04 de juliol, 2008

Terroir Vino en Genova: mis notas


Tigullio Vino (Fil Ronco y su increíble y eficaz equipo) convocaban una vez más a los amantes y aficionados del vino italiano a una maratoniana sesión el pasado 16 de junio en Génova. Génova no es lo que parece: se la tacha de gris, pero está llena de color; es una ciudad en plena ebullición, viva y dinámica que se me antoja como la Nápoles del norte: tiene aires de Parténope, sí, pero con cierto orden, como si de un principio de cosmos en el tremendo caos napolitano se tratara. Los que venimos del norte o de otros países en coche o en tren tendemos a pasar de largo de la ciudad. Mal hecho: Génova merece una visita atenta, merece un largo paseo por sus barrios céntricos, por su casco antiguo, por su puerto y su catedral. Génova, además, merece ser visitada porque alberga la muestra presencial de todos los vinos que, cada año, las mesas de degustación que trabajan con Tigulliovino prueban. Y son más de 140 expositores, más de 500 vinos que uno puede catar, con los que se da cuenta, por si no lo tuviera suficientemente claro, que la Italia vitivinícola, tampoco es lo que parece. El consumidor habitual se queda con cuatro clichés, con cinco marcas o variedades de uva y poco más. Y eso, lo comentaba la gente, sucede en Italia y fuera de ella.

Y es tremendamente injusto. Terroir Vino 2008 me dió la medida exacta de qué sucede en Italia, un país que posee en explotación más de 350 variedades auctóctonas (sic!) y que presenta una riqueza de vinificaciones, de estilos, de maneras de ser vínicas tan variadas que no se me ocurre ningún otro país que conozca con qué compararlas. Terroir Vino fue excepcional en este sentido porque desde el Alto Adige hasta Sicilia me permitió, de nuevo, palpar esa riqueza, conocer nuevas variedades y tipos de vino, nuevas bodegas y bodegueros y, ay las!, darme cuenta de que no completo ese mapa vinícola en una sola reencarnación...La perfecta organización en el Palazzo Ducale, la continua degustación de 11 de la mañana a 8 de la tarde, me sumieron casi en un estado de shock emocional y gustativo. Probé tanto, charlé con tantos bodegueros, amigos y colegas, descubrí o redescubrí tanto, que me es imposible hacer un resumen adecuado de todo lo que hice. Doy las gracias a Fil Ronco y a su equipo por darme esa oportunidad y me quedo, sin más pretensiones, con la idea de daros tan sólo la selección de lo que más me llamó la atención. No voy a poner enlaces a todas las bodegas: quien se sienta atraído por alguna de las cosas que escriba no tiene más que pedirme ampliación de datos, si no los encuentra en la red.

Me alucinó el Sciacchetrà 2005 de Luciano Capellini, un vino pasificado blanco hecho con la técnica del ripasso, de un color ambar impresionante, mezcla de frutas blancas, de flores, de miel, de frutos secos, de sal y de mineralidad pura. Una maravilla. Me sedujo, de nuevo, el Alto Adige a través de la bodega de Alois Lageder: no tengo dudas, para mí se trató de la bodega más completa, la que trajo más variedad de vinos y de mayor calidad media todos ellos. Sus blancos 2007 están en una línea impactante, sápida, poderosa y atractiva, para darte un verano de lujo (su pinot grigio, su Müller Thurgau, su Gewürztraminer, su moscato giallo), pero el pinot noir que trajo, el Krafuss 2004, fue de los tintos que más me gustó de toda la sesión. Sólo diré, para que entendáis cuánto me gustó, que me recordó mucho el Sant'Urbano de Hofstätter...me cautivó la colección de vinos blancos bio de I Clivi, con un Galea bianco y un Brazan, ambos de base tocai friuliano (con perdón), con largas fermentaciones naturales, nada de madera y largos reposos en lía: vinos de raza, poderosos y seductores, intensos, atípicos casos para el Friuli. La mejor colección de vinos dulces de la sala la presentó, en mi opinión, Marco Sara, de Udine, un especialista en botrytis cinerea, que ofreció un piculit de ensueño y sus increíbles Verduz y Muffis dal Sis. Marco Sara, desde la discreción y el amor por el vino botritizado, se está haciendo un hueco importante: ¡ved, si no!, Gaspare Buscemi es un caso único, una rarissima auis, que merece atención y respeto: un hombre ya mayor, convencido de lo que hace, pero harto de predicar en el desierto. Para que os hagáis una idea: es como si habláramos de los López de Heredia, pero en Italia. Presentó unos pinot grigio del 1988 y un bianco riserva massima, del 1987, que estaban perfectos, vivos y audaces, con una boca increíble y todos los sabores de la paleta de la miel. Su spumante de larguísima crianza (vino base del 1991, con degüelle en 2000, tal y como lo leéis), sans dosage, es un vino de una cremosidad absoluta, con unos tostados finos y unas galletas de mantequilla adorables. Único en la sala.

De algunas bodegas, bien conocidas de los lectores de este cuaderno y presentes en la sala, no hablaré, pero allí estaban, y llamando la atención, la Tenuta Grillo, Le Vigne di San Pietro y La Stoppa (integrantes, por lo demás, de la nómina de Enoteca d'Italia y, por lo tanto, accesibles desde Barcelona). Ageno 2005 está que se sale, como siempre, y Vigna del Volta protagonizó un encuentro inesperado con un queso erborinato de la Fattoria La Parrina (queso azul, de cabra 100%, con un reposo mínimo de 4 meses, extraordinario), que hizo saltar chispas a los amigos a los que propuse compartir esa combinación. Uno de los lugares que más llamó la atención fue el montaje de la Azienda BioVitivinicola de Emidio Pepe, que preparó una vertical salteada de su Montepulciano d'Abruzzo, que no toca madera para nada: ¡85, 95, 00, 01, 03, 05 y 07! En mi opinión, el 03 estaba muy en su punto, aunque algo fenólico, pero el que se salía era el 85, el mejor de la serie sin duda. Cascina Corte de Amalia Battaglia y Sandro Barosi presentó una de las mejores relaciones calidad-precio de la sala: vinos bio, de nuevo, agradables, atractivos y a precios imbatibles, con un dolcetto classico a 5 euros y un barbera bio a 7. Cerca de Sandro estaba uno de los grandes descubrimientos de la sesión: la hacienda Cà Richeta de Enrico Orlando (en Castiglione Tinella). Todo lo que probé me gustó pero quiero hacer mención especial de sus dos vinos pasificados: un passito rosso con brachetto (sí, sí, brachetto!) y cabernet sauvignon es un puntazo (me recuerda los dulces con monastrell/mataró), pero su bianco passito Cà Richeta 2003, con moscato bianco y un 20% de semillon, con la uva pasificada en la planta, está que se sale, un vino para tener muy en cuenta.


Erbaluna y Podere Erbolo fueron otras dos bodegas de corte "vino natural" que me llamaron la atención, la primera con un Barolo 2003 muy digno y a un precio muy bueno (sobre los 25 euros), la segunda con un Salvino 2004 (IGT Toscana), sangiovese de verdad con un mínimo de malvasia blanca. Fontanavecchia me atrajo con un Falanghina 2007 en pureza, mineralidad y frescor a pares y a raudales, y de las bodegas sicilianas, me llamaron la atención D'Angelo (en Catania), con un vino único (un frappato, pero vinificado en blanco, mineral, seco, tánico, increíble) y, por supuesto, Arianna Occhipinti (en Vittoria), con su también Frappato 2006, vinificado según la tradición, con largas maceraciones y un contenido fenólico y de bosque mediterráneo impresionantes: ¡qué bien explica ella sus vinos! Un vino para conocer y atrapar el alma de Sicilia en un trago: intensidad y poder, no exentos de belleza. Para finalizar mi recorrido, no quiero dejar de citar la bodega extrangera que más me impresionó: la alsaciana bio Bott-Geyl (de Blebenheim) me proporcionó una agradabilísima conversación con la propietaria, con su "vigneron" (¡y esposo!) y la degustación (por desgracia no trajeron sus grand cru) de sus básicos "Les Élements"(traminer, riesling). No descubro nada nuevo, lo sé, pero es una de las grandes y tradicionales bodegas alsacianas, sin duda.

Bien, éste es mi resumen, apresurado y que se deja no poco en el tintero, pero resumen al fin y al cabo de lo más destacado que probé en Genova. Ya veis, por lo demás (foto última), que en Italia no todos escupen lo que catan...Lo mejor de la jornada, con todo y sin la menor duda, fue el contacto con la gente, la charla distendida, el conocimiento de no pocos colegas a los que conocía sólo por la red y la organización. Poco podía yo imaginar, la verdad os digo, que todo acabaría con una cena a la mesa de la cual se sentaron, entre otros y ahí es nada, Mike Tomasi y Luca Risso, Gianpaolo Paglia (con cuyos excelentes vinos de Poggio Argentiera en la Maremma toscana, cenamos), Terry Hughes y Giampiero Natali: ¿¡Elisabetta, dónde estabas!? Me sentía casi como un marciano en la tierra y apenas me atreví a abrir la boca: gente que sabe mucho, que ha probado de todo, que ha viajado, que es culta e inteligente, que escribe y es respetada en el mundo entero. Un gran colofón para una jornada inolvidable. ¿La gran lección?: "L'Italia vitivinicola non ti la fai in una vita!" ¡No os la perdáis!

La foto multicolor de las casas de Génova es de honeycri. La de la vertical de Pepe, de Piperita Patty.

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