
La variedad monastrell (en la excelente foto, de la página web de la DO
Bullas) tiene plantados sus reales a lo largo de todo el Mediterráneo occidental, desde Cerdeña (muristellu), pasando por Occitania y sureste de Francia en general (mounastèl, mourvedre, entre otros nombres) y terminando en el Levante español, entre Valencia y Alicante y también Catalunya (alcayata, garrut, mataró...). Es una variedad de floración tardía a la que gusta el sol y los suelos bien drenados y con piedra caliza. Ésas son las razones de su popularidad en zonas cálidas como las indicadas, ésas y el hecho de que en ensamblajes hechos en nuestras tierras con uvas foráneas, suele aportar personalidad y longevidad al conjunto. Desde hace unos años participa de esa pequeña revolución vitivinícola que consiste en reivindicar como monovarietales, uvas que antes se solían vinificar siempre en compañía. Si miráis el índice de vinos tintos de este cuaderno de anotaciones, encontraréis más de un ejemplo de lo que os digo.
Bodegas Murviedro, en la DO Alicante, es una de las que ofrece un monovarietal de monastrell, con la particularidad de que las cepas de las que procede su fruta tienen más de 50 años de antigüedad. Una larga maceración del mosto con los hollejos, a temperatura controlada (no especifican cuanta) y un envejecimiento de cuatro meses en barricas nuevas de roble americano (a la vista de los resultados de mi cata, supongo que de un tostado medium plus, por lo menos) arrojan un vino de 14% que, en mi opinión, convenía servir sobre los 16ºC. De hecho, mi conclusión ya la avanzo: casi da igual la temperatura porque el vino no da la talla. Empiezo mal con un tapón de silicona que, en mi opinión y a la vista de la calidad de las cepas y de la vinificación, no es el adecuado (el de silicona no es un tapón que favorezca el envejecimiento armónico del vino, aunque éste no es el tema del comentario). No puedo olerlo porque no huele a nada y no me da ninguna pista sobre el contenido de la botella. El color del vino es de capa media, rubí poco intenso y nada limpio ni brillante. El alcohol se deja sentir con fuerza ya en nariz pero lo que más "sorprende" es la enorme cantidad de madera (cedro) y cuero poco franco que da ya la copa parada. La fruta no se deja ver por ningún lado y cuando paso a la boca, sigue el disgusto. Sus taninos también han sido maltratados por la madera, duros y que se pegan a la punta de la lengua y a la parte delantera del paladar y a las encías. La madera se mastica casi en boca y leves aromas de caramelo quemado y cuero viejo asoman en posgusto. Tras media hora de aireación y jarreo lo único que sigue mostrando el vino es su corazón de madera y mi conclusión es que la modernidad de la que alardean en su página web ha matado al vino y a su fruta, lo ha matado a hachazos, de madera eso sí, y nueva, también, y bien quemada, más. No aconsejo que nadie se gaste su dinero (sobre los 11 euros) en este vino.
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