Macià Batle es una bodega de la DO Binissalem-Mallorca, afincada en Santa María de la que me gustó mucho su blanc de blancs 2006. Andando tras una rara auis, cual es la de los vinos dulces mallorquines, topé este verano con la botella que tenéis a vuestra izquierda. Un vino dulcemente natural, monovarietal de moll, del que ni en la página web de la bodega no saben dar fe. Con uvas sobremaduradas y 14,5%, este vino ha pasado 12 meses en roble antes de salir al mercado. Conviene servirlo sobre los 9-10ºC. Ofrece un bello color casi de oro viejo, al que acompaña una lágrima densa, compacta. No tiene una riqueza aromática desbordante, la verdad, y se queda la cosa en aromas de orejón de albaricoque, tanto en nariz como en posgusto, y en dejes de avellana tostada. En boca es un vino de poca estructura, con un esqueleto más bien débil y un posgusto limitado, que se cierra, de nuevo en aromas tostados, en apuntes de madera vieja y, lo más interesante, en recuerdos de la hojarasca del bosque en otoño. Se trata de un vino que compré por 15 euros (botella de medio litro) y que me ha decepcionado un poco. Es mi primera experiencia con esta variedad mallorquina sobremadurada y por lo tanto, me faltan referentes, pero me ha parecido un vino dulce correcto, sin más. Y por ese precio y en botella de medio litro, puede uno encontrar bastantes cosas en el mercado más interesantes que ésta.18 de desembre, 2007
Macià Batle blanc de blancs dolç 2005
Macià Batle es una bodega de la DO Binissalem-Mallorca, afincada en Santa María de la que me gustó mucho su blanc de blancs 2006. Andando tras una rara auis, cual es la de los vinos dulces mallorquines, topé este verano con la botella que tenéis a vuestra izquierda. Un vino dulcemente natural, monovarietal de moll, del que ni en la página web de la bodega no saben dar fe. Con uvas sobremaduradas y 14,5%, este vino ha pasado 12 meses en roble antes de salir al mercado. Conviene servirlo sobre los 9-10ºC. Ofrece un bello color casi de oro viejo, al que acompaña una lágrima densa, compacta. No tiene una riqueza aromática desbordante, la verdad, y se queda la cosa en aromas de orejón de albaricoque, tanto en nariz como en posgusto, y en dejes de avellana tostada. En boca es un vino de poca estructura, con un esqueleto más bien débil y un posgusto limitado, que se cierra, de nuevo en aromas tostados, en apuntes de madera vieja y, lo más interesante, en recuerdos de la hojarasca del bosque en otoño. Se trata de un vino que compré por 15 euros (botella de medio litro) y que me ha decepcionado un poco. Es mi primera experiencia con esta variedad mallorquina sobremadurada y por lo tanto, me faltan referentes, pero me ha parecido un vino dulce correcto, sin más. Y por ese precio y en botella de medio litro, puede uno encontrar bastantes cosas en el mercado más interesantes que ésta.
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Kagami y Rita
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