19 de maig, 2008

Maximin Grünhäuser Abtsberg Superior 2005


A estas alturas de mi vida en común con la riesling no me voy a poner a presentaros a la bodega Maximin Grünhaus, propiedad de la familia von Schubert. Situada en un brazo del Ruwer (Mosel-Saar-Ruwer, pues, ya Ruwer), la bodega explota en monopolio uno de los montes viníferos más importantes y de calidad de Alemania: el formado por los pagos de los Hermanos, "Bruderberg" (la tradición, monástica, arranca de la Edad Media), de los Señores, "Herrenberg" y de los Abades, "Abtsberg". Viniendo la tradición de la iglesia, a nadie extrañará que las cepas más privilegiadas produjeran el vino para los padres abades. Este riesling superior 2005 Abstberg es una de las máximas expresiones de la casa, en sus vinificaciones en seco. Me quedaba una botella, tenía necesidad de un poco de paz espiritual y me dije: "ya que no me puedo largar dos días a Poblet, ¡¡¡que vengan los abades a mí!!!". Y abrí la botella. En esta ocasión, pues, literalmente la montaña (de los abades!) vino a mí. Menudo privilegio.

Éste es uno de los grandes rieslings secos. En un año complejo, en que la vendimia vino precedida de una poderosa granizada y de un tornado que arrancó árboles centenarios, a la que se abrió el cielo y las condiciones fueron propicias, se vendimió a toda prisa, a partir del 10 de octubre y en dos semanas. Uvas protegidas por San Maximin, sin duda, que tienen las características habituales de este pago, aunque algo matizadas: 11,5% para un vino que se puede consumir sobre los 10-11ºC, con hidrocarburos muy suaves, un mínimo carbónico (en boca, no en visual), un color de trigo casi en sazón, leves aromas de fruta blanca madura, de pera limonera y de heno cortado. Su gran punto, con todo, llega en boca, donde este pago se manifiesta con su gran esplendor (ahora mismo, más incluso que en nariz): un volumen y un cuerpo, una estructura, alucinantes, pletóricos, sí, pero ligeros al mismo tiempo como la brisa sobre el Ruwer cercano. Te devuelve un largo posgusto vegetal y, también, de membrillo, de parmesano y de polvos de talco. Fruta, fineza, pero sobre todo, cuerpo, estructura con paso ligero, esto es Abtsberg. El vino lo tomamos con una deliciosa merluza de palangre como a mí más me gusta, enharinada y frita. Qué maravilla. Tanto este vino (sobre los 25 euros), como su primo hermano (Abtsberg riesling Kabinett 2005, sobre los 14 euros) los distribuye Vinialia.

La foto de los viñedos procede de Winepage.

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