

La universidad de Berlin, popularmente conocida como la "libre", tiene su sede central en una de las zonas más estratégicas de la ciudad, muy cerca de la Isla de los Museos y junto a Unter den Linden. Como tantas veces sucede en Alemania, el nombre oficial rinde homenaje a algún personaje clave de su historia, en este caso, ni más ni menos que a Alexander von Humboldt, el inspirador e impulsor del concepto moderno de universidad. Se trata de una institución venerable, con una lista de premios Nobel que da vértigo,

entre los cuales (me vais a permitir un pequeño homenaje personal), Theodor Mommsen (foto de la derecha), Catedrático de Historia Antigua de la universidad (1861-1903), fundador y editor de las más importantes colecciones epigráficas, rector durante 1874-1875, y Premio Nobel de Literatura en 1902, por la belleza y perfección de sus ediciones y por sus libros sobre el Imperio Romano. Quién nos ha visto y quién nos ve.

¿Y por qué os pego este palizón, os preguntaréis si habéis llegado hasta aquí? Pues por una razón bien sencilla, práctica y que conviene saber: la casa (entrada por la parte trasera, Dorotheenstrasse) tiene una magnífica mensa universitaria, un comedor donde NO se pide el carnet de estudiante o de profesor para gozar de sus precios y bondades. A la izquierda de la entrada, se encuentra la mensa clásica (barullo, azafates de plástico y comida por tres euros). A la derecha de la entrada (en la foto), se encuentra el restaurante
Cum laude (tiene guasa el título), en teoría reservado a los profesores, pero de acceso al público en general. Un busto de Humboldt preside la sala, un bar con chimenea permite fumar y una sala muy espaciosa ofrece una pequeña pero bien surtida carta, donde comer y reposar por un precio moderado (sobre los 10-12 euros por persona).


Es cierto que hay que mirar a fondo para encontrar algo alemán en esa carta, pero con buena voluntad y ganas, se encuentra. Os estoy hablando, ni más ni menos que de uno de los monumentos de la cocina alemana popular, el pastel de cebolla ("Zwiebelkuchen"), a vuestra derecha, que llegó perfecto, con la pasta brisa en su punto, con un montón de dulce cebolla y el tocino ahumado en su interior y una buena ensalada alrededor. Una jarra de medio litro de buena, fresca y ligerita pils (nada especial que comentar aquí) puso las cosas exactamente en su sitio, tras una "dura mañana" que había empezado en la "
Topografía del Terror" y había terminado en los Museos de Pérgamo y el "Altes Museum", en la
Isla de los Museos.

El vibrante e intenso otoño berlinés aguardaba, agazapado, tras la hojarasca... (foto by J. Estruch).
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