16 de desembre, 2007

En la tierra, ¡de nuevo!


La fase final de mi "resurrección" tuvo lugar con tantas luces como las que mi admirado Caravaggio proyectó sobre el bueno de Lázaro. Tras salir del sepulcro, y habiendo sido desembalsamado, supongo que la circulación de la sangre tardaría lo suyo en operar sus beneficios. Pero lo hizo. Yo, no teniendo tanto milagro a mano, tiré de familia y en la segunda parte de mi salida del "sepulcro", la cosa fue más sonada que en la primera parte. No hay como tener un buen "pastificio" de pasta fresca cerca de casa como para que los milagros caigan solos! En nuestro caso, la felicidad es doble porque estamos a "metà strada!" de La Castafiore (C/ Aribau, 58) y Los Italianos (en su parada del Mercado del Ninot, nn.198-199).

Cayó, de esta segunda tienda, una deliciosa pasta rellena, unos ravioloni con tomate y albahaca. A esta sabrosísima pasta, que rezuma esencias del Mediterráneo por los cuatro costados, le apliqué una buena dosis de mi pesto particular. Del pesto que me hago yo en casa, quiero decir: dientes de ajo sofritos, piñones sofritos en el mismo aceite, albahaca y salvia frescas a partes iguales, parma, sal, pimienta, AOVE y turmix. Ya casi no me hacía falta segundo plato, la verdad...

pero mi santa había pasado por nuestra pescadera de confianza y, aunque los precios del pescado fresco están ya a niveles estratosféricos, se vino a casa, con una maravillosa "bròtola", "molla", "mòllera negra", brótola de fango (Phycis phycis), pescado feo donde los haya, tanto como sabrosa es su carne y muy marinero su sabor. Sencillamente echa al horno, con unos ajos machacados, unas hojitas de laurel, aceite y un poco de limón, ofreció un segundo plato de auténtico lujo.


Puede que con el primero no terminara de casar la cosa, pero con el segundo pegó de maravilla este Blancas Nobles clásico 2005, de Bodega Barranco Oscuro, que he podido catar por gentileza de esta casa. Esta bodega es pionera, con viñedos a más de 1200 metros en la Alpujarra granadina, del cultivo ecológico en Andalucía y con este ensamblaje de variedades blancas (ni más ni menos que Vigiriega, Riesling, Sauvignon Blanc, Vermentino, Viognier, Moscatel Morisco y Albariño) busca ofrecer un producto distinto. No sé si fermentan cada variedad por separado (no informa de eso la web), pero el vino pasa, entre inoxidable y madera nueva de roble esloveno, veinte meses. Sale con 14,5% y yo recomendaría decantarlo media hora antes del servicio (10ºC). Es un vino del color del oro casi viejo, intenso y brillante, con atisbos visuales de carbónico que no se confirman en boca. Aromas de monte bajo, algo de madera vieja y un buen cuerpo aunque un poco plano, son sus cartas de presentación. Asoman después, con un posgusto largo y amargoso, esencias de la noche: Don Diego de noche, flor de tilo, y jazmín comparten cartel con una mineralidad grande, como de verja húmeda al amanecer. Es un vino de caracter al que un pescado muy marinero como éste le sienta bien. Se trata de un vino especial para un lugar especial.

¡Tras esta comida, os aseguro que la sangre circulaba ya a borbotones por mis venas!

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