
Si alguien se pregunta por qué un bávaro de München y un surafricano de Swartland hacen vino en el Priorat, no tiene más que mirar la foto de su viñedo de Les Tosses. Eben Sadie y Dominik A.Hüber llegaron hará casi diez años, atraídos por un paisaje único, quizás enamorados por la visión del vino que llevaban en sus cabezas. Empezaron por separado, Dominik con Arbossar, Eben con Dits del Terra. Pronto se encontraron y a fe que se reconocieron. Terroir al Límit es su asunto en Torroja, cerca del centro del Priorat pero con viñedos, como éste, que quieren tocar el cielo.
Les Tosses, les Manyes, Dits del Terra, Arbossar: desde 2006, pequeñas producciones (la mayor no supera las 2500 unidades) que embotellan y quieren hacernos beber cada viñedo con sus rasgos y su propio carácter. En los últimos meses, he tenido la suerte de charlar no poco con Dominik, de probar varias veces todos los vinos de Terroir al Límit, de comer y cenar con ellos y, hace bien poco, de conocer al grupo (Sabater siempre está al quite, Frida nunca anda lejos: ved su impresionante belleza, fuerza y serenidad en la foto inferior). Si uno no pisa los viñedos, si no se habla con quien hace el vino, si no se ve la bodega (o como quiera llamársele: aquí lo importante no es el utillaje enológico, ni mucho menos), se entiende peor el vino.
Ahora sé el por qué del nombre de su bodega, la implicación íntima y brutal con sus "terroir" (viñedos) en el Priorat, aplicada hasta sus últimas consecuencias, al límite. No son visionarios, tienen los pies muy firmes, anclados en sus viñas, y siguen el movimiento de su intuición al pie de la letra. Pasaron años muy difíciles, a punto estuvieron de echarlo todo a rodar, pero cambiaron por completo su forma de hacer las cosas. La tierra, la cepa están empezando a agradecerlo. Y nosotros empezamos a beberlo. No se pondrán nunca la etiqueta de biodinámicos porque eso no les importa. Pero la mula ha entrado ya en los viñedos, la naturaleza sigue su curso sin intervención de la química, la enología se ha concentrado en un termométro, las fermentaciones alcohólicas empiezan y terminan cuando quieren y las malolácticas, trasiegos y reposos van a golpe de nariz y de luna.En una parte muy baja de Torroja (bendito territorio, casi como Porrera...), junto a una reencontrada mina de agua, reposan sus pocas botellas. Junto a ellas, las barricas bordelesas, usadas todas ellas, cuentan sus últimos días de vida: sus vinos necesitan más espacio y otras maderas. La última botella abierta y la reciente visita, abren mi apetito escritor. Arbossar, un viñedo que hay que conocer. Rodeadas de bosque y vegetación, en una pendiente natural hacia el barranco, en la zona más fresca y menos soleada (apenas el sol del atardecer), reposan, solas,y en inmejorable condición, las cariñenas. Pisar el lugar y oler el vino: todo es uno.
Arbosssar 2006, abierto el 19 de junio de 2009 (menudo día para ese vino: comprobad el calendario), al atardecer, sin decantar, media hora y copa amplia y alta que dé respiro a sus 14,5%, la fruta desborda por completo la sala y muestra una fragancia abrumadora: entrar en la copa es hacerlo en el viñedo. Raíces, tierra, vino que te envuelve y cautiva, tiene un frescor cítrico (corteja de naranja macerada). Lavanda y orégano, ofrece el punto casi dulzón de una coca con cerezas. Suavidad de terciopelo, raso fresco, oscuro, que envuelve tu garganta, sedoso, y amable. Esa mano de mujer que acaricia tu pelo y tu mano. Yesca y pedernal. Humedad. Qué grandes son estos dos tipos. No les perderé de vista.

Las fotos primera y tercera me las ha pasado Dominik, de Terroir al Límit. La segunda, del propio Dominik, ha sido hecha por Marcelo Isarrualde.








