
En las zonas del Levante español, hasta llegar a los límites con la provincia de Ciudad Real y el río Guadiana, dos son las variedades tintas que mejor se conocen y trabajan: la bobal y la monastrell. Por supuesto, hay otras, tanto autóctonas como extranjeras, pero en mi opinión, son éstas las que dan vinos más diferenciados, más ligados al terruño. Yo siento cierta debilidad por ambas, pero si tuviera que escoger, me quedaría con la monastrell (foto de Dipualba.com), una variedad que recibe variados nombres (como siempre: alcayata, garrut, mourvedre, etc.), que madura tarde, tiene una buen equilibrio entre acidez y grado y suele "mantener" buenas relaciones con la madera. Sus taninos, además, suelen ser amables.

Sin duda, una de las bodegas que miman la monastrell es la de
Hijos de Juan Gil, en la DO Jumilla. Partiendo de viñedos con más de 40 años de antigüedad (como los de la foto, más o menos), en un suelo calizo pobre y muy seco, se hace este monovarietal, con cepas de poco rendimiento y fruto de alta concentración organoléptica. Si alguien quiere conocer con profundidad a qué sabe la monastrell en un buen trabajo con la madera, aquí tiene una gran oportunidad. La maceración con hollejos y la fermentación alcohólica se hace en tanques de acero inoxidable y la maloláctica la vive el vino en barricas de roble francés (no creo que todo sea nuevo) durante 12 meses. Se presenta con 14% y creo que hay que tomarlo sobre los 16ºC.

Capa media de color rubí, intenso y brillante. Fruta madura y pimienta negra a copa parada. Compota de moras y potencia del alcohol en nariz. Paso suave y amable en boca. Madera de caoba y clavo de especia en posgusto. Caudalías de dimensiones homéricas: en casa y con cata en condiciones, no menos de 15. El vino evoluciona en copa con aireación: bizcocho con moras y arándanos, agradables aromas de pastelería (madalenas), resonancias de levaduras, sinfonía y mezcla imponente de secundarias y terciarias. Un vino que se impone por calidad y por precio (10,8 euros pagué por él) y que acompañó de maravilla a unos fetucine con guisantes, un poco de pimienta, un chorretón de aceite, parmesano y orégano. Y basta, ¿para qué mas?
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