10 de gener, 2008

Igieia barbera d'Asti 2003


Guido y Rita Zampaglione son los propietarios de la Tenuta Grillo, en Monferrato. Situados en el corazón del Piemonte (bastante cerca de Alessandria) su trabajo en la viña y en la bodega y, por supuesto, en la botella, les ha conferido la etiqueta de portaestandartes de lo biodinámico en el norte de Italia. Son gente joven, que trabaja con pasión y con mucha ilusión, y poseen 32 hectáreas de terreno en pequeño altiplano (sobre los 300 m sobre el nivel del mar, en tierras de gran drenaje, con arenas y limos) de algunas de las uvas más características de la zona: dolcetto, barbera, freisa, entre las tintas, y cortese, entre las blancas (también trabajan, de las foráneas, la merlot).


Los comentaristas italianos (también alemanes, belgas...) han saludado con bastante alborozo sus productos y yo ya le tenía ganas a la Tenuta Grillo. Ahora puedo degustar sus vinos gracias a Enoteca d'Italia. Igiea 2003 (DOC Barbera d'Asti) es un monovarietal de Barbera, variedad con la que estoy bien familiarizado, tras las 400 muestras que probé en Alessandria. Esta gente hace ya una primera selección en la viña, hacen muchos muestreos y son capaces de pasar hasta tres veces por una cepa para recoger la fruta en el grado óptimo de azúcares y de alcohol potencial que quieren. Hacen largas maceraciones, fermentaciones (no lo explican pero lo deduzco yo: y si no, ya me corregirán!) también largas y a temperatura controlada y crianza (por lo menos será de 11 meses, calculo: esta gente quiere que sus vinos envejezcan bien) en grandes tinos de madera. El vino sale con 14,5% (en etiqueta: en la página web hablan de 15%) y conviene servirlo sobre los 16ºC. Tiene posos y sedimentos (no ha sido filtrado) y aunque para sus características organolépticas, basta con abrir la botella 3/4 de hora antes de su degustación, habrá quien prefiera decantar y dejar las "impurezas" (entre mil comillas) en la botella. A mí no me afectan y lo tomé tal cual.


Es un vino de capa alta, con un menisco casi impenetrable que llega hasta el borde de la copa, de color muy bello: una mezcla (según hagas pasar la luz) entre la violeta oscura, la guinda y el carmesí subido. Es un vino que huele a fruta negra de bosque bastante madura, a zarza y a zarzamora, es un vino seco y austero tanto en nariz como en boca, con pocas concesiones a la galeria. Su mineralidad es grande y me recuerda el olor del suelo de las bodegas que no han sido pavimentadas: tierra y oscuridad mezcladas con vino y madera. Sus taninos son secos, bastante astringentes y la acidez es evidente, pero al mismo tiempo, no notas aristas ni brusquedades ni pesa la madera: hay redondez y perfeccción en ellos. Su posgusto es enorme, de gran fuerza y prolongación, y te devuelve aromas de cerezas en alcohol y de sotobosque. En mi recuerdo de lo hasta ahora catado, se trata de uno de los mejores y más placenteros y auténticos barberas que he probado jamás. Un vino de concentración, muy serio, muy de la tierra (telúrico, le llamarían hoy algunos).

Su nombre debe su inspiración (aunque sea también el de una de las propietarias), supongo, a una de las hijas de Esculapio, Igieia (en transcripción del griego, Hygiè), en la foto superior, imaginada (quizás se le fuera un poco la mano, pero la representación es muy sugerente) por Gustav Klimt. Igieia era la personificación, en Grecia, de la Salud, así con mayúsculas. Al margen de estudios epidemiológicos movidos por intereses mil, no tengo la menor duda de que este vino, tomado con moderación, es Salud también con mayúsculas.

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