Escribo esta nota entre el 28 y el 29 de junio de 2008. Casi nunca fecho mis comentarios, cuando los escribo: creo que todos hacemos lo mismo. Escribimos, pulimos, guardamos y publicamos cuando podemos o nos parece oportuno. Los calores llegaron a Barcelona, de forma seria y continuada, hace no más de una semana: noches en las que no se baja ya de 26-27ºC, pero con una humedad relativa alta, que hace que la temperatura parezca mayor y las noches sean como las de "la iguana". Paso por momentos complicados: mucho trabajo en varios frentes y un casi inminente traslado de piso (a finales de julio). Miles de obras, intentos de controlar todo (casi vanos) y en medio de este caos, un pobre cuaderno de anotaciones que, de vez en cuando me mira y me dice "¿y yo, qué?". Casi me da lástima: le tengo cariño y me gusta atender sus necesidades. Ahora la situación me desborda y escribo cuando puedo y mal, sin documentarme debidamente. Espero que me sepa perdonar y me gustaría que mis lectores fuerais indulgentes. Llegarán tiempos mejores, sin duda, y cuando la mudanza se complete, cuando todo funcione en el piso nuevo, cuando todas las botellas y copas reposen, ¡íntegras!, en su nuevo hogar, podré volver a escribir con tranquilidad y con el placer que, ahora, ni tengo ni encuentro. Pero por mucho que diga y cuente, por mucho que pase, llegó el verano, llegaron los calores, y un servidor y su familia y amigos siguen bebiendo, siguen buscando el placer y un poco de relajo en aquella copa refrescante y divertida, que hace que los atardeceres y las noches sean más transitables.
Aunque no sea mi estilo (no critico, conste, porque me encanta que cada cual encuentre el suyo), las actuales circunstancias personales casi me obligan a redactar notas más breves, en las que sólo os cuente mis sensaciones y, en los casos que ahora siguen, me permita recomendaros el consumo de algunos vinos y espumosos, que me han dado, en mi interior, aquella paz y frescor que uno consigue, en los duros días de verano, cuando se encuentra bajo una sombra como la de la foto. Es tiempo de buenos vinos blancos, de rosados fresquitos y de burbujas de todo tipo. ¡Vamos a por ellas! Mi santo y cumpleaños (por Sant Joan todo) se saldó con varias burbujas, todas ellas muy distintas entre sí, pero todas muy agradables: como aperitivo, un cava desconocido, Gausa rosado de pinot noir. Lo distribuyen mis amigas de Ogumvinus (de las que hablaré próximamente) y no sabía nada de él: un cava de un bello color frambuesa en el medio envero, con aires de fresa silvestre en la zarza, pero reposados, con un deje de bodega antigua y una boca suave y cremosa, con una burbuja fina y nada agresiva. Muy rico. Un clásico que no voy a descubrir aquí sirvió para brindar en la intimidad: el Spécial Club millésimé 1999 de Pierre Gimonet et Fils.Se trata de un premier cru de Cuis, chardonnay en pureza, infanticidio casi por ser el de 1999, pero fresco y suave en boca, con recuerdos de horno bretón al amanecer y de manzana golden. Una pura delicia que, sin duda para mí, gana a las horas de haber sido abierto. Algunas de las pocas botellas que quedarán en Barcelona de Elisabet Raventós 2002 me fueron proporcionadas, de nuevo, por Ogumvinus, y cumplieron a la perfeccción para brindar con toda la familia. De este cava ya he hablado en otras ocasiones: sólo quiero decir que sigue estupendo. Quién pillara más botellas y supiera guardarlas un par de años...De mi incursión en Ogumvinus salió también un estupendo txakolí vizcaíno: el de Itsasmendi 2007. Está peligroso de veras este vino ahora mismo: citronela, aromas de pera limonera, recuerdos del roce con la planta de la hierbaluisa, carbónico perfectamente integrado, frescor y placer a raudales.
Termino con tres rosados, dos de ellos de características similares y que aconsejo buscar y consumir en su añada 2006. Hay rosados a los que favorece un año de reposo, en mi opinión, y Ètim Rosat 2006 es de esos. Con garnacha y syrah de viñas viejas, tiene un color entre el rojizo del pomelo rosa y la naranja sanguina, casi un clarete. Fresas silvestres cuando remueves su hogar, grosella madura, casi corpulento y algo tánico en boca, gran acidez, es un rosado muy sabroso, quizás poco al uso, pero de los que me gusta de veras. Como el Roigenc 2006, dels Cellers Capafons-Ossó, hecho básicamente con syrah, que sale algo más ligero en boca y con más aire de fresa madura y de lácticos que el anterior, pero que está ahora mismo pletórico. Cierro esta trilogía de rosados con una sorpresa y novedad absolutas para mí. Hacía tiempo que iba detrás de ellos porque había leído algunas notas "estimulantes", pero si no llega a ser por la ayuda y generosidad de El Baranda, no habría podido tener acceso fácil a ciertos rosados echos con la variedad rufete: ¡muchas gracias, Mario! Me apetecían y dedidimos con Mario cambiar un par de rosados de por aquí que le llamaban la atención por un par de rosados de sus tierras. Y ha caído ya el primero: un Tiriñuelo rosado 2007, Vino de la Tierra de Castilla y León, monovarietal de rufete. Con 13% y una temperatura deseable de servicio sobre los 9-10ºC, es un vino de capa muy muy leve, con un color entre la piel de cebolla subida de tono, casi violácea, y la cereza en envero. Huele a zarzamora y al zarzillo de la fresa. Es liviano, de cuerpo ligero en boca, algo astringente, pero sabroso y con un amable y delicado posgusto a fresón. Es un vino "peligroso", que pasa como si nada y se deja beber con agradecimiento. Acompañó a la perfección una pizza casera, invento de la casa (nuestra), con sardinas.Con estos vinos, ¡que me den calores!
La foto del paisaje en verano procede de Fulgen.
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