Os imaginàis qué es estar sentado a la mesa de tu casa y tener como visitante permanente a Miguel Angel y su "cupolone" ? (en la foto BY Angelo M). Exactamente esto es lo que me pasò la otra noche cuando unos recientìsimos amigos me invitaron a cenar a su casa. Esta se encuentra justo detràs del Vaticano y desde su piso tienen una vista privilegiada (y muy buscada por los fotògrafos profesionales!) de la cùpula de San Pedro. Me sentaron a su mesa junto a un grupo de excelentes, locuaces y alegres amigos (una auténtica "academia del buen gusto" la que allì se reuniò!) y se hablò y discutiò de todo lo humano y de algunas cosas divinas (entre lo primero, el tema preferente fueron las ànforas romanas; entre lo segundo, las caracterìsticas del actual Santo Padre). Los anfitriones, atentìsimos y muy amables, nos regalaron con el plato nacional del paìs de origen de ella.
Una estupenda, deliciosa vaya, feijoada (en la foto BY David Mejia), que estaba en su punto de todo: con dos tipos de arroz como acompanyamiento, con su naranja para desengrasar, con un embutido directamente traìdo de Brasil, con unas pintas en su punto de cocciòn... Una gran experiencia gastronòmica que regamos con variados tintos italianos, desde Sicilia hasta el norte y que culminamos con una botella de Pago del Vicario Monagòs 2004 (segunda temporada de este vino en el mercado).

Ya en otra ocasiòn he hablado del trabajo de esta bodega (vino de la tierra de Castilla), por lo que me ahorro ahora los comentarios que, por lo demàs estàn en su web (www.pagodelvicario.com). Sin duda, se encuentra entre las que sigo con especial atenciòn. Este Monagòs (monje en griego bizantino) està hecho a partir de syrah (80%) y garnacha tinta (el resto), ha sido vendimiado en una sola jornada cada varietal, ha pasado por una fermentaciòn y posterior maceraciòn del vino de 21 dìas y ha permanecido 12 meses en barricas combinadas de roble francés y americano.
El vino presenta una capa alta, densa, casi opaca a la luz, con un menisco del color de la mora muy madura, que me recordò por unos instantes el color de un buen civet (sangre oscura, chocolate, higado). Su ribete se decanta hacia un violàceo màs "transparente". En nariz es un vino que impresiona: empieza con los aromas de la compota de frutos negros del bosque, sigue con notas de especias (clavo, nuez moscada) y acaba con matices de tabaco de pipa y de vainilla, todo ello en un fondo de reposada madurez y tranquilidad. Es un vino apacible, nada agresivo. En boca (se trata de un vino de 14,5% que hay que servir a 16-17%) tiene una enorme presencia, es opulento casi, con taninos muy agradables, que se pasean con dulzura por el paladar y acaban ofreciendo un largo posgusto, en el que sobresale (sin molestar en absoluto) el alcohol del vino y la grosella negra. Un vino que, comprado a 14 euros en la tienda, ofrece una gran y ventajosa relaciòn calidad-precio. Un vino que no se olvida con facilidad y que con los sabores de la feijoada se complementò a la perfecciòn.

Completamos la cena con una indescriptible cata de fernets, que nos dejò a todos, literalmente, sin palabras y nos despedimos entre bromas y chanzas, con la promesa de una futura reuniòn, a ser posible en el Monte Testaccio: es el lugar ideal para seguir discutiendo sobre ànforas (la montanya es un real vertedero de ànforas romanas, sin màs) y para degustar la mejor cocina romana.
Mis nuevos amigos tienen todo mi agradecimiento por haberme acogido en su casa, por haberme permitido disfrutar de su companyìa y de la de sus propios amigos y, también, por haberme ofrecido, por primera vez en mi vida, la oportunidad de cenar con San Pedro (del Vaticano!).

Ya en otra ocasiòn he hablado del trabajo de esta bodega (vino de la tierra de Castilla), por lo que me ahorro ahora los comentarios que, por lo demàs estàn en su web (www.pagodelvicario.com). Sin duda, se encuentra entre las que sigo con especial atenciòn. Este Monagòs (monje en griego bizantino) està hecho a partir de syrah (80%) y garnacha tinta (el resto), ha sido vendimiado en una sola jornada cada varietal, ha pasado por una fermentaciòn y posterior maceraciòn del vino de 21 dìas y ha permanecido 12 meses en barricas combinadas de roble francés y americano.
El vino presenta una capa alta, densa, casi opaca a la luz, con un menisco del color de la mora muy madura, que me recordò por unos instantes el color de un buen civet (sangre oscura, chocolate, higado). Su ribete se decanta hacia un violàceo màs "transparente". En nariz es un vino que impresiona: empieza con los aromas de la compota de frutos negros del bosque, sigue con notas de especias (clavo, nuez moscada) y acaba con matices de tabaco de pipa y de vainilla, todo ello en un fondo de reposada madurez y tranquilidad. Es un vino apacible, nada agresivo. En boca (se trata de un vino de 14,5% que hay que servir a 16-17%) tiene una enorme presencia, es opulento casi, con taninos muy agradables, que se pasean con dulzura por el paladar y acaban ofreciendo un largo posgusto, en el que sobresale (sin molestar en absoluto) el alcohol del vino y la grosella negra. Un vino que, comprado a 14 euros en la tienda, ofrece una gran y ventajosa relaciòn calidad-precio. Un vino que no se olvida con facilidad y que con los sabores de la feijoada se complementò a la perfecciòn.

Completamos la cena con una indescriptible cata de fernets, que nos dejò a todos, literalmente, sin palabras y nos despedimos entre bromas y chanzas, con la promesa de una futura reuniòn, a ser posible en el Monte Testaccio: es el lugar ideal para seguir discutiendo sobre ànforas (la montanya es un real vertedero de ànforas romanas, sin màs) y para degustar la mejor cocina romana.
Mis nuevos amigos tienen todo mi agradecimiento por haberme acogido en su casa, por haberme permitido disfrutar de su companyìa y de la de sus propios amigos y, también, por haberme ofrecido, por primera vez en mi vida, la oportunidad de cenar con San Pedro (del Vaticano!).
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