No estoy en esto del vino para hacer carrera o negocios, aunque no le giraré la cara a las oportunidades que me brinde, sean del tipo que sean. Estoy, sobre todo, por placer, porque me lo paso bien conociendo a gente, probando y descubriendo los vinos que en el mundo son, y sus comidas, claro. Tras mi reflexión en "voz alta", he seguido dándole vueltas al asunto y a su relación con el blog y con la escritura del vino, mientras bebía cosas que me apetecían mucho y sobre las que no diré nada (¡novedad!). Por azares, o no, de la vida, me mandaron sus editores (gracias, Sara! Y gracias, Franco, por tu iniciativa) dos ejemplares de la que creo es la mejor revista actual en el mundo del vino, The World of Fine Wine (WFW). Su número 28 (2007), lleno de noticias de interés (subastas en el mundo del vino), de reportajes de fondo (E. Avella sobre los champagnes de un solo pago; M. Schuster, sobre las diferencias de terruño en la copa), de artículos de investigación y erudición (espléndido J. Barquín sobre R.L. Stevenson y su relación con el vino) y de notas de cata alucinantes (sobre grand crus de Chablis; sobre Burdeos 2003...), lleva también no pocas reflexiones de grandes del mundo del vino. Ya se sabe...si el argumentum es auctoritatis, parece que suena mejor. Y dos de las afirmaciones que leí parecían, casi, compartir mis pensamientos. Sirvan, pues, para completar mis reflexiones del otro día y, de paso, para explicaros para qué sirve, entre otras muchas cosas, tener WFW a mano.Sobre la hora y condiciones en que me gusta catar, bastante cachondeo se ha levantado ya entre mis amigos como para que abunde en ello. Pero faltaba por decir, claro está, que una cosa es catar y la otra beber vino. Y los lectores de este blog y los amigos con los que como de vez en cuando saben de sobra que lo que más me gusta es beber al tiempo que intento combinar, cocinando yo o no, el vino con la comida. Y Hugh Johnson (alma mater de WFW, en la foto superior) daba en el clavo cuando, con su habitual elegancia, concluía su "coup de coeur" (pp.45-46 de este número) afirmando que "I just don't have enough meals in a day, and wine without food is a half-told story". Ésta es la razón por la que mi blog lleva el título que lleva y por qué creo que un grupo de cata organizado no es lo mismo que un grupo de buenos amigos y amigas que se reúnen para comer y beber vinos, al tiempo que los comentan. A mí me interesa el vino porque antes me interesó la cocina y lo uno sin lo otro es, eso, "una historia a medio contar".
La otra reflexión es de alguien a quien respeto también mucho, Terry Theise (sobre su "Theise Manifesto" hablaré en otra ocasión, pronto; sus catálogos y selecciones son pura delicia). El título de su artículo en WFW 18 (pp.128-31) inspira, incluso, al de esta nota: "The Fun Principle and why it runs from us". Describe en él sus sensaciones tras 30 años de intensa relación con el vino. Su tesis casi da miedo: "I start to wonder whether the longer we drink wine, the less fun we have with it". La saturación es mala compañera, sin duda, asociada al ejercicio del placer. Y su conclusión, para mí principal, relacionada con la intensidad que el vino te exige cuando tienes que hablar con él y, después, hablar y escribir de él, ha sido reveladora y muy coincidente con lo que llevaba en la cabeza: hablando de una botella de Muskat tomada tras dos días de trabajo intenso y absorbente, en la cima de una montaña, sólo con él mismo y con el vino, dice que "the wine was perfect, the moment was perfect, and it was perfect because the wine was content not to occupy my whole attention, but rather to keep me company". Diana en ambos casos: el vino sin sus comidas se queda en historia a medio contar. Y se convierte en una auténtica fuente de placer cuando te acompaña sin absorberte por completo. Si esto sucede de vez en cuando, pues tampoco está mal, añadiría yo: la pasión sin intensidad y absorción plena a ratos, es menos pasión. Pero si la búsqueda de todas las características de lo que estás bebiendo te domina de tal forma que te obsesiona, déjalo, y dedica un rato a buscar buenos vinos que te ofrezcan su compañía sin pedir grandes cosas a cambio y, además, te den placer. Ni más ni menos.
Ése es, en mi opinión, el hilo conductor fundamental de WFW y lo que he encontrado a raudales en la revista: placer. Placer en la lectura de viajes alrededor del mundo del vino; placer en la descripción de los vinos que acompañaron a Stevenson y a sus personajes a lo largo de su vida; placer en la descripción de los efectos del terruño en dos vinos del mismo elaborador y distintos terruños (Domaine Dujac, ni más ni menos), etc.; placer, además, para quien ama los libros y las publicaciones bien hechas, bien presentado y mejor fotografiado, compaginado con elegancia y sensibilidad. WFW no sólo es una revista grande por su contenido, también lo es como objeto de belleza y fuente de sensaciones placenteras. Los editores de WFW ofrecen ahora a través de este blog una condiciones muy favorables para quienes quieran suscribirse a la revista: un 15% de descuento sobre el precio de salida, que incluye los gastos de envío. Ya sabéis que yo de esto no saco más que el placer de haber leído la revista, aprender en ella un montón de cosas, haber encontrado argumentos que servían para apoyar lo que llevaba en la cabeza sobre la relación entre el placer y mis vinos y, además, poder explicároslo. No es poco.






























