08 de febrer, 2008

Luberri 2007


No son pocos los compañeros y amigos con los que hablo de vino a los que no gusta la maceración carbónica. Muecas, mohines, incluso rechazo frontal suelen ser habituales, últimamente incluso entre profesionales de la restauración. Me gustaría indagar un poco en las causas de lo que quizás sea una nueva corriente de opinión, porque hasta hace bien poco la gente solía comentar con orgullo lo bien que salían nuestros tintos jóvenes (¡también los de maceración carbónica!), frente a los "beaujolais nouveaux" que produce la gamay. Ahora estamos descubriendo que con la gamay se pueden hacer cosas bien interesantes, mientras que la muy mayoritaria tempranillo recibe bastantes palos en su versión joven. Cuando llega esta época del año, soy de los que compra y "reprueba" los carbónicos que me han dado alegrías en añadas anteriores: entre mis preferidos suelen estar Murmurón, Albiker, R. de Remírez de Ganuza y Luberri, en la DOC Rioja. Y hoy le ha tocado a Luberri 2007, un tinto con 95% de tempranillo y un 5% de viura, cuyos racimos enteros inician la fermentación en los depósitos, sin que los racimos hayan sido estrujados. Esta maceración provoca una gran extracción aromática, potenciada por la disolución de las pieles de la uva. Cuando pasan entre ocho y diez días, la fermentación tradicional con el mosto ya muy parcialmente vinificado, se realiza a 28 ºC. Este vino es bueno ahora, pero por lo catado, creo que unos meses más de botella no le harán mal. Yo lo tomo sobre los 14-15ºC.

Posee un bello y brillante color rubí, atractivo de veras, con notas algo violáceas. Sus primeros aromas no son, precisamente, de fruta intensa y madura, sino que (y puede que aquí radique uno de los inconvenientes que tantos le encuentran) te asaltan dos tipos de dulzor, uno, el del sirope de grosella o de granadina que un servidor tomaba de aperitivo de niño (con sifón, por supuesto); dos, el de lo que mi hijo mayor (ya muy acostumbrado a oler vinos, aunque todavía no los tome) calificó de inmediato como "¡huele a chuche!". Y en efecto, el vino, también en boca (empieza con un carbónico notable que se diluye con rapidez), peca de ese carácter dulzón. Es un vino sabroso y agradable, por supuesto, que muestra al rato aromas de mermelada de moras y que se deja beber con gusto y tiene, además, un buen precio (5 euros), pero esas notas dominan demasiado el conjunto. Lo mejor que tiene es su carácter casi refrescante. Por ejemplo, para unos de mis spaguetti preferidos, "aglio, olio, peperoncino", queda de fábula. Son de esos que uno prepara en cinco minutos, pero cuyo rastro benefactor se prolonga horas y horas... AOVE en el que uno sofríe (¡y no retira!) unos dientes de ajo, a continuación una guindilla bien picante (¡que tampoco retira!) y condimenta los spaghetti al dente (en este caso, yo siempre uso deshidratados) con este aceite aromatizado. Un poco de pecorino por encima y ¡directos a la gloria!

La "insinuación" del aglio olio peperoncino BY Paoletta S. en Flickr.com.

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