30 de maig, 2008

Pasaron las doradas...














Como cada año, pasaron las doradas salvajes cerca de nuestras costas y como cada año, compramos en casa algún que otro ejemplar, que siempre anda sobre los tres kg. Por desgracia, los acontecimientos no nos permitieron disfrutarla en su momento: no hay como tener la cámara de tu pescadería de confianza a disposición para que pueda uno comprar lo mejor, dejarlo a buen recaudo allí y recuperarlo en el momento que apetezca tomar ese producto. Esto pasó, en efecto, unos meses despues de la captura, pero os puedo asegurar que el resultado fue tan satisfactorio como siempre: preparada para ir al horno (ligeramente decapitada, ¡lo siento!, porque era un enorme ejemplar y nuestro horno da para lo que da), dispusimos, en el mismo azafate para el horno, unos cuantos kg de patata y de cebolla cortados gruesos y los tuvimos media hora con su aceite AOVE, sal y orégano. Tras eso, empezó la cocción de la dorada, sin más adornos que la patata y la cebolla, la sal, algo de aceite y un mínimo de pimienta. Una hora larga para una pieza de tres kg, fácil de controlar: los cortes que practica la pescadera para el horno bastan para saber el punto exacto de cocción de la carne. El resultado, como siempre, es muy sabroso y de fuerte impacto gustativo: la carne de este tipo de doradas es entera y de gran personalidad, sabe a lo mejor que se arrastra por el mar y, en este caso, sin otra cosa que la patata y la cebolla, hum....

Para acompañar la untuosidad de estos ingredientes, ofreciendo al mismo tiempo, el frescor y el carácter vegetal de un vino blanco de raza (gran contrapunto para la patata y la firmeza de la carne de la dorada), no hay nada como una variedad autóctona del noroeste peninsular: podía haber sido una godello o una verdejo, sin duda, pero cayó un monovarietal de albariño, al que tenía ganas de hacía ya tiempo: un Nora da Neve 2005 (13% y una temperatura de servicio sobre los 11-12ºC). Viña Nora es una bodega reciente, afincada a la vera del río Miño, con 15 ha dedicadas a la albariño y con dos marcas, Peitán y Nora da Neve. La primera no lleva crianza y la segunda, la que elegí, pasa por siete meses de roble francés. La botella no es barata (sobre los 20 euros), pero merece mucho la pena, pues reúne, en un solo cuerpo, las cualidades de una medida crianza en blanco con las del frescor y carácter varietal de la albariño: posee un color amarillo intenso, pero con reflejos verdosos. Es denso, en copa, casi glicérico, y arroja suaves pero inconfundibles aromas de heno y de suave musgo. Su paso por boca es portentoso, sedoso pero con el frescor algo decadente de una manzana golden madura. Para ser un albariño "joven" (aunque con crianza), ese trago es, sin duda, uno de sus momentos culminantes. Tras media hora en copa y con algo más de temperatura, los aires de primavera que emana el vino son espectaculares: hierba segada y mojada, flores blancas, humedad. Tardé en conocer este albariño pero mereció la pena, de veras. Su armonía con la dorada fue completa.

Pasaron las doradas del 2007, sí, pero su recuerdo queda asociado ya en mi mente a este estupendo Nora da Neve 2005.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada

Kagami y Rita

Escribo este texto el domingo 12 de mayo de 2019. No sé cuándo lo publicaré (al final, ha sido el 8 de diciembre de 2025, sic) pero quiero d...