Shanghai es el restaurante de los hermanos Kao (Josep Maria y Lluís) en Barcelona. Es uno de los locales de restauración chinos de referencia en la ciudad, con decoración muy clásica, ambiente algo apelotonado en su interior, pero acogida agradable y estancia placentera. Hace cierto tiempo nos reunimos en él unos cuantos amigos enófilo-enópata-gastrónomos y disfrutamos de una sesión que no olvidaré fácilmente. Tengo la suerte que uno de los asistentes hizo un relato muy competente de cuanto
comimos y bebimos, así que un servidor se puede concentrar, gracias al amigo, en los retazos de sus sensaciones. No he estado nunca en China, así que mis referentes de buena comida china son ingleses, americanos y europeos. Tengo que decir que es de los sitios donde mejor he comido, es caro realmente, pero la experiencia merece la pena. Creo, por lo demás, que si no te reúnes con 7 enotarados que miran cualquier cosa menos la parte derecha de las cartas, la cosa puede llegar a salir por un precio mucho más razonable que los 100 euros que pagamos
per caput (menos mal que mi santa no lee esto...si alguien se chiva, voy directo al infierno).

Por lo demás, los Kao son gente muy atenta y generosa: no sólo permitieron el aporte de botellas que no eran del restaurante, sino que nos regalaron una extraordinaria mágnum de Remelluri blanco del 2005 (de lo mejor de la noche: sobre los 12-14ºC en copa, una explosión de flor blanca delicada, de suavidad y madera bien conjuntada, fruta tropical, volumen en boca sin estridencias. Larga vida le espera a este 2005, si lo pilláis, comprad sin reparos). Me gustó sobre manera de cuanto comí: los dim-sum, muy delicados; la gran cantidad de verduras que aportan sus platos (espinacas, tirabeques, judías tiernas), siempre en su punto de color rabioso y de sabor exaltado; los fideos con setas, huevos rotos y aderezo de trufa (otro detallazo: la estrenaron con nosotros, cuando tenían otras abiertas). No sé si es un plato muy chino, pero estaba muy sabroso, mucho.

El pato laqueado es el mejor que he comido jamás: con la piel crujiente y un interior jugoso y tierno, el pato y sus ilustres y modestos acompañantes (las obleas y la salsa con soja, sésamo, aceite, quizás ostras y un punto de emulsión alucinante) hicieron las delicias de la mesa. Nos los zampamos, los patos, casi sin darnos cuenta y todo el mundo (creo que los restauradores también) lo considera el plato de referencia del restaurante. Me quedo también, ya para terminar, con el uso inteligente que hacen del gengibre en esta casa. Desde mis tiempos de lector voraz de la Sra. Blyton, las galletas de gengibre forman parte de mi esqueleto emocional. En el Shanghai me reencontré con la mejor tradición del uso culinario de esta raíz en Oriente. No por azar, claro, porque tiene reconocidas propiedades medicinales, estimula el estómago y el intestino y tonifica la musculatura. Encontrar gengibre a lo largo de una comida, en las ensaladas, en las salsas, incluso como "fruta escarchada" en los postres, es síntoma de que digerirás bien. Pero rematar la cena con un cuenco de caldo corto de ave, hecho con los restos de la carcasa del pato que nos habíamos comido, verduras y amplias rebanadas de gengibre, es algo especial.

Entronca con la mejor tradición asiática y, además, te deja el estómago como guante de seda. Una maravilla. De entre los vinos, ya he destacado al que, quizás, mejor casó con el pato laqueado (el Remelluri blanco 2005). Quiero destacar otras dos novedades que ya están casi en el mercado y que mostraron enormes posibilidades. Se trata de la serie La Bota de..., del
Equipo Navazos, números 16 y 17. La n. 16 es una manzanilla (saca de enero de 2009) de Sánchez Ayala, del Pago Balbaína. En estos momentos está feroz, casi salvaje, con una raza brutal, albariza en estado puro que evoluciona a lo largo de dos horas en copa y acaba en un festival de agua de flores y cal. Increíble. Casó de maravilla con los dim-sum y con los fideos. La n.17 es un palo cortado procedente de una punta de solera de Bodegas Rey Fernando de Castilla (bota de punta, vamos), que muestra un punto de exuberante adolescencia ahora mismo, que me hizo casi sentir Nabokoff...: pura avellana, turba delicada, frutos secos con azúcar, carnoso y voluble, será un vino que dará que hablar y que con los frutos de todo tipo (anacardos, almendras, nueces, avellanas, gengibre, piñones), ligeramente fritos, de los Kao, pegó muy bien. Dejo para otra ocasión la novedad de un vino que será producido por Nazavos y Niepoort porque no sé ni cómo se llamará...Por ahora Flor de Caliza 2008 es su nombre artístico. Se hablará de él. Como podéis comprobar, se trató de una cena de altura, con comida importante y vinos en consonancia. Los Kao, además de la cocina, cuidan una extraordinaria carta de vinos, muy amplia y representativa de todas las zonas vinícolas importantes del mundo (no exagero). Sin más, para quienes amamos el buen comer y mejor beber, es un lugar que hay que pisar.
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Encantadísimo: ¡gracias, como siempre!