
Estos días ando un poco bajo de moral, con un ataque suave y moderado de melancolía que, como canta mi amado Luca Carboni, "ha le onde come il mare, ti fa andare e poi tornare, ti culla dolcemente...". Hoy, exactamente hoy y a esta misma hora hace un año, tomaba el avión para dejar mi amada Roma. Fueron dos meses de intensa experiencia que cambiaron mi vida. Por si me quedaba alguna duda, Roma quedaba ya, en mi retina y en mi corazón, como mi ciudad para siempre. En ella quiero estar, en ella me quiero perder, en ella quiero vivir y, como tantos otros, en ella quiero morir y, por lo tanto, perdurar y ser recordado.No estáis leyendo un testamento, al contrario. Esto es un canto a la vida y a mi Roma, a la que hoy saludo y abrazo desde la distancia, suavemente mecido por las olas de mi recuerdo y de mi melancolía. Roma es un impacto visual constante, Roma es un descubrir permanente, Roma es una historia que no termina jamás, Roma es el crisol del mundo, Roma son sus olores interminables, sus vistas y perspectivas insaciables, Roma es ruido, Roma es tristeza y melancolía, Roma es vida. Si te adaptas a ella, si te integras, si alguna de sus cosas "malas" (y tiene no pocas) no te produce el rechazo fatal, Roma te enamora para siempre, te atrapa y no te deja escapar, te convierte en un cazador de sensaciones, de vivencias, en espectador y actor de una vida intensa, que no descansa jamás, que te absorbe por completo.
Puesto que esto es un canto a la vida desde Roma, en la distancia, y a Roma siempre se está yendo y viniendo, hoy, solo en casa, me he decidido por rendirle un pequeño homenaje. De la forma más sencilla, con una de sus pastas más emblemáticas y "pobres" (ah, la "cucina povera" romana!), me voy a zampar ahora mismo estos spaghetti "cacio e pepe". Hay que hervir los spaguetti (¡deshidratados!) y sacarlos del agua, sin cortar la ebullición, un par de minutos antes de la cocción. Se ponen en una sarten o cazuela baja, con un poco de pecorino rallado rudamente y, a fuego muy lento, se finaliza la cocción de la pasta en la cazuela, dejando que el queso se funda y añadiendo alguna cucharadita del agua con que se ha hervido la pasta. Se consigue así, al cabo de un par o tres de minutos, que la pasta se recubra de su característica cremosidad. Se sirve en el plato y, en ese mismo instante, se espolvorea pimienta negra al gusto, se mezcla y ¡a comer! Un auténtico pedazo de Roma en la boca.
No tengo hoy, en casa, ningún vino significativo dei Colli Romani o zonas limítrofes. Así que he pensado que un blanco italiano, con gran carácter y temperamento, hecho casi "a la antigua", le sentaría de maravilla a estos spaghetti. Sé que sonará a "matrimonio" algo forzado, pero creo que su combinación funciona muy bien con esta receta. Se trata del Bucciato 2004 de Ca' Rugate. Un vino que amo sinceramente y que, con 13%, ofrece un color de oro viejo, brillante y cautivador y un paso cadencioso en copa. Sus aromas a copa parada son intensos: una enorme mineralidad, casi de tierra mojada tras la lluvia; un heno maduro, muy amarillo, recién segado; una flor de acacia poderosa pero ya algo seca, casi mustia, configuran su carta de presentación, muy de otoño romano... En boca aporta una poderosa estructura, algo glicérica, casi densa pero acompañada de un gran frescor y de un posgusto enorme, larguísimo, en que destacan la pera muy madura, el moscatel, algo de miel de acacia y el recuerdo de la fermentación con hollejos al cabo de bastantes segundos. La cremosidad del pecorino dulcemente fundido con el agua hervida de la pasta y la contundencia de la pimiente recién molida combinan muy bien con el frescor reposado, algo glicérico, de este vino maravilloso. Por lo demás, al ser una botella de medio litro y no tener que conducir después de la comida, mi melancolía seguirá meciéndome dulcemente un rato más...Ayer mismo me di otra satisfacción: unos amigos me comentaban lo bien que lo habían pasado en uno de los restaurantes que había recomendado en mis notas romanas, Il Gonfalone. Y me di cuenta, con alegría, que tanto trabajo tiene también una bonita compensación cuando lo que escribes acaba produciendo en otros la misma satisfacción que te produjo a ti. Esto es lo mejor que te ofrece este cuaderno libre de anotaciones.
Termino. Si tuviera que quedarme con una imagen, con una fotografía, con una experiencia que resuma qué es Roma para mí, creo que escogería el extraordinario grupo escultórico del Laocoonte en los Museos Vaticanos. En él se funden el amor de los Romanos por su historia y por su tradición (su descubrimiento y posterior impacto daría para una novela); en él se condensan la fuerza absoluta de la mano sabia del escultor con el texto que le inspira (Virgilio) y en él se viven (no hay más que mirar los rostros de los protagonistas y la tensión de sus cuerpos) la tensión y la pasión que despierta Roma en mí.
"È caduta una stella, tutto si avvererà", canta Carboni. Que un cometa cruce pronto el cielo, que yo lo vea y que pueda pedirle un deseo que se cumpla...Ciao, Roma, stammi bene!
La foto del Largo Aventino (superior izquierda) by Lucfan; la de la vista desde el Gianicolo, by Simonluqa80.
La foto del Largo Aventino (superior izquierda) by Lucfan; la de la vista desde el Gianicolo, by Simonluqa80.



























