Barcelona, 20 de noviembre de 2008
No pocas cosas aprendí anoche. Una de ellas, no la olvidaré jamás: un vino se prueba en un momento determinado de su vida (el vino, cuanto más natural, más vivo es y, por lo tanto, más evoluciona), en un lugar concreto, en compañía determinada, en una fase de la luna y de tus capacidades sensoriales... Cuanto más complejo es el vino, cuanto más te pide, cuanto más natural es, más se nota la influencia de estos y otros factores en el momento de abrir y degustar ESA botella. Cuanto hoy publico, pues, habla sólo de aquello que percibí de los vinos de la noche del 19 de noviembre del año de gracia de 2008. Hoy, más que nunca, me parece difícilmente extrapolable mi opinión más allá de lo que algunos afortunados pudimos probar porque noté, en muchos casos, que el vino era algo más vivo que nunca.

Siguiendo la tradición borgoñona, se probaron primero los tintos y, después, los blancos, con una “sorpresa” final, que estaba fuera del programa inicial, el vino 12+1. Cuando ves que alguien como el de la foto, Dirk van der
Niepoort, te tiende la mano y te dice “¿vienes a pasear y a catar conmigo por el más noble viñedo del mundo?”, ¿vas a negarte? Yo no, y ésta es la crónica del paseo que hicimos por el jardín de la Borgoña, sin movernos del Eixample de Barcelona…
1. Niepoort. Douro Charme 2006. 14%. Dirk es un amante de los vinos de Borgoña y un profundo conocedor de su alma. Intercaló en la cata alguno de sus vinos del Douro. Son vinos del Douro, por supuesto, y no esconden su condición, pero su forma de vinificar, el espíritu que les anima es, poco o mucho, el de la Borgoña. Añada caliente, ph alto, acidez baja, poder, concentración, Dirk comenta y le sale en francés, “très Bourgogne sans avoir PN!”, cuero, compota de cassis, capa media, cierta reducción que le agrada. Pigeage, vinifica con raspón, vino que empieza elegante y poderoso en nariz pero que empieza a caer al cabo de hora y media. Voté por él pero creo que Dirk lleva razón: su 2005 está más preparado para el envejecimiento. Éste 2006 está más para ser disfrutado ya y en los dos próximos años: sus primeros tres cuartos de hora son espléndidos.
2. Domaine Simon Bize. Savigny-lès-Beaune 1er cru Les Marconnets 2001 . 12,5%. 2001 fue una gran añada, casi como la de 1991. Vinificado también con el raspón, es un vino que muestra la cereza madura y bajo alcohol con una pureza extraordinaria, poderosa regaliz tras un buen rato en copa, tocino ahumado. Un poco decepcionante tras la impresión del primer golpe. Me digo que esto de esperar mucho de un vino antes de catarlo es un desastre...
3. Marcel Lapierre. Beaujolais Morgon 2006 . 12,5%. De Lapierre ya he hablado mucho últimamente. Es una de las grandes referencias de la borgoñona Beaujolais y su Morgon 2006 (con sulfitos, pocos) me gustó menos esta noche que su 2005. Empezó muy discreto y cerrado aunque fue evolucionando en copa, lenta pero firmente, acabando en uno de los buenos vinos de la noche entre los tintos, con un susurro continuo de frutos rojos del bosque, de suave mineralidad, de pimienta roja y de frescor. Muy Lapierre, muy gamay.
4. Jacques-Frédéric Mugnier. Nuits Saint Georges 1er Cru Clos de la Maréchale 2005. 13%. Una añada como para no echar muchos cohetes al aire en la Maréchale, el vino huele maduro, cálido, casi con fruta sobremadurada, mucha compota, aunque se va perfilando cada vez más y afianzando con un tanino corpulento, graso, intenso: “charnu”. No deja de ser un vino algo pesado en boca.
5. Domaine Leroy. Clos Vougeot 2001. 13%. Para mí, la mejor PN de la noche. Una gran añada para un Clos mítico y una bodega de culto. Poco me importa eso. Huelo el vino, pruebo y opino: respiro una nariz, un bouquet que me seduce por completo por su elegancia, por su fineza, por su firmeza al mismo tiempo. Vinificado también con raspón, me parece casi increíble cómo se puede conseguir esa combinación de elegancia, frescor, cerezas en licor, ciruelas casi pasas, calidez que no abruma ni pesa, amabilidad. Tiene un punto vegetal, es ligeramente terroso, con aires de hoja madura de tabaco rubio en la alta montaña y una madera absolutamente integrada ya en el vino. Un estilo único para un vino que, en mi opinión, fue el mejor tinto de la noche. Creció sin cesar en copa a lo largo de hora y media. Me la hubiera llevado a casa, vamos, y por la mañana, mientras redacto mis apresuradas notas, huelo todavía en mi paladar y en mi cabeza, el impresionante postgusto de este monstruo cariñoso y amable. Qué bien se deja beber y contar.
6. Niepoort. Douro Charme 2005. 13,5%. Dirk es un atrevido y para marcar un tremendo contraste, nos hizo probar su Charme 2005, que empezó muy distante de mi cabeza y mi nariz, y no solo por llegar tras el Leroy: aires de cucurucho de helado, decía Víctor; galleta de vainilla; chuches algo absorbentes, nubes de azúcar y taninos del raspón, proponían una mezcla que no me convenció. Fui de los que aposté en público por su hermano menor del 2006, mucho más borgoñón, creo yo. Este 2005 es mucho más douro y, ahí le doy la razón a Dirk, creo que tiene más corpulencia y estructura para envejecer mejor. Veremos…como todo lo que hace Dirk, hay que seguirlo con atención porque él es de los que aprende sobre la marcha: ensayo, acierto; ensayo, error y a seguir.
7. Maison Henri Boillot. Bourgogne 2004. 13%. En el microclima que hemos conseguido entre todos crear esa noche, el contraste de los blancos tras los tintos fue de lo más borgoñón, sin duda. Esa polaridad ofrece una mejor oportunidad a la chardonnay, que limpia de taninos la boca, refresca las papilas gustativas, reemplaza moléculas en la nariz y puede, finalmente, expresarse con mayor libertad. Empezamos con un genérico Bourgogne, probablemente con levaduras industriales, pero que al cabo de un rato en copa y, sobre todo, en postgusto, acabó sacando la fruta que llevaba dentro, manzana ácida, compacta frutosidad en boca, correcta acidez, gran frescor. Un buen intermedio entre lo que habíamos ya probado y lo que se nos venía encima.
8. Bernard Morey. Chassagne-Montrachet 1er cru Les Baudines 2004. 13,5%. Un Chassagne-Montrachet racial, corpulento, con una fermentación completamente hecha en barrica y un poco de reducción, tal y como le gusta a Dirk. Es un vino de gran austeridad pero rico, duro pero sabroso, casi graso en boca, con una mineralidad calcárea bien presente y un toque de frescor balsámico. Tiene una característica de la que nadie habla pero que noto en no pocos de estos grandes vinos que usan levaduras autóctonas: la levadura se expresa a través de un aire de legumbre notable. En este caso, el puré de garbanzos estuvo paseando por la copa un buen rato.
9. Domaine Leflaive. Puligny-Montrachet 2004. 13%. Éste fue uno de los blancos que me dejó algo sorprendido. Dirk dijo que estaba muy correcto y bien, pero yo creo que hubiera comenzado a disfrutarlo tras unas cuantas horas de decantación, que el vino no tuvo (¡creo!). Aires muy poderosos de gas, minerales cerrados bajo tierra millones de años, maiz ahumado, algo de azufre, tocino. Confieso que no lo disfruté como seguramente se merecía.
10. Niepoort. Redoma Reserva 2005. 13%. El Redoma 2005 de Dirk es un vino con una presencia amplia de rabigato y otras muchas variedades procedentes de una plantación centenaria. Hace muchos años, las cepas y las castas se plantaban mezcladas y aún hoy en día, cuando vendimias en zonas con plantas “ancianas” que, en teoría, son todas ellas de una sola variedad de uva, encuentras no pocas sorpresas. Los viejos del lugar te cuentan que era para que los vendimiadores tuvieran un instante de solaz y diversión. Yo creo que, en el caso que comenta Dirk, era porque el ensamblaje ya se realizaba en la plantación. Redoma 2005 procede de un viñedo muy alto (entre 500-800 m de altitud), con un mosto que arranca la fermentación (en madera 70% nueva) de forma natural. Y la acaba de la misma forma. 6,5 de acidez. Un vino sorprendente, graso en boca, con notas de frutos secos y de mantequilla y aires de acetato de etilo, que me recordó a la vigiriega y a aquello que ésta aporta a los vinos de Manuel Valenzuela en el Barranco Oscuro. Fue sólo al principio pero me lo recordó vivamente.
11. Maison Henri Boillot. Bâtard-Montrachet 2005. 14%. Vino potente pero elegante, con abundantes notas minerales y de tiza, flor blanca, sufrió un poco de su posición en la cata, entre Redoma y el otro rey de la noche, en mi opinión.
12. Jean-François Coche-Dury. Meursault 2004. 12,5%. Coche-Dury es un mito en Mersault y para los amantes de los vinos de Borgoña. Pero como siempre, los mitos están para catarlos y, si hace falta, decapitarlos sin más. ¡Ya avanzo que no fue el caso! Por las exclamaciones de la gente, creo que fue el chardonnay que más gustó de la noche. En mi opinión, tuvo sin duda la mejor nariz y postgusto, pero su boca está aún por ensamblar, y se mostró algo fugaz, deslavado a ratos, acuoso en sentido negativo, por afianzar. Su único “problema” son más años de botella y se mostrará con una misma nariz, aunque más fina (melocotón maduro, a ratos casi el recuerdo del mejor aguardiente con esa fruta), con esa potencia y acidez que le dará largos años de evolución, concentración y placer a raudales. Su postgusto y sus cítricos son algo espléndido. Sin duda, fue el blanco que más disfruté de la noche. 12+1: Niepoort Projectos Pinot Noir, Vinho regional Duriense 2006. 13,5%. Terminamos con esta nueva inquietud de Dirk: ahí es nada poner en marcha a tus mejores contactos en la zona, seleccionar clones de La Tâche, plantar esa PN en el Douro a su buena altura (sobre los 500 m creo recordar, quizás más), esperar diez años y sacar eso, una pinot noir duriense. Creo, en efecto, que es más PN que Borgoña lo que tenemos ahora en la copa. Un vino que tiene ese aire de violeta y de cereza, pero es más corpulento; que tiene trazas de frescor pero es bastante cálido; un vino de un bellísimo color (sí, ya sé que no hay que hablar del color, conste que lo he intentado) rubí poderoso pero capa media media, que me recordó no poco a alguno de los grandes PN del Südtirol (quizás más los de Alois Lageder que los de Martin Foradori Hofstätter, más borgoñones). Creo que hay mimbres para hacer un bonito cesto aquí, siempre que Dirk tenga claro (y lo dijo en alta voz: ¡sí lo tiene claro!) que el Douro no es el Rhône y que lo que hay que hacer (eso lo repitió mucho durante la noche) es escuchar a la viña para comprenderla. Después, actuar. Éste acabará siendo un gran PN del Douro, no un PN de la Borgoña adoptado en Portugal.

Este "paseo" singular, espléndido, tuvo lugar en
Monvínic, un local único, trasunto material del espíritu de su propietario, Sergio Ferrer-Salat. Es un espíritu inquieto y emprendedor, meticuloso y voraz conocedor, sí, pero que quiere aprender todavía más de cuanto se mueve alrededor del vino, aquí y en el mundo entero. Monvínic es, también, un enorme equipo de personas (¡en cantidad y en calidad!), de gente joven y muy preparada. Encabezados por Isabelle Brunet y Cesc Cánovas, tienen algo que les hace especiales y con eso me siento cómodo: saben mucho, sí, pero quieren aprender todavía más. Monvínic no es sólo un local de moda donde poder beber grandes vinos a precios más o menos razonables, además de ver y ser visto. Monvínic es mucho más: es un lugar donde estudiar sobre vinos, donde comentarlos y aprender de lo que te cuentan y oyes y, en la medida que puedas, aportar también tú algo. Saben mucho, tienen un gran catálogo de botellas y una rotación constante en los vinos por copas, pero lo más importante es lo que no se ve: están abiertos por completo a escuchar y a preguntar, a leer y a conocer más, a comprar y a probar, a compartir. Eso, claro está, tiene un precio, pero no para mí, que más que nada en la vida, valoro la posibilidad de seguir aprendiendo y creciendo en lo que me apetece conocer. Monvínic me da eso y tenerlo cerca es un lujo y un privilegio que no voy a desperdiciar.
Postscriptum.
Aforismos vínicos. Las sentencias, opiniones, aforismos vínicos de Kirk les llamaría, me sorprendieron durante la noche y, algunos, me encantaron, aunque no siempre los comparta. Ya se sabe, de gustibus, nil disputandum. Una muestra: 1. “Un poco de verdor en el vino es bueno”. 2. “Los vinos cuadrados, algo rústicos, son los que más le gustan”. 3. “Un poco de reducción me gusta en los vinos”. 4. “La oxidación del mosto es muy importante para el envejecimiento del vino y no tiene nada que ver con la oxidación del vino”. 5. “La fermentación puede con todo”.
Las fotos primera (by Pedro Lobo) y cuarta (by Verena) proceden de la web de Niepoort; la de Clos Vougeot, by smokinggoat.