Dentro del departamento del Rhône, Villié-Morgon es uno de los pueblos que puede acogerse a este nombre. Y los Lapierre lo hacen con un monovarietal de gamay, con tres meses de madera usada y con la maloláctica realizada por completo. Que nadie piense que estamos ante un alter ego del Beaujolais Nouveau. Éste es un vino que se toma sobre los 15ºC, con 12,5% de alcohol, vino natural (sólo sulfitos procedentes de la fermentación), que no ha realizado ningún tipo de fermentación carbónica. El resultado me ha gustado mucho, lo confieso. Me lo recomendó Benoît Valée, de L'Ànima del vi (él lo comercializa), con el que probé una botella que había viajado el día anterior. Y la segunda botella me la tomé al día siguiente. La luna nos acompañó, sin duda, porque se ofreció esta gamay con un color entre el coral rojo subido y el rubí, capa baja; con unos aromas francos, sinceros, amables y abiertos, de zarzaparrilla, de mora madura, de golosina con frutas rojas, que encantan. Es un vino fino, largo, con un vegetal armónico y un especiado de pimienta tanto en nariz como en posgusto, que acompaña con gracia. Es un vino vivo, ligero, ágil, sencillo y agradable que, como decía Benoît, casi como se bebe, se mea (con perdón). Es un vino redondo, de taninos pequeños, que pasan como un hilo de azúcar rojo y dejan un reguero de pequeños susurros que siguen invitando al trago. Estos Galos Lapierre, irreductibles en su calidad, en su terco camino, son un regalo del cielo. Y ya se sabe: lo único que temen los Galos es que el cielo se desplome sobre sus cabezas. Corred a probar este vino al muy recomendable precio de 8 euros antes de que cambie la luna o suceda lo irreparable, es decir, que se acabe.La foto de la luna llena es de AnnieD62.
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