17 de desembre, 2007

Gresca


El restaurante Gresca es uno de los recién llegados a la ciudad. Situado en la izquierda del Eixample (C/ Provença, 230, 934516193), hereda un antiguo y algo angosto local pizzero. Las mesas están quizás demasiado juntas y para los que amamos el vino (y tengo claro que en este restaurante también lo hacen), tiene el problema añadido de que se permite fumar. Dejando de lado estos detalles, el local ha llamado ya la atención positiva de algunos comentaristas y estaba entre los primeros en mi "lista". Mi preceptor espiritual había sido tajante: "la primera vez, el menú de mediodía". Y unos cuantos amigos que allí nos encontramos, le hicimos caso. Vaya por delante que la impresión de la carta de vinos fue muy satisfactoria: unos precios escandalosamente adecuados (apenas un 0,3% más caros que en la tienda) y una gran selección tanto nacional como internacional, con algunos champagnes, grandes rieslings básicos...Con el aperitivo y mi entrante, una coca con sardinas y tomate, finísima y muy sabrosa, apostamos por un champagne gran reserva Cuperly (NV), brut, de fina burbuja y color cobre claro, con aromas de strudel, de manzana al horno, una burbuja fina fina y un paso muy vínico por boca. Con chardonnay y pinot noir, casó de maravilla con las sardinas y la coca.

De segundo, pedí un canelón de perdiz (el que véis en la foto), jugoso, con la bechamel en su punto y el sabor intenso de la carne. Con los segundos hubo unanimidad en pedir un Meandro do Vale Meao (Douro) 2004. De esta bodega (F. Olazabal & Filhos) habían hablado muy bien algunos compañeros, y uno de mis interlocutores de lujo en Portugal (Copode3), dice maravillas de sus vinos. Este 2004 presenta un ensamblaje de notables castas portuguesas: Tinta Roriz (30%), Touriga Franca (30%), Touriga Nacional (30%), Tinta Amarela (5%) y Tinta Barroca (5%) y 14,5% de alcohol. Servido a unos 16ºC, ofreció una capa media alta en copa. De color rubí intenso, empezó muy discreto tanto en copa como en boca, con raspón, taninos verdes y cerrazón a cal y a canto.

Me asusté un poco...pero el vino, al cabo de un rato, empezó a abrirse (no había sido decantado; tampoco lo pedimos) y empezó a mostrar un buen poderío de pimienta, de balsámicos moderados y de romero, con un fondo de buena fruta madura. Sin apuntes ni de toffees ni de mermeladas, no se puede negar que su boca es golosa, agradable y de cuerpo medio. Sin duda, fue yendo a más y, al final, incluso acabó acompañando con dignidad el coulant de chocolate que tomé de postre.
El menú del mediodía que os acabo de comentar me costó 18 euros + IVA, la botella de champagne salía por 27 y la de Vale Meao, por 17. La copería de la casa es excelente (Riedel y Zwiesel) y salimos, habiendo pagado 32 euros por cabeza y pensando que pocos sitios hay en Barcelona que te ofrezcan un menú de mediodía de tal calidad, a ese precio y con esa carta tan adecuada y bonita de vinos.

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