Convencido como estoy de que el presente, pero sobre todo el futuro de la comunicación libre e independiente pertenece a la blogosfera, en el primer día del solsticio de invierno de 2006 (justo a los seis meses de haber iniciado la publicación de este blog),
he decidido dar un nuevo paso. A partir de ahora voy a aceptar, desde mi más absoluta independencia e imparcialidad, las muestras para cata que bodegas, distribuidores o particulares quieran mandarme. No voy a hacer una declaración de principios, que es algo a lo que muchos "bloggers" parecen sentirse obligados: no trabajo para nadie, soy dueño de mi empresa y de mi tiempo y el día que cobre por hacer esto de alguien, pues ya lo diré. No es el caso, por ahora. Ofrezco el potencial de lectura de este blog porque me apetece y porque creo que puede ser un buen instrumento al servicio de la difusión de los productos que acabe aceptando para comentar aquí.
Algunas de las personas que más respeto en la enoblogosfera (Winecentric es un paradigma para mí en este ámbito), puntúan este tipo de presentaciones. Yo, como bien saben mis lectores, no lo he hecho jamás en público. Pero en privado o en catas oficiales, sí lo hago. Para dar el rango necesario de seriedad a este nuevo apartado de mi blog, que llamaré Catas, explico brevemente mis condiciones de trabajo, para quien quiera atenerse a ellas: todos los vinos que cate para comentario lo serán bajo esta etiqueta en mi blog. Aceptaré vinos tranquilos de cualquier parte del mundo, así como vinos espumosos, pero no me atreveré con los destilados. No sé lo suficiente de eso ni tengo experiencia. Si alguien quiere comentarios sobre este tipo de productos, me apoyaré en colegas especialistas y así lo haré saber cuando publique. Del resto, el único responsable del comentario, para bien y para mal, seré yo. Utilizaré en exclusiva copas de cata homologadas para vino y para espumoso y haré las catas siempre en las mismas condiciones, entre las 10 y las 12 de la mañana, en excelentes condiciones de luz, sobre un fondo blanco y en ayunas. Haré catas individuales para cada producto: me lo puedo permitir y así lo haré. Creo firmemente (por experiencia personal) que las catas de, por ejemplo, 10 o más vinos en una sola sesión no sirven para nada, confunden al catador, acaban bloqueando parte de sus capacidades sensoriales y, en consecuencia, acaban confundiendo a quien sigue al catador.
¿De dónde van a salir mis puntuaciones? Es un punto clave de las reglas del juego. Demasiadas veces asistimos a 9,5/10 sin saber a qué responde esa "nota". Se me podrá criticar, pero tras mucho estudio y para mis catas personales, he llegado a la conclusión de que el sistema, aunque claramente subjetivo porque se basa, como todos en las propias percepciones, más "objetivo" posible de cuantos conozco, es el que propuso hace dos años, Fernando García del Río, en su libro El método del catador, Madrid, 2004, resumido en el cuadro de vuestra izquierda (su página 154), que es la base de "mi ficha de cata". Se esquematiza en tres triángulos que resumen las condiciones organolépticas de un vino: aroma, estructura y riqueza. Cada uno de ellos tiene, a su vez, tres puntos clave. El aroma, su integridad, su complejidad y su intensidad. La estructura, su volumen, su equilibrio y su concentración. Y la riqueza, su suavidad, su sabrosidad y su longitud. El desarrollo in extenso lo encontraréis, por supuesto, en el libro. Cada ítem puntúa de o a 10 (yo uso, además, los 0,5 puntos) y, por lo tanto, cada triángulo puede recibir, en una cata, un máximo de 30 puntos, para un total de 90. Puesto que la escala habitual es sobre 10 ó sobre 100, para llegar a la de 100, hay que multiplicar un eventual máximo de 90 por 110, y el resultado, será de 99 sobre 100. Me parece muy oportuno este límite, que "excluye" la perfeccción, por así decir, del 100 sobre 100. Por supuesto, no niego que la perfección pueda existir (alguna vez lo hemos comentado con Encantadísimo, en el pasado), pero existe desde la más profunda subjetividad y, en el mejor sentido del término, visceralidad. Es en ese momento personal, a esa hora concreta, con esa compañía y esa comida tan especiales, que uno llega a pensar "este vino o este cava son, literalmente, perfectos", "no les puedo pedir más". Esto existe, claro está, pero no se puede incluir, en mi opinión, en una cata que intente, desde los sentidos subjetivos (asumo, claro, la contradicción, porque al vino se accede a través de los sentidos: que nadie me miente la máquina ésa de los japoneses!!!), objetivar una opinión a través de una puntuación.Excluyo de mi sistema, porque no me convence y creo que tergiversa algo el resultado de una puntuación, la parte final que propone García del Río: tres ítems, que puntúa de 0 a 3 (es decir, ¡en una escala distinta!), sobre la Personalidad, la Estabilidad y el Precio, y que pertenecen a otro rango de cosas.
Finalmente, quiero dejar claro que mis inquietudes siguen siendo las mismas. Aunque ahora haya decidido dar este paso, seguiré estando atento a las tiendas de vinos, a los restaurantes y comidas interesantes, al resto de aspectos culturales de mis viajes y, por supuesto, a las descripciones llamémoslas sensoriales de los vinos, más allá o más acá de las notas de cata y de las puntuaciones. Y seguiré escribiendo sobre todo ello, si me seguís haciendo la confianza de leerme.
PS. La imagen de cabezera de este comentario, "Le nez du vin", es la imagen comercial de Jean Lenoir, como bien sabéis. Cito la procedencia por su copyright pero no tengo nada que ver con esta empresa.
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