the more knowledge you can bring to a wine, the better your understanding of that wine will be."Por supuesto, lo que hay en la copa es fundamental, pero si uno no tiene claro qué bebe (y con la experiencia del Hotel 54 ya tengo claro que eso sólo sucede a botella destapada) es imposible que entienda qué está bebiendo. La pregunta salta espontánea: ¿es imprescindible entender qué se bebe para disfrutarlo? Ciertamente no, pero entonces tanto la cata a ciegas como cualquier otra degustación a botella destapada se convierte, "tan sólo", en un puro ejercicio de hedonismo. No digo que esté mal, por supuesto, a veces lo he hecho y respeto mucho a quien se acerque al mundo del vino para buscar sólo eso. Pero yo, en general, busco otras cosas y parte de mi pasión por el vino consiste, también, en saber dónde se produce, quién y por qué y cómo lo ha hecho, desde cuándo, en qué circunstancias, cómo es su tierra, etc. Añado tan sólo que todo ello (por lo menos eso intento yo) tiene que ser hecho sin prejuicios, con humildad y acercándote a la botella sin apriorismos: sabes qué tienes delante, sabes de dónde viene, quién lo ha hecho, pero vas a catar. Y ahí no valen ni nombres ni zonas ni culturas del vino. El vino en la copa, tu nariz, tu vista y tu paladar. Si hubiera hecho eso con la botella de Ribera del Hotel 54, hubiera concluido que su productor busca algo especial con esa vinificación, pues ni en nariz ni en boca (y en eso coincidió plenamente quien aportó la botella) ese Ribera se parecía en nada a los 10 últimos Riberas que he probado más o menos recientemente. Y por supuesto, hubiera entendido antes el efecto beneficioso de las botellas de 1,5 l sobre un Ribera de Duero.
Porque si no, por lo menos yo corro el serio riesgo de que me suceda lo que me pasó por lo menos en dos ocasiones en la cata de Quim Vila: que a copa tapada no disfruté ni la mitad algunos de los vinos que descubrí que había estado probando, cuando se destaparon botellas e identidades. ¿Que tengo un problema? Pues seguramente sí, pero reconozco que me gusta tener más información que "sólo" la que me proporciona el contenido de la copa. En este sentido, no rechazo de plano (eso sería dogmático, y no creo serlo) las catas a ciegas, pero, como bien finaliza Asimov, "I am saying take them" (es decir, las catas a ciegas) "with a grain of salt. Do not award them an authority they don’t possess. Let’s stay humble about wine. Let’s be comfortably ambivalent rather than so sure of ourselves." Pues eso. E intentemos, como dice el chiste, que una cita a ciegas con el vino no se convierta "en la más desgraciada cita a ciegas que jamás haya visto."La foto de E. Asimov, de Brent Murray By NYTimes.com; el chiste By Indolent Files.wordpress.com.
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