La historia no pasa en vano y la de la aparcería parece, casi, un residuo medieval. Hasta que te topas con los Puiggròs. Primos hermanos, Josep (en la parte comercial de la bodega, pero echando todas las manos que hagan falta en el campo) y Vicenç (el auténtico y, en el mejor sentido, payés de la familia, el hombre de campo que todo lo conoce y domina, verduras, legumbres, cepas, abejas, maquinaria agrícola...) son la cuarta generación de aparceros que perpetúan contratos y cultivos de viña en el Alto Anoia, encima de Òdena. Son tan distintos el uno del otro, tan complementarios y, al mismo tiempo, tienen ambos tan la misma ilusión, que creo con sinceridad que su joven bodega tiene que funcionar bien. Porque lo que es trabajar, la familia Puiggròs trabaja en la viticultura desde 1843, en Can Pau Palomas. Los campos que hay en la Sierra de Rubió (entre Òdena, Perafita, Maians…) fueron viñedos. La filoxera, la crisis pre- y posindustrial los dejó, con suerte, en campos de cereales. Pero quedaron algunas cepas y los Puiggròs heredaron la aparcería de algunas de las mejores (Molins, Les Malloles, la del Mestre Vilavell: foto central): garnacha blanca de 70-80 años y sumoll de grano menudo (quizás el sumoll más peculiar), en suelos francoarenosos y calizos, pobres y de buen drenaje. En 2008 dieron el gran paso: dejamos de vender uva y hacemos nuestro vino. Esa tierra, que tan de viñedo había sido, quedaba ahora fuera del territorio de cualquier DO, menos una, la Catalunya. La DO Catalunya nació, precisamente, para albergar a gente como los Puiggròs: viñedos en zonas de tradición centenaria, ganas de hacer vino en su casa y la historia que les dejaba fuera de las otras DO territoriales. Las cepas de Òdena, gracias a la DOCat, forman parte de nuevo del mapa vitivinícola catalán.
Tuve la suerte de probar la añada 2011 en el mismo momento en que lo hacían por primera vez Josep y Vicens, tras el embotellado. Menudas caras de placer pusimos los tres (hay que reconocerlo: también gracias al extraordinario jamón de jabalí que cura Vicenç en la masía): muy honesto el vino, muy varietal, más salvaje, algo más rústico que el 2009 (último que había probado), más concentrado, más limpio y fragante. Será un gran vino para comer carnes de caza, discreto pero firme acompañante. El futuro se abre espléndido para los Puiggròs. Han encontrado un camino que les gusta, que les une, que devuelve, además, a su comarca la tradición de los grandes vinos catalanes de interior. La aparcería…ahí sigue, pero estos dos no paran. Acaban de comprar (sí, por primera vez propietarios) 1,3 Ha de un campo de cereal, en el que antes hubo viñedo (foto inferior). Puede que se acabe llamando La Vinya del Vent. Plantarán en ella, tras la última cosecha de cereal, garnacha blanca con madera de sus mejores cepas. Caminando los tres por ella, mientras mis manos acariciaban la cebada que llegaba hasta las rodillas, la cabeza se me fue a la niñez, cuando no muy lejos de allí, hacía exactamente lo mismo. Y pensaba en lo valientes que son Josep y Vicenç, cuánto arriesgan con todo lo que están haciendo (por amor a su tierra, a su tradición y a sus cepas) y lo mucho que me gustaría que les fuera bien.
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