En los siglos XIII y XIV, una conmoción recorre el espinazo de la Península Itálica y el sur de Francia: ¿cómo hay que interpretar la pobreza predicada por Jesús con su ejemplo en las Sagradas Escrituras? La Orden de los Franciscanos, la más humilde y menor de todas, se encuentra profundamente dividida: los más ortodoxos, intransigentes, recalcitrantes, puristas, los Espiritualistas de la Toscana, liderados por el excéntrico Ubertino da Casale, defienden la pobreza no ya como medio de perfección, sino como un fin en sí mismo. Los gobernantes de la orden y los santos padres que vivieron la discusión consideran que la caridad, la humildad y la obediencia son la verdadera pobreza de espíritu, "aunque repartiese mis bienes a los pobres, si no tengo amor, no soy nada", se defienden, con Jesús (1Cor 13). !Quedaban así con las manos libres para hacer lo que quisieran con las riquezas de la iglesia y los votos de pobreza de las órdenes!En los primeros años del siglo XIV, los más cruentos de la batalla dentro de la Orden, Ubertino fue convocado a Avignon con otros jefes de los fratricelli para discutir ante el Papa las cuestiones en debate entre las dos partes de la orden. Expuso sus puntos de vista con gran vehemencia, descalificando con argumentos y claridad a todo el orden establecido. Acabó tal y como se pronosticaba desde hacía años, desde el momento en que empezó a predicar de pueblo en pueblo en su Toscana adoptiva: excomulgado, expatriado y acogido en Alemania por Luís el Bávaro. Los famosos fratricelli perdieron la batalla dialéctica, aunque siguieron "con vida", sometidos a las órdenes de sus superiores y del Santo Padre. Ubertino fue, siempre, un santo para ellos, aunque desapareció con rapidez de la Historia. Hasta que llegó Umberto Eco...O tempora, o mores en que la gente vivía y moría por discutir sobre la pobreza de Jesús y no por conseguir un Iphone...
¿A cuento de qué viene todo esto en un cuaderno de anotaciones sobre el vino, se preguntará el lector paciente que haya llegado hasta aquí? Me ha parecido que era una buena metáfora para proponeros, que explique con cierta exactitud qué va a pasar el próximo día 3 de octubre, a las tres de la tarde, en el Aula Magna de la Universidad de Siena. Convocados por uno de los "santos padres" del mundo del vino en Italia, Vinarius, las dos partes enfrentadas en la "Orden del Brunello" se verán, por fin, las caras en un debate público y abierto a quien quiera presenciarlo y unirse a él. Por una parte, el director de Villa Banfi Ezio Rivera (apoyado por el enólogo Vittorio Fiore), defenderá la posibilidad de que se modifique el reglamento de elaboración del Brunello di Montalcino para que se pueda, por ejemplo, introducir el riego asistido y, sobre todo, para que se puedan introducir "legalmente" variedades internacionales como la cabernet sauvignon, la merlot, la petit verdot o la syrah. Frente a ellos, debatirá mi amigo, el periodista del vino Franco Ziliani, editor de Vino al vino (uno de los blogs más seguidos del mundo vinícola italiano, es decir, del mundo), apoyado por el productor de Barolo Aldo Cappellano. Defenderán, sin más, la pureza del Brunello di Montalcino tal y como, hasta hace bien poco, pensábamos todos que se hacía: exclusivamente con uvas de la variedad Sangiovese de la zona de Montalcino. Mi corazón y mis argumentos están, ya desde el primer momento en que los análisis destaparon Brunellopoli, con los "frailes" que defienden la interpretación más estricta de la pobreza de Cristo y su ejemplo edificante...Ay, perdón, quería decir con aquellos que defienden la pureza del Brunello di Montalcino y el respeto por la tradición vitivinícola de este bello pueblo toscano. Y ello por varias razones:
1. Me parece una política de "pan para hoy, hambre para mañana" (en España, llamamos a esta manera de hacer y ver las cosas "de vuelo gallináceo") intentar hacer algo que "se acomode mejor a los paladares internaciones de hoy". Introducir las variedades internacionales en detrimento de una variedad autóctona es vender hoy y morir mañana. Se ha comprobado en muchas zonas del mundo donde hay variedades autóctonas apreciadas: lo que hoy funciona es darle el justo valor a las cosas propias de un territorio específico. 2. Si se internacionaliza el "coupage" (prefiero la palabra "ensamblaje", vaya), se pierde una de las señas de identidad agroalimentarias más características de la Toscana. Yo soy contrario a eso. Si quiero una gran merlot, me voy a Saint Émilion; y si quiero una gran Cabernet Sauvignon, a Graves; si quiero un gran ensamblaje con todas ellas, me paseo por el Bordelais entero; y si quiero la mejor syrah del mundo, subo a la barca y remonto el Ródano. Lo que es seguro es que no cogeré el coche para ir a la Toscana a buscar ese vino. A la Toscana, entre otros, iré a buscar Brunello di Montalcino hecho con Sangiovese, no con una ensambladura de CS, PV y syrah con un porcentaje de "sangre de Júpiter". 3. A la tierra lo que es de la tierra y al cielo lo que es del cielo: se sufre, se maldice, se llora, se reza si uno cree, pero la cepa tiene que vivir de lo que la naturaleza le da. Riegos en zonas donde la vieja cepa jamás ha conocido otra gota de agua que la de la lluvia, no. 4. Si los sabios del Disciplinario de la zona, han decidido que los paladares americanos necesitan otros aires en su Brunello di Montalcino, que se apliquen en los grados de maduración, en las técnicas de maceración y de vinificación, en las de envejecimiento, microoxigenación y reposo, pero que no me toquen la sangiovese en el nombre vano de un paladar de Ohio, por favor (con todos los respetos sea dicho). 5. Me parece muy feo, pero mucho, que algunas bodegas hayan hecho durante no sé cuántos años la trampa ilegal (según el reglamento) de mezclar variedades como las primeramente mencionadas con la sangiovese al amparo de la denominación Brunello di Montalcino y que, ahora que les han pillado, quieran defender la legalización de esa trampa, argumentando a favor del cambio del reglamento. ¿Acaso piensan que los consumidores somos imbéciles?
¿A cuento de qué viene todo esto en un cuaderno de anotaciones sobre el vino, se preguntará el lector paciente que haya llegado hasta aquí? Me ha parecido que era una buena metáfora para proponeros, que explique con cierta exactitud qué va a pasar el próximo día 3 de octubre, a las tres de la tarde, en el Aula Magna de la Universidad de Siena. Convocados por uno de los "santos padres" del mundo del vino en Italia, Vinarius, las dos partes enfrentadas en la "Orden del Brunello" se verán, por fin, las caras en un debate público y abierto a quien quiera presenciarlo y unirse a él. Por una parte, el director de Villa Banfi Ezio Rivera (apoyado por el enólogo Vittorio Fiore), defenderá la posibilidad de que se modifique el reglamento de elaboración del Brunello di Montalcino para que se pueda, por ejemplo, introducir el riego asistido y, sobre todo, para que se puedan introducir "legalmente" variedades internacionales como la cabernet sauvignon, la merlot, la petit verdot o la syrah. Frente a ellos, debatirá mi amigo, el periodista del vino Franco Ziliani, editor de Vino al vino (uno de los blogs más seguidos del mundo vinícola italiano, es decir, del mundo), apoyado por el productor de Barolo Aldo Cappellano. Defenderán, sin más, la pureza del Brunello di Montalcino tal y como, hasta hace bien poco, pensábamos todos que se hacía: exclusivamente con uvas de la variedad Sangiovese de la zona de Montalcino. Mi corazón y mis argumentos están, ya desde el primer momento en que los análisis destaparon Brunellopoli, con los "frailes" que defienden la interpretación más estricta de la pobreza de Cristo y su ejemplo edificante...Ay, perdón, quería decir con aquellos que defienden la pureza del Brunello di Montalcino y el respeto por la tradición vitivinícola de este bello pueblo toscano. Y ello por varias razones:
1. Me parece una política de "pan para hoy, hambre para mañana" (en España, llamamos a esta manera de hacer y ver las cosas "de vuelo gallináceo") intentar hacer algo que "se acomode mejor a los paladares internaciones de hoy". Introducir las variedades internacionales en detrimento de una variedad autóctona es vender hoy y morir mañana. Se ha comprobado en muchas zonas del mundo donde hay variedades autóctonas apreciadas: lo que hoy funciona es darle el justo valor a las cosas propias de un territorio específico. 2. Si se internacionaliza el "coupage" (prefiero la palabra "ensamblaje", vaya), se pierde una de las señas de identidad agroalimentarias más características de la Toscana. Yo soy contrario a eso. Si quiero una gran merlot, me voy a Saint Émilion; y si quiero una gran Cabernet Sauvignon, a Graves; si quiero un gran ensamblaje con todas ellas, me paseo por el Bordelais entero; y si quiero la mejor syrah del mundo, subo a la barca y remonto el Ródano. Lo que es seguro es que no cogeré el coche para ir a la Toscana a buscar ese vino. A la Toscana, entre otros, iré a buscar Brunello di Montalcino hecho con Sangiovese, no con una ensambladura de CS, PV y syrah con un porcentaje de "sangre de Júpiter". 3. A la tierra lo que es de la tierra y al cielo lo que es del cielo: se sufre, se maldice, se llora, se reza si uno cree, pero la cepa tiene que vivir de lo que la naturaleza le da. Riegos en zonas donde la vieja cepa jamás ha conocido otra gota de agua que la de la lluvia, no. 4. Si los sabios del Disciplinario de la zona, han decidido que los paladares americanos necesitan otros aires en su Brunello di Montalcino, que se apliquen en los grados de maduración, en las técnicas de maceración y de vinificación, en las de envejecimiento, microoxigenación y reposo, pero que no me toquen la sangiovese en el nombre vano de un paladar de Ohio, por favor (con todos los respetos sea dicho). 5. Me parece muy feo, pero mucho, que algunas bodegas hayan hecho durante no sé cuántos años la trampa ilegal (según el reglamento) de mezclar variedades como las primeramente mencionadas con la sangiovese al amparo de la denominación Brunello di Montalcino y que, ahora que les han pillado, quieran defender la legalización de esa trampa, argumentando a favor del cambio del reglamento. ¿Acaso piensan que los consumidores somos imbéciles?Por todas estas razones, y por muchas más que callo para no aburriros, si pudiera, el día 3 de octubre estaría con Franco y Aldo en Siena, para defender la pureza del Brunello di Montalcino, es decir, la pobreza de Cristo y, por supuesto, para ser expulsado por el santo padre de turno a las tinieblas exteriores del sacro imperio vinícola italiano con mis amigos fratricelli espiritualistas. Probablemente, lo mejor vendría después: buscaríamos un pequeño, buen restaurante que se encuentra en la parte baja de la plaza más bonita del mundo, tomaríamos una buena zuppa con el mejor pan y pediríamos, cómo no, una botella de las que pronto no habrá, de Brunello di Montalcino hecho sólo con sangiovese. La beberíamos como si de la sangre de Júpiter se tratara, claro está. Y pagaríamos con nuestro trabajo.
La foto de cabecera es de la "Vergine in Maestà, con Bambino, quattro angeli e san Francesco", de la basílica inferior de San Fracesco, en Assisi, de Cimabue. La sugerente foto (Montalcino se debate entre las tinieblas de la oscuridad y algunos trazos de color) es extraordinaria obra de Juan Carlos Butron.
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