28 de gener, 2009

Dos extremos que se tocan: Kieninger y Emilio Valerio


Me explico. Hoy voy a hablaros de dos bodegas, la una en el sur de España, Bodega Kieninger (DO Sierras de Málaga), la otra en el norte, Laderas de Montejurra (DO Navarra). Ambas tuvieron la amabilidad de mandarme muestras de su producción y tras mucho meditar sobre el tipo de vinos que probé, aquí tenéis mi opinión. Son dos extremos peninsulares que se tocan por varias razones: ambos practican la agricultura ecológica y no sé si son exactamente biodinámicos (algo de confusión suele haber en el uso de este adjetivo), pero buscan en sus vinos la máxima naturalidad posible. Creo que usan sulfitos añadidos, pero en todas sus actuaciones, intentan respetar al máximo el concepto de vino natural. Kieninger usa cepas francesas en uno de sus vinos, el Vinana (CS 57%; PN 29% y Merlot), plantadas en 2000 en el Llano de la Cruz (Sierra de las Cumbres) cuya primera añada en el mercado es esta 2007. Poca madera (sobre los seis meses ) y buena maduración para un vino que un amigo reciente llamaría "cuadrado": un vino de capa media con un corazón claramente partido entre la PN meridional (almizcle, aromas de raspón) y la CS más bordelesa (mucho pimiento verde crudo). Es un vino con cuerpo y estructura, potente y largo, de taninos algo salvajes y buenos verdores (¿vinifica con raspón Martin Kienenger? No lo he leído, pero no me parece del todo improbable). El otro vino que probé, su Sietevin, me pareció un peldaño por debajo de su primo, pero hay que seguirlo con atención porque sus variedades (Blaufränkisch y Zweigelt al 50%, austríacas) pueden dar buenas sorpresas. Es un vino muy escaso que muestra el podería de la fruta roja en la zona, de los brotes de grosella negra sobre todo y de las matas de zarzamora y espino cercanas al viñedo. Son dos vinos que se hacen beber y respetar, que hacen pensar y me dicen, como el que comentaré ahora, que el cultivo extremo, es decir el más respetuoso con la tierra y con la cepa, acaba dando siempre resultados de mérito.

Pensamientos parecidos me asaltaron, en efecto, al probar alguna de las muestras que los amigos de Laderas de Montejurra me pasaron. Si en el sur el cultivo de las viñas está certificado como ecológico, en Navarra lo está como Orgánico. Por ahí andan las cosas: proyectos jóvenes, vinos que quieren expresar, con las uvas que mejor se adaptan al terruño, la riqueza del lugar. La bodega trabaja en viñedos alrededor de Dicastillo (Tierra de Estella) y ha dado que hablar no poco en los medios (como Kieninger). Impulsada por Emilio Valerio pero con una poderosa tradición detrás, y mucha ilusión, están renovando por completo el concepto de sus vinos y aportando, directamente, una brizna de aire fresco a la DO. En efecto, este Emilio Valerio Laderas de Montejurra 2005 es un vino que va bastante a contracorriente de las modas en la zona, un vino fino podría llamarle. Es un vino sin afeites, puro, que se bebe con facilidad y agradecimiento: hecho con un ensamblaje de CS, Merlot, Graciano y Garnacha de cepas de 35 años, 11 meses de barrica de roble francés y reposado convenientemente en botella antes de salir al mercado, este vino es, también, algo cuadrado (definición van der Niepoort, vaya), un vino con aspereza auténtica, nada agresiva, con notas de pimiento verde asado, con grosella negra y con fruta sincera, en nariz y en boca. Es ahí, en boca, donde encuentro, todavía, un poco de falta de estructura, que futuras vinificaciones irán puliendo sin duda. Es un vino con 13% que se toma fresco y que hace pensar que esta gente está haciendo ya cosas ricas y bien hechas, sí, pero que lo mejor, sin duda, está por llegar. Dos bodegas a seguir muy atentamente, pues, por lo que ya son y más por lo que, con seguridad, ofrecerán en el futuro.

La foto del Emilio Valerio es de Paco Berciano.

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