Tomo prestado el título de mi primera entrada desde el nuevo piso de un disco catártico de mis amados Crosby, Stills & Nash. Uno tiene ya una edad y sus referentes, incluso, se remontan a la época de los Flying Burrito Brothers. En fin...jamás hubiera pensado que tardaría tanto en publicar una entrada. Una semana entera sin escribir, una semana tremenda en la que, claro, uno bebía y empezaba a disfrutar de la nueva casa pero en la que, al final de cada día, sentía un cansancio tal, que le era imposible sentarse al ordenador y escribir nada sensato. Puede que hoy haya sido la primera noche en que he descansado de veras y me he dicho, al despertar, "de nuevo, la luz del día!". Y aquí estamos, para los pocos amigos y lectores que sobrevivan cerca de un ordenador y no anden desperdigados en vacaciones mil (¡bien merecidas!): se hizo de nuevo la luz y he amanecido con ganas de escribir.
Tomo prestado de un post anterior el collage alegórico que preparé para intentar definir el cava con el que brindamos la primera noche en la casa nueva: Celler Batlle 2000 de la casa Gramona. De los cavas catalanes de larga crianza (éste sólo se hace cuando hay buenísimas cosechas y pasa no menos de 7 años en la bodega: el 2000 ha salido al mercado hace pocos meses), Celler Batlle es el que más me gusta y con él nos estrenamos. Diréis, los lectores que lo conocéis (sólo se han hecho de él 15000 botellas), que es un infanticidio. Y os daré la razón: pero para mí era un símbolo y "sacrifiqué" una de mis botellas para hacer los honores a algo que nos ha costado tanto y tanto con otro algo, este cava, que aprecio sinceramente. Con mayoritaria xarel.lo, este es, casi un cava de pago, pues la uva procede de la viña La Plana. Es, ahora mismo, de un amarillo muy descansado, muy relajado, bastante transparente y, como todos los "Batlles", tiene una burbuja muy fina y persistente, muy delicada y pujante. Sus aromas son de gran juventud, frescos, con aires de melocotón de los que por aquí llamamos "gabachos / franceses" (de carne blanca, prieta y fragante), con puntas de hinojo, con ligeros toques de mantequilla y de cremosidad en boca pero con una estructura, con un esqueleto todavía muy livianos al paladar. Su posgusto empieza a evocar ya ciertos aires de bollería francesa, pero se nota que necesita años de guarda, en los que seguirá desarrollando los terciarios de su crianza y dando momentos de gran placer. Para comprar y para guardar.

De los otros vinos que he tomado durante estos días (ambos para comprar y consumir ya), me quedo con dos especialmente placenteros, aunque por razones bien distintas. Ambos, con todo (de hecho los tres que comento hoy), se dejan acariciar por la última sentencia del inefable Theise: "sólo los mejores vinos te dejan degustar el silencio", el silencio que provoca su presencia, el silencio y la discreción que acompañan a su creación. Poco ruido y mucho talento y tradición hay en este Josmeyer Gewürztraminer Grand Cru Hengst, vendange tardive, de 2001. Una de las mejores bodegas alsacianas mima su pago Hengst, del que saca impresionantes Gewürzt. y no menos grandes rieslings. Este vendimia tardía del 2001, con 12,5% y una temperatura de servicio sobre los 10 ºC, es puro, es delicado, es muy fino y te habla, directamente, a golpe de susurro. Agua de rosas, mango maduro (con su aire de madera), melocotón, con un punto de carbónico todavía. Es ligero también en boca, ágil y vivaz, y te regala con un posgusto de terpenos, de muscat y de pera de Puigcerdà bien madura. Llamadme loco pero este vino lo tomamos con un atún en ligero escabeche (si alguien quiere la receta, la daré muy gustoso) y el resultado fue muy atractivo.El tercer vino de esta nueva presentación es uno de los mejores albariños que tenemos el gusto de poder tomar por estos pagos. Solemos hablar con grandes halagos del Cepas Vellas, y con razón (aunque algún día diré algo de mis últimas sensaciones con su 2006) pero Gerardo Méndez ofrece un albariño joven, en su marca Do Ferreiro, que es, también, una gran fuente de placer y de felicidad. Si se compra en la tienda saldrá por unos 10-12 euros. En restaurante, según la suerte que tengas...yo no tuve mucha y la primera cena fuera de casa fue en El Suquet del Almirall, un restaurante a pie de paseo de la Barceloneta (mirando al Port Vell), con una discreta y bastante tranquila terraza. Allí, cenamos bien (grandes buñuelos de bacalao, con el tropezón entero en el corazón del rebozado; gran pan con tomate, coca de pan, vaya; buenas croquetas de pollo, dignas; fritos de pescado bastante ligeros y sabrosos; buenos mejillones y caracoles de mar), aunque los vinos salían por bastante más del doble que en tienda. Cayó el Do Ferreiro 2007, sin crianza claro, con 13,5% , con buen servicio de copa (Spiegelau) y de cubo con hielo y agua. Embotellado en febrero de 2008, es un vino jovial, que te habla casi en sonrisa, fresco y muy vegetal, con aires de manzana ácida y de musgo. Es distinto a otros albariños de gran calidad, en los que el acero les ofrece un aire más agresivo y mineral. Proporcionó otra nota para añadir al código Theise: lo dice la segunda pista del CD que DJ Camblor No tuvo la gentileza de regalarme (¡y con el que paso grandes ratos en el coche!), en su Pequeña Serenata Atemporal, "Happyness is so hard to find...". Pues eso, añadamos un último punto al Código Theise y hablemos, también, de aquellos vinos que, sin más, nos ofrecen momentos de silencio, de placer y de felicidad en nuestras vidas. Los tres que hoy reseño, sin duda, podrían acogerse a estos principios. Por lo que a mí respecta, y en este momento de la mía, así fueron, y así os lo explico.
Lo dijo Epicuro mucho mejor que yo: "el límite de la magnitud de los placeres es la eliminación de todo dolor. En cualquier lugar donde hay placer, y duranto todo el tiempo en que éste dura, no hay dolor ni pena ni mezcla alguna de ambas." Estos vinos producen placer y, en consecuecia y mientras duran, provocan ausencia de dolor y de pena. ¡No es poco!













