Un día feliz es tener una jornada laboral o personal lo suficientemente desastrosa por la mañana y, digamos, hasta el mediodía. Es poder decir "basta" y salir de casa al buen tuntún, sin tener la menor idea de dónde te llevarán tus pies. Es acabar en aquella salida natural de las aguas hacia el mar (cuando llovía en Barcelona, claro) que es la Rambla de Catalunya. Un día feliz es dejarse engullir y llevar por la corriente humana, siempre cálida y divertida, que transita por esa rambla. Es saber salir de la corriente a tiempo, parar en el mercado de la Boquería y como quien no quiere la cosa, acabar arrambando un rinconcito donde Pinotxo. Un día feliz consiste en que a uno le apetezcan unas legumbres y te propongan, por ejemplo, la fastuosa ensalada de la casa, con bacalao, lentejas, pimientos, tomate y su aderezo. Un día feliz es que el cava que pides para acompañar a la lenteja (qué estupenda combinación) salga redondo: un Torelló brut nature fresco, jovial, con burbuja fina, cremoso en boca...Un día feliz consiste en escuchar a tu cuerpo y oir qué te pide para rehacer su esqueleto emocional. Es pegar la hebra, en la mesilla alta del Pinotxo, con una pareja de ancianos que, ni cortos ni perezosos, piden otras dos copas de cava, sacan un azafate del bolso con fresones cortados y se montan, in situ y ante ti, un fantástico postre echando la fruta en la copa. Un día feliz es pagar las copas de cava de los abuelos sin que se enteren y no quedarse a mirar su cara cuando van a pedir la cuenta.
Un día feliz es reincorporarse a la corriente y seguir dejándote llevar otro trocito, justo hasta poder salir al otro lado de la rambla, para atravesar el Call de Barcelona, en dirección al barrio viejo de los pescadores de la ciudad: Santa María del Mar y la Barceloneta. Un día feliz consiste en decidir que lo que tu cuerpo necesita es terminar con algo dulce en plenitud: ¿A alguien se le ocurre nada mejor que la coca rellena de crema quemada de Vilamala? Un día feliz es pensar que el mejor lugar donde comerla, servida con un buen vino, es La Teca, de los hermanos Vila. Un día feliz es regalarse con la coca junto con una copa de buen oporto de Niepoort, por ejemplo un LBV del 2001: suave color violeta, lágrima intensa pero delicada, aromas de melocotón maduro, de tapenade, de cereza madura, de almíbar ligero con piña y una punta de café torrefacto. Un día feliz consiste en terminar la jornada en Vila Viniteca y agenciarse con un Vintage 1997 de Gilbert's; con un Nora da Neve 2005; con un Finca Sandoval del 2006 y con un buen champagne André Clouet N.V., de Bouzy. Un día feliz es llegar a tiempo de disfrutar la primavera que explota en Barcelona (días radiantes, tras la lluvia y el viento). Un día feliz termina con la reconciliación entre cuerpo y alma, con la recomposición de tu puzzle emocional y con el sentimiento, qué caramba, de que esta ciudad, con todos sus defectos, merece mucho la pena ser vivida.La foto de la ensalada de lentejas y bacalao aparece por cortesía de su autora, elenarendezvous, quien ha tenido la amabilidad de mandármela: ¡gracias! La de la coca de Vilamala, By Encantadísimo.
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