21 de setembre, 2009

Oído




Casi me puse pesado: quería el oído. Me lo dieron. Quería acercarme de nuevo a La Rioja desde un sentido que parece no tener mucha relación con el vino. Para mí la tiene, claro. ¿Oir el vino? ¿Cómo proponer eso sino es desde tu interior? Oir el vino tiene sentido cuando bebes y escuchas, cuando en ese acto íntimo, oyes lo que pasa en tu interior y lo que se mueve y se movió a tu alrededor. Oir, beber en La Rioja, ver y pensar. Escuchar y escucharse, sobre todo. Han sido dos días aparentemente parecidos a tantos otros de visitas a bodegas: explicaciones, charlas, risas, comentarios. Pero mi oído estuvo atento a otros espacios.

Estuvo atento al ruido de la lluvia sobre los cristales. Al silencio expectante de todo inicio. Al batir elegante de las alas del aguilucho en el viñedo. Sonrió de felicidad en la charla con Alicia Rojas, con el crepitar de la madera en el hogar. Estuvo atento a una Rioja que creía desaparecida, pero que resurge con fuerza a nuestro paso. El chorretón de aceite cae sobre el plato. Desde la profundidad de la cueva, se oye el silencio del paso de la humanidad: hasta aquí hemos llegado y, más que nunca, me conmueve el retorno al origen. Un calado del siglo XV: la vida a nuestros pies, sin darnos cuenta. El silencio de miles de peregrinos se hace presente.

El oído estuvo atento a la sonrisa cómplice que te lanza la cepa centenaria, el vino profundo, la fruta respetada, el calado recuperado. Ilusión, de nuevo, en los ojos de la gente joven. Estuvo atento a la naturaleza de la Grajera. Agua, cepas tan cuidadas como estudiadas, amor intenso por el trabajo bien hecho. Experiencia que no conoce fronteras, que puede con todo. Manos sabias. El oído disfruta de las explicaciones, aprende, pasan unos patos, canta el abejaruco. Se está poniendo el sol. Bebo un vino único y vienen a mí los parajes del Loira y de Nueva Zelanda, oigo en mi interior las pisadas sobre el prado: frescor, acidez y fruta me dan una sensación única, atemporal. Me muevo por el mundo entero y no salgo de la Rioja. Campanas en Santa Maria de la Piscina. El silencio del monte, la Rioja amable a nuestros pies. Alma en el vino, rosados con alma de tinto, blancos con alma inmortal, tintos con raíces. La historia a mis espaldas, el futuro a mis pies: todo nace, todo vuelve. No hay más que estar atento y aprender a escuchar de nuevo. El oído...qué gran sentido para entender el vino.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada

Kagami y Rita

Escribo este texto el domingo 12 de mayo de 2019. No sé cuándo lo publicaré (al final, ha sido el 8 de diciembre de 2025, sic) pero quiero d...