12 de març, 2007

Mirto 2001 de Ramón Bilbao



Mirto de las bodegas RamónBilbao representa lo más alto de la gama de la empresa riojana, afincada en Haro desde 1924. Esta larga tradición y experiencia con la variedad tempranillo se condensa, en forma casi apabullante, en este vino. Para él se seleccionan las mejores uvas de los viñedos más viejos de la casa, con más de 70 años, y se procede a la vendimia en un momento alto de maduración (a mediados de octubre). Aunque no lo confiesen en su página web, supongo que en la mesa de selección se quedarán tan sólo con los hombros de los racimos. La fermentación alcohólica la hace a temperatura controlada en tinos de roble francés y la maloláctica, junto con el proceso de envejecimiento, la hace en barricas de roble francés nuevo Allier, durante 24 meses. No hay trasiegos y sí removido periódico con las lías.


Es de destacar, porque creo que tiene profundas repercusiones en el carácter de este vino, que las barricas en las que reposa antes del embotellado (sin filtrado ni clarificado alguno) son especialmente fabricadas para él. Quiero decir que la casa busca un grado exacto de maduración de la madera y de su corte, y un tostado único para la misma. Por los olores que detecté en la cata, probablemente este tostado se haya realizado, además, con madera "aromatizada" de alguna forma (quizás con un fuego no mecanizado, sino alimentado por otras maderas y hojas). El vino se presenta en una botella de grosor enorme, pesada, de formas muy clásicas y con un tapón de 54 mm, todo preparado y pensado para la larga guarda. Tiene 14%, conviene servirlo a 16-17ºC y, si es posible, decantarlo una hora antes del servicio.



Tiene el color del rubí intenso, fuego mineral del centro de la tierra. Su pasear por la copa es lento, parsimonioso, con lágrimas vivas y arracimadas. A copa parada, el impacto de los olores de la madera más noble (cedro y caoba recién pulida) y los balsámicos y de matorral (eucalipto y tomillo) no se me olvidará jamás. Es único en eso. Después, evoluciona sin cesar, con aromas de fruto negro de bosque maduro (arándano negro), de chocolate oscuro a la taza y más hierbas aromáticas (orégano). En boca es un vino profundo, enormemente serio, muy tánico (con taninos algo agrestes todavía: más botella no le hará daño, no), casi redondo. No es, en cambio, un vino equilibrado: tiene tanta fuerza, tanto poderío, que te arrastra hasta las profundidades de su sabor último con pasión y tremenda autoridad. Su posgusto es largo, denso y provoca nueva expectación a cada trago: por un instante, me pareció que la tierra cesaba en su jugueteo con la luna (era la noche del eclipse total cuando lo tomamos: en la foto, tal y como se vió en la Ciudad Eterna) y se hacía, alrededor de la mesa, en la ciudad, en el mundo, un silencio tan profundo como el de los momentos posteriores a la Creación. El vino y tú: una obra de arte hecha de silencios y esperas, de paciencia y amor, de pasión y de rotundidades.

Eso es Mirto 2001. Hay que comprarlo (sobre los 30 euros) y beberlo de ahora mismo hasta la noche del Apocalipsis. Si llego, no me importaría asistir a él con una botella de este vino.



La foto de la luna en eclipse me la regaló mi amigo Vania di Stefano Manzella. La foto del bosque de cedros BY light guard: como él mismo apunta en su comentario, el enlace directo a flickr, para una visión óptima de estas excelentes fotos, lo podéis "pinchar" aquí.

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