Andaba por el "cielo" porque acababa de descubrir, ayer al mediodía, a Jordi Skywalker, un tipo perdido en el Pirineo, en contacto permanente con la naturaleza y que nos ofrece una de las más lúcidas y ajenas (¡la ha hecho él, no yo!) descripciones de cómo quiero verme yo cuando muera. Rock and roll en formato carromato y con cultivo ecológico. Su canción "Muerte súbita" (que podéis escuchar en su Myspace) me encantó y, vaya, me elevó al séptimo cielo.
Llegué a casa decidido a brindar por el nuevo descubrimiento con el primer vino de cultivo ecológico y, a ser posible, biodinámico, que me fuera dado encontrar. Me apetecía que fuera blanco, de variedad autóctona y catalán (no por nada en concreto, me apetecía, sin más...). Hacia la nevera me voy y...había terminado por completo las existencias. No me quedaba ni una botella con esas características. Pero yo quería cenar con ese vino, prepararme una buena pizza casera, con mucho queso, calabacín, champiñón y orégano y disfrutar del "fresco" de la noche con la combinación.
Me eché a la calle con la sana intención de encontrar esa botella. Puro centro de la ciudad de Barcelona. Perímetro formado por las calles València (norte), Floridablanca (sur), Urgell (oeste) y Casanova (este). Izquierda del Ensanche y Sant Antoni, los barrios. Iba haciendo mis encargos y entraba en las tiendas de vinos que me salían al paso. Iba por el "cielo" y caí de bruces. Nada de nada de nada. Ni una botella ecológica, ni una botella biodinámica. Nada de nada en uno de los barrios más poblados de Barcelona. Por supuesto, sabía donde ir: podía haber cogido el coche o el metro y haberme desplazado a cualquiera de los comercios, grandes y pequeños, en la Ribera, en la Diagonal, en Gràcia, en Les Corts, etc., que los tienen. Pero quería hacer la prueba en mi barrio y a pie. Derrotado y sin vino volví a casa.
Tuve que volver a mi pequeña bodega y tomar el camino del norte. Podía acercarme al Mosela o al Ródano. Fue éste último. De las brumas matinales de la Côte de Beaune (la ciudad en la bonita foto de Vincent Dancer), surgió el vino de un americano afincado hace más de treinta años allí. Côte de Beaune La Grande Chatelaine 2006. Chris Newman heredó los viñedos que su padre, barón del petróleo en Nueva Orleans, había comprado a precio de saldo tras la Segunda Guerra Mundial. Más de 5 hectáreas en Beaune, Chambertin, Pommard y un Domaine (Newman) que goza de buena salud, cultivo biodinámico en una zona comprometida, además, con la vinificación más tradicional y el respeto absoluto a los pagos de donde proceden sus uvas, pinot noir o chardonnay.
Su blanco procede del lieu-dit La Grande Chatelaine, con cepas de más de treinta años, al sur del pueblo y en orientación sur también. Suelo calcáreo, rendimientos pobres para una uva que vinifica de la forma más tradicional posible, con levaduras procedentes sólo de su viñedo. Hace la fermentación maloláctica y la crianza en barricas (75% nuevas) de roble de Tronçais y Allier. 12,5% para un vino del 2006 hecho para una buena guarda. 4 años no son nada para él y necesita horas de aireación para empezar a desprenderse de los características más clásicas del bâtonnage (cierta untuosidad del vino, notable glicerina, aromas de fino brioche de mantequilla) y empezar a mostrar el poder de su fruta: membrillo maduro, flor blanca de acacia, prado húmedo, gran frescor en posgusto. Ciprés y seto por la mañana, aires de cidra (toronja) completan la percepción de un vino que disfruté (comprado por 15 € en Cuvée 3000, que es quien distribuye a Chris Newman en España) pero que no contestó las preguntas clave de la noche: ¿dónde están los vinos ecológicos, biodinámicos en mi barrio? ¿Cómo se distribuyen en Barcelona? ¿No hay demanda que necesite ser satisfecha? ¿Qué estamos haciendo mal los que creemos en esta filosofía de vid y la practicamos siempre que podemos?
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