22 de gener, 2008

Domaine de Bellivière "Hommage à L. Derré" 2002


La muy bien presentada y casi exhaustiva información de la página web del "Domaine de Bellivière", propiedad de Christine y Eric Nicolas, me permite no alargarme mucho en detalles. Con parcelas situadas en cinco municipios en pleno centro / norte del "Pays Nantais", las denominaciones de origen a las que se acogen los Nicolas son Jasnières o Coteaux du Loir (presente sólo en 15 "communes") y ambas se benefician del afluente norte de la Loire, que es el Loir (¡no es un juego de palabras!). Diferentes terrenos, diferentes vinos para un rico catálogo donde dominan en exclusiva la chenin blanc para los blancos y la pineau d'Aunis (conocida también como la "chenin noir") para los tintos. Ésta variedad, una de las ancestrales en la Loire (en la bella foto, de los Nicolas), suele producir vinos de coloración media y gran fragancia.

Eric Nicolas (en la foto, también del Domaine), amante de que las cepas se defiendan solitas ante los "ataques" del exterior, decidió en 2005 pasar todas sus parcelas a la agricultura biológica. No conozco a fondo la casa, pero creo que lo biológico no trasciende a lo biodinámico y, por lo tanto, las prácticas en bodega combinarán varios estilos y la mecánica intervendrá cuando sea necesario. Despalillados los racimos, la uva se convierte en mosto y éste fermenta en depósitos abiertos durante un mes, con bazuqueo sistemático. Pasa sin filtrar a barricas (no se especifica la madera en la web) de un año, donde hace la maloláctica de forma natural y donde permanece durante un año. Sale con 13,5%, conviene servirlo sobre los 16-17ºC y en bodega aconsejan decantar una hora antes del servicio.


Ofrece una capa media, con un menisco granatoso y un ribete algo atejado. El vino no es especialmente brillante y limpio y, a ratos, casi parece una muestra de depósito (¡no ha sido filtrado!). A copa parada, asoman, antes que nada, bayas de pimienta roja, recién cogidas del árbol, junto con el olor algo dulce del clavo de especia y la nuez moscada. Siguen aromas de guindas en alcohol y de fruta roja de bosque muy madura. Es un vino de gran poder olfativo, sugerente, envolvente. En boca, casi por sorpresa (en visual nada lo delataba) surge un mínimo pero muy identificable carbónico (yo, como Manuel Camblor, tengo a mi santa que de vinos nada sabe, pero que tiene una nariz prodigiosa y una sensibilidad a flor de piel y fue lo primero que notó), junto con unos taninos algo secantes pero agradables, Su posgusto, muy largo, es tan fragante como su nariz: más aromas de pimienta, cayena y algo de laurel seco. Yo tengo muy poca experiencia con la pineau d'Aunis y no sé si describo lo que toca o no. Sí sé que describo lo que he notado y, además, sé que me ha gustado mucho. Junto con la bonarda argentina hace poco descrita, me considero afortunado por tener a mano monovarietales como éstos, que hablan de una uva muy identificada con un territorio y que huele y sabe a algo único, distinto y perfectamente identificable.

Que vivan las diferencias y la libre expresión de variedades y territorios y que acabe ya la parkerización de los vinos. Este buen vino se puede encontrar en Lavinia por 19 euros. No es barato, lo sé, pero creo que la experiencia merece la pena. Por ser atrevidos, en casa lo tomamos con una lubina salvaje, hecha al horno con su patata y su cebolla, y la pareja resulto de vértigo, afortunada de veras.

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