
Vamos a ser sinceros: no me apetece escribir largas y documentadas notas sobre cuanto estoy comiendo, bebiendo y viendo en los días que llevamos en la isla. Ni tampoco voy a abrumaros con tres pequeños posts publicados cada día (otro trabajo tenéis, creo, que el de pasaros por aquí tan a menudo). Así que, casi a vuela pluma, os participo algunas de mis sensaciones tanto sobre restaurantes como sobre vinos probados. La entrega se titula "vaivenes" porque ha habido de todo, para arriba y para abajo: confirmaciones que se repiten; pequeños descubrimientos que dan alegría; y algunas decepciones, que tampoco voy a callar. Aunque ahora hable poco de sus vinos, los dos grandes conjuntos vinícolas que me confirmo en esta estancia son los de Miquel Gelabert y Toni Gelabert, en la DO Pla i Llevant, ambos en Manacor (confirmado también: ¡hay vida más allá de Rafa Nadal en Manacor!). Da casi vergüenza la poca presencia que sus vinos más emblemáticos tienen en las cartas de los restaurantes. Del primero, he tomado uno de los mejores muscat (el 2008: 70% de grano menudo) de este verano, con una fragancia tremenda, que enamora. Del segundo, me llevo una gran impresión de la visita a su bodega y viñedos: de cultivo ecológico, con un enorme respeto y conocimiento hacia las variedades locales, su Noa 2005 (gorgollassa), su Giró 2007, su callet de la Colònia de Sant Jordi, me dan muchas alegrías.
A día de hoy, otros tres vinos me han parecido a un buen nivel y un cuarto se me ha terminado de desplomar. Se trata del Cornet 2008, malvasía de Banyalbufar de una enorme entidad tanto en nariz (terpenos, frescor de lima-limón, espliego y romero) como en boca; el Llàgrimes Blanques 2008, de Ca'n Coleto, una chardonnay ecológica de Petra, que muestra, más en boca que en nariz, una entidad casi del Ródano, con gran frescor y acidez; y el Butibalausí 2008, el blanco joven de Ca'n Majoral, premsal, parellada y chardonnay, con recuerdos de heno, frescor de pera limonera y un leve carbónico en boca. La frustración ha venido con el Quíbia 2008. No sé, la verdad, qué le ha encontrado Carlos Delgado, que parece acabar de descubrirlo y de puntuarlo y valorarlo alto, alto (en un reciento suplemento agosteño del Viajero, en El País sabatino). Yo vengo dándole oportunidades desde hace cuatro años con este 2008, todavía me pregunto, tras tomar dos botellas, a qué sabe y qué tipo de consistencia tiene en boca.
A día de hoy, otros tres vinos me han parecido a un buen nivel y un cuarto se me ha terminado de desplomar. Se trata del Cornet 2008, malvasía de Banyalbufar de una enorme entidad tanto en nariz (terpenos, frescor de lima-limón, espliego y romero) como en boca; el Llàgrimes Blanques 2008, de Ca'n Coleto, una chardonnay ecológica de Petra, que muestra, más en boca que en nariz, una entidad casi del Ródano, con gran frescor y acidez; y el Butibalausí 2008, el blanco joven de Ca'n Majoral, premsal, parellada y chardonnay, con recuerdos de heno, frescor de pera limonera y un leve carbónico en boca. La frustración ha venido con el Quíbia 2008. No sé, la verdad, qué le ha encontrado Carlos Delgado, que parece acabar de descubrirlo y de puntuarlo y valorarlo alto, alto (en un reciento suplemento agosteño del Viajero, en El País sabatino). Yo vengo dándole oportunidades desde hace cuatro años con este 2008, todavía me pregunto, tras tomar dos botellas, a qué sabe y qué tipo de consistencia tiene en boca.

De lo comido, me he llevado, hasta el momemto, algunas buenas confirmaciones de sitios en que ya disfruté el año pasado: las plazas de Petra y S'Alqueria Blanca, siguen siendo una buena recomendación. En la primera reinan, desde Sa Plaça, Jaume Dam y su santa esposa, una pareja animosa y comprometida con lo que hacen. Disfrutamos de algunos platos de primera (unos champiñones rellenos de espinacas, por ejemplo, o un conejo con cebolla que se deshacía en la boca; y uno de los mejores postres de estos 15 días: un pastel de brossat con salsa de arándanos, antológico), nos ofrecieron una primicia (el Oinòs 2008, de Jaume Ripoll, un rosado monovarietal de syrah, con una nariz vegetal muy interesante) y nos obsequiaron con una hora y media de conversación en una de las plazas más bonitas de la isla (la de Ramon Llull, en Petra). En la segunda, otro Sa Plaça, siguen ofreciendo raciones y medias raciones a precios muy razonables y con, para lo que es Mallorca, una capacidad inventiva notable: probamos un buen frit mariner (donde sólo patinaron los guisantes, balines) y un excelente cap-roig con espinacas. El "descubrimiento" es uno de los buenos lugares de la isla para tomar tapas, raciones de recetas de la isla y pa amb olis suculentos: L'Orient Cafè, en la plaza de Oriente de Capdepera. Se trata de uno de los buenos "Poulidor" mallorquines, con un frit excelente, unos champiñones a la plancha muy sabrosos y una ensaladilla rusa que me hizo soltar un gruñido de satisfacción. Buena materia, gran sencillez, buenos precios.
Son los vaivenes de un verano en Mallorca, ni más ni menos, con un punto y aparte, estrictamente particular, de comida en casa de unos queridos amigos en el terme de Manacor con Felanitx, en el reino de los chorlitos (en mallorquín, "sebel.lí"), donde volvieron a salir unas delirantes gambas de Portocolom, unas estupendas cocas de trempó y de pimientos rojos a la brasa y una extraordinaria ensaimada rellena de crema, cuyo origen me ha sido prohibido revelar. Mallorca y sus harina: sólo eso merece ya un viaje monográfico...
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