
Mataró es villa que me gusta mucho: me trae recuerdos de juventud pasada en largos y espléndidos veranos en Caldes d'Estrac, para la que Mataró (capital del Maresme) era, casi, la metrópolis de referencia, libros, revistas, cines, paseo, tiendas, pastelerías...Mataró no ha crecido mucho (está sobre los 110 mil habitantes), se ha regenerado, ha convertido su centro y su riera, en una zona amable y muy agradable de ser paseada y tiene una vida asociativa y cultural de larga y rica tradición. Mataró tiene, además, un largo litoral, con playas cuidadas y algunos restaurantes y chiringuitos históricos. Mataró sólo tiene un defecto: la vía del tren y la antigua carretera Nacional II, que rompen con dureza la unión natural que, desde el siglo I a.C. siempre existió entre la ciudad y su mar.

Mataró tiene, además,
una de las pastelerías de referencia en Catalunya: Uñó. Con una historia de más de 25 años y ubicación en la generosa Riera de la ciudad, n.97, es cita ineludible para un servidor desde que tomé conciencia de mi ser, por naturaleza goloso. Sus turrones en Navidad son famosos, sus chocolates de gran variedad y texturas, su...¡todo es bueno en Uñó! Incluso la zona de degustación. que en la nueva tienda ha crecido mucho, tiene un éxito enorme. Mis obligaciones paternas me llevan de vez en cuando a la capital de mi Comarca (aunque casi destruída por la especulación urbanística, ciertas zonas del Maresme todavía me llevan a Tolkiehn) y en mi última visita cayó para los postres este
espléndido pudding de manzana: ningún lugar como Inglaterra para capturar las esencias de la manzana en todas sus texturas. Algunos de mis pasteles preferidos con esta fruta proceden de la tradición anglosajona. En dos pienso, en el appple crumble y en este pudding, denso y consistente, sedoso y agradable, suavemente contundente, que se deja querer a pequeñas dosis (si comes mucho ¡acabarás como Huck Finn!) y que pide algún vino dulce que aporte, como el pudding, ciertas dosis de contundencia pero con frescor y ligereza.

Pasaba por allí camino de un largo verano en la bodega, una botella de
Eiswein 2004 de Alex Barzen (Mosela) y decidió apuntarse a la fiesta. Afortunada decisión, os lo aseguro. Se trataba de uno de los pocos vinos de Barzen que no había probado yo, y confieso que la unión del pudding de manzana con él funcionó a las mil maravillas. Y conste que no las tenía todas conmigo. Pensé, primero, que los Eiswein son, normalmente, más contundentes, más apegados al paladar, más dueños de todas las cavidades bucales y nasales y suelen dejar poco espacio a otra cosa que no sea disfrutarlos a solas. Lo cual, dicho sea de paso, ¡no es poco! Pero este Eiswein de Barzen es distinto: con 6% de alcohol (¡sí, sí, 6!) y una temperatura de servicio sobre los 8-10ºC, este vino es un festival en nariz y en boca: caramelo de miel y limón, con una punta ácida de vértigo, es la primera definición que me viene a la cabeza. Cítricos, pues, golosos, con una presencia importante de azúcar, que se hace casi liviana por unos aires vegetales nobles (hojarasca en nariz; musgo húmedo en posgusto) y por un paso en boca en el que se intuye el recuerdo de un lejano carbónico y la ligereza , agilidad y frescor de la corteza del limón. Perfumado y mineral, con mínimas pero presentes trazas de queroseno cuando gana temperatura en copa, es un vino de color dorado intenso con rayos de verdor que denotan esa pletórica infancia en la que está ahora mismo. La combinación con el pudding fue perfecta y mi esposa, poco dada a mucho dulzor, casi aplaude: ¡funcionó! Quien tenga o compre botellas, por lo demás, de este Eiswein, que sepa que tiene vino para no menos de 20 años, a lo visto en este 2004 probado.
Postscriptum a 6 de junio de 2008. La nota la he publicado esta mañana, pero la botella llevaba abierta una semana en la nevera. Hoy he tomado otra copa y sigue su contenido espléndido. A lo anotado y publicado, dejadme deciros que añadiría ahora unos aires muy agradables (para nada medicinales) de mandarina casi de primavera (agua de mandarina), junto con un suave aire de flor de azahar. El vino sigue en plena forma y evolucionando.
La extraordinaria foto de Mataró procede de la galería de J. Salmoral en Flickr.
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