Es un vino de capa media, que ofrece un limpio y poco usual color: tiene un menisco que está a medio camino entre los estambres de la flor del cerezo (en la foto inferior), esa misma cereza en envero y el fruto del granado. Es un color discreto y alejado de las modas imperantes hoy, donde se persigue la máxima concentración en los pigmentos. La periferia del menisco y el ribete se acercan más a los suaves tonos atejados de la tierra algo sedienta. En muchos otros detalles, pero empezando por éste del color, Ad Fines me ha recordado a los grandes barolos italianos. Sus primeros aromas me asombraron, por ser el vino que es y hacerse donde se hace: flores secas y pétalos de rosa marchitos acompañan y arropan a un entorno suavemente mineral, en que, como en tantos otros grandes vinos, asoma un leve recuerdo de esa tierra (raíces, hongos: la trufa). Con la ventilación en copa (y decantación previa al servicio de media hora por lo menos), asoman aromas de monte bajo (orégano), un poco de flor de violeta, dulce de leche (el único sabor que recuerdo en que se mezclan el dulzor del toffee y el tostado del fuego de madera y la ceniza) y cerezas confitadas. Todas las bondades olfativas se confirman con el trago: es un vino fino y delicado, de larguísima persistencia en boca y en posgusto, mineral, con taninos suaves y algo secantes, que te llena con una discreción y una elegancia que hacía años no cataba en un vino meridional y de tierras con poca agua. Es un vino que te trata y te mima con guante blanco. El trabajo con la madera es, claramente, "antisistema" y realizado con una sabiduría y templanza tales que sorprende y, por supuesto, agrada muchísimo. Por si todos estos detalles fueran pocos, el tipo de botella borgoñona que se ha elegido, con las espaldas algo caídas y un pronunciado reborde en su cuello (en la página web de la casa tenéis una bella foto), realza y honra a su contenido. Es muy hermosa.
Adrede me he propuesto, en esta ocasión, escribir mi comentario sin haber leído ningún comentario anterior, más que los datos que da la bodega. Es un vino que se merece, sin dudar, que lo gocemos sin apriorismos ni ideas preconcebidas en la mente. Es un vino importante, que prestigia grandemente a quien lo ha hecho y a la tierra de la que nace. Es un vino del que se han producido tan sólo 4100 botellas y que se puede comprar sobre los 30 euros. Hacía tiempo que no pagaba tan a gusto y con tanta satisfacción una cantidad tan discreta por un vino casi excepcional.
Flor de cerezo By tanakawho
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