El otoño es estación de tránsito, de cierto recogimiento, de un mucho mirando hacia el exterior (la belleza de según qué parajes lo pide casi a gritos) y de un poco (¡así lo veo yo!) hacia nuestro interior. El otoño es estación de plenitud, de frutos del bosque, de paseos, de hogar reencontrado y de renovado disfrute de vinos que los calores postergaron. Los amigos que habéis acudido a esta convocatoria de IEC #12, sin haberos dicho nada entre vosotros (creo), habéis dibujado un claro perfil vínico para esta estación. "Vinos para el otoño" es el subtítulo que todos hemos firmado y que ofrece el claro contorno de un cierto tipo de vinificación, hayan sido blancos, rosados, tintos o generosos los vinos aconsejados. Por todo ello, creo que IEC#12, no habiendo sido la convocatoria más numerosa, ha sido una de las más redondas, porque todos (¡incluso desde el Caribe!) hemos escogido una pequeña pieza para construir, en las mentes de nuestros lectores, este "puzzle" emocional y sensorial, que es el otoño a través de sus vinos.La Guarda empezaba con un Fuente Elvira 2004, un verdejo fermentado en barrica y suficientemente reposado en botella. El carácter de este vino, en sus palabras, anuncia a la perfección, qué será este otoño: "color dorado, limpio y brillante...complejidad...fruta aromática (albaricoque y lichis), mantequilla y frutos secos conviven con una, todavía, extraordinaria frescura...especiado, con recuerdos a hierbas aromáticas, a monte bajo. Notas amieladas junto a cáscara de cítricos o naranja glaseada...boca amplia, carnosa, con buenísima acidez, larga y sabrosa." No podíamos empezar mejor pero seguimos a un nivel parecido y con un vino similar: Vizcayno proponía un Organistrum 2005 de Martín Codax, un albariño también fermentado en barrica. Nos acogemos a las brisas atlánticas pero el vino muestra un carácter similar al anterior, con unos pajizos intensos y maduros, especias matizadas que le otorga la madera y algo que se irá repitiendo porque la estación, claro, lo pide y nosotros lo buscamos: "En boca, aunque esperábamos un aguijonazo de acidez, resulta mucho más redondo, embaucador, dulce con un ligero amargor final, como diciendo que quiere permanecer en el tiempo. Trago muy largo". La variedad de uva es la que es, pero la madera bien puesta le otorga un toque muy otoñal, si me permitís la expresión.
Adictos a la Lujuria suben un peldaño con su propuesta y se van a una de las cumbres de la enofilia hispana, Viña Tondonia Rosado crianza 1997. La apuesta de un rosado en este contexto era arriesgada pero ellos saben bién qué proponen: "un rosado con alma de tinto y de blanco a la vez, un vino de entretiempo y no precisamente de primavera, en primavera seria un vino fresco con poquitos meses en botella, y este viña Tondonia Rosado es un vino con historia, un vino del 1997, un vino de otoño". Es un vino único, sin duda, un rosado que es, todavía, joven a sus once años y que ofrece un paladar "potente, complejo, fruta roja, cítricos, especias, pimentón, albero, tierra seca, muchísimo equilibrio postgusto largo, mutante...". Extraordinario reflejo de cómo una gratificante juventud frutal torna en apacible inquietud otoñal. Dos vinos hispanos inician el panorama de los tintos: El Baranda nos ofrece una syrah en pureza (¡qué variedad tan de la estación!), la del Pago de Calzadilla 1999, VT de Castilla, en Huete (Cuenca). Se trata de un vino que, por su color (ligera teja), denota ya su plena entrada en madurez y que ofrece otros rasgos muy de la estación, "nariz limpia y sin defectos en la que muestra todo su potencial. Notas de cacao, torrefactos, carne y excelente bouquet. Elegante. Apuntes de hojarasca y monte bajo." Eso es pasear por el monte en otoño y oler a vino y, además, ¡qué bonita la palabra "bouquet", buqué (DRAE: "aroma de los vinos de BUENA calidad", ¡que viva la Academia!). Carlos, de Roco&Wines, completa la oferta con un atractivo Picea 650 2004, de Hacienda Ternero (Rioja burgalesa). Se trata de un vino de capa alta, con densidad y concentración de torrefactos, de taninos jugosos, de cacao y, por lo tanto, mucha presencia de madera. Me gustó sobremanera qué evocaba en Carlos esa copa: "La nariz me recordó al viñedo, me llevó a otros tiempos en los que tenía más contacto con la naturaleza, y con los minutos sumó notas cremosas e incluso algún lácteo a las comentadas anteriormente." Todos los vinos que evocan otoño en mis amigos muestran lazos sentimentales notables con la naturaleza. Y es que el otoño, sin duda, es el bosque hecho reclamo: ¡ay, si alguien hubiera sacado a pasear a Urbasa por aquí...!
Dos últimas aportaciones tintas nos acercan a dos países amigos, queridos por sus vinos y, cómo no, por sus extraordinarios parajes otoñales. Olaf, en Uno +, nos pasea por la Côte de Nuits, en Chambolle-Musigny, primero con un Pacalet 2004, de "nariz muy bonita, fruta roja fresca, muchas sensaciones florales...buena carga de especias como el clavo, la canela, nuez moscada...buena mineralidad y unos suaves tonos ahumados al fondo...buena acidez y un recorrido amplio, dejando un final bastante largo y especiado en retronasal" (¡qué grande es este Pacalet!); después con un Alain Burguet 2004, "más cerrado que el Pacalet, fruta más discreta y madura...madera mas intensa, ya que muestra bastantes notas tostadas y ahumadas." Si uno tiene paciencia, acaban asomando otras dos características muy de la estación: "interesantes notas de rosas secas y ese sotobosque otoñal...", junto con una cierta terrosidad. Borgoña es, sin duda, tierra de otoño ("Les Trois Glorieuses"), también en sus "vinos con esas notas de flores secas y de sotobosque que en ocasiones muestran...además, son vinos que suelen combinar bastante bien con una joya culinaria del otoño, ¡las setas! ". Olaf da en el clavo de nuevo: ¡los vinos de otoño tienen que combinar con esa explosión de frutos del bosque! Manuel tuvo que hacer un doble esfuerzo, y se lo agrazco públicamente: quiso superar la ley seca que, precisamente le impuso su médico durante los días de IEC #12; y, además, no le costó mucho vadear la evidente falta de estacionalidad del lugar en que ahora vive, ¡el Caribe! Manuel nos lleva a la Toscana donde sigue bien vivo el debate sobre la autenticidad del Brunello di Montalcino (parece que, ahora, el 60% se decanta por la autentuicidad), sobre los amaños en las variedades de uvas que se encuentran en sus botellas y sobre un falso debate tradición"-"modernización" (¡qué mayor modernidad que darle entidad a la uva de toda la vida, la brunello / sangiovese!). Los Col d’Orcia han sido vinos muy característicos de la sangiovese y aquí, más allá de las analíticas y las denuncias, sacan a relucir sus características fundamentales, algunas de las cuales también muy otoñales: vinos bastante cerrados a los que cuesta sacar su fruta; vinos terreos con cierta sequedad en boca; vinos de colores algo avaros y capa media; vinos que, al fin, sacan sus especias (canela, tomillo), su fruta algo esquiva y sus flores secas al final. Col d'Orcia DOCG 2003 y Riserva DOCG 2000 fueron los vinos. Ahí queda la duda, en el catador, en la empresa y en el lector, sobre si esto es sangiovese sin más o hay algún añadido de variedad internacional..."Faciamo finta di niente".
IEC #12 terminó en apoteosis. No de otra forma puede calificarse el vino con que Iñaki celebró la estación: el amontillado del Equipo Navazos que inició la ya mítica serie de La Bota de...Un vino y una botella a los que uno no se cansa de volver, un vino que es "una joya de color ambarino-caoba que te transporta a un viaje maravilloso. Llegar a casa, una copita de este vino para beber despacio, buena música de fondo…y el disfrute que te ofrece es bien satisfactorio." He aquí el espíritu de una estación, el otoño, que pide, quedamente, vinos con madera, poca o mucha qué más da, siempre que ésta se nos ofrezca con mimo, sin gritos tánicos ni dientes de serrucho, con calma y recogimiento; vinos con aromas a tierra, a flores marchitas, a hojarasca, con taninos de tacto agradable y bastante redondos, con fruta contenida y matizada. La selección de consejos de nuestros amigos así lo proclama. Yo seguiré haciéndoles caso y diré, de paso, que me encantaría que siguieran otras convocactorias estacionales: que este grupo, heterogéneo pero bien informado y mejor bebido, que es IEC, siga ofreciendo sus consejos estación tras estación. Qué gran homenaje sería ése a nuestra pasión, al vino. Casi se me olvidaba: ¿y mi vino? Mi vino ha servido para que yo haya escrito esta nota, tomando una copa a pequeños sorbos, y me haya sentido tan feliz como Bilbo Bolsón, con su panza llena y los pies bien calentitos: en el interior de su vivienda, en el corazón de la colina de los hobbits, al calor del hogar y contando historias sin fin a quien quiera escucharle.La primera foto es de Jeny Plante. La segunda ha sido hecha por AusInLA. La tercera me ha sido proporcionada por Mas Doix. La cuarta, la colina de los hobbits dibujada por Tolkien, procede de El Anillo Unico.









