25 de desembre, 2008

Reynoble Platinum 2006


Hay vinos que saben a culminación y a plenitud. Incluso en un cuaderno de las características de éste, "amateur" del vino por definición y vocación, no siempre se cata con tranquilidad, ni se documenta y meditan las cosas con calma. Se prueba demasiado y no siempre se digieren y comprenden los vinos con la debida lentitud, la que requiere aquello que ha necesitado de muchos esfuerzos y años de experiencia para llegar a la botella, a tu mesa, a tu copa. Pronto hablaré de eso (el 1 de enero próximo), pero lo escribo ahora porque es lo que me ha venido a la cabeza cuando he probado este Reynoble Platinum 2006 de la Vinícola Corellana. Don Antonio Sanz (en la foto, entre barricas) forjó sus armas en la cooperativa Nuestra Señora del Romero durante muchos años y, en 2009 (¡hará veinte!), decidió materializar su sueño propio y sus saberes en esta bodega, junto con dos amigos.

En viñedos de Corella (DO Navarra), en la Ribera Baja, enclave de aluvión junto al Ebro, tienen plantadas las variedades más tradicionales de la zona (tempranillo, mazuelo, graciano, garnacha) y las francesas cabernet sauvignon y merlot. Este Reynoble Platinum tenía un ensamblaje que me llamó la atención (85% de merlot, 15% de graciano) y decidí darle tiempo y lecturas. Creo que he acertado. Maceración relativamente corta (12 días), grado alcohólico moderado (13,5%) y paso por madera liviano (4 meses) ofrecen un vino austero, de carácter realmente vegetal y muy bebible. Creo que estas tierras de Corella aportan a la merlot un carácter bastante parecido a la que se da en Graves y me ha dado en nariz y en boca que la graciano le da una acidez y una frescura muy interesantes. Imaginad el papel de la CS y la CF al sur del Garonne en relación con la merlot, en proporciones inversas pero con un resultado final parecido. Tiene un bello color de picota madura y su primer aroma es casi de raspón, dicho esto como claro elogio, vegetal noble. El carácter frutal y goloso de la merlot asoma después, con unos taninos redondos pero no "almibarados", razonablemente astringentes, y algo de terciarios, después (muy poca vainilla, algo de cedro). Frescor y austeridad con aires de zarzamora, un poco de pimientos asados y, con más temperatura (ideal empezarlo sobre los 16ºC), algo de ciruela madura y aceituna negra de Aragón, completan el cuadro de un vino que se me antojó muy vino de antaño, muy de acompañar con gracia la comida e irte susurrando sus detalles sin estridencias, un vino discreto y agradable, un vino pleno y de culminación. La de Don Antonio Sanz, que seguirá dando alegrías (me consta) a los buenos aficionados con "nuevos" vinos de toda la vida (¡atentos a su graciano!). La suya, su mayor alegría, no me caben muchas dudas, será ver cómo este proyecto se va consolidando y cómo sus tres hijos van a seguir, en ámbitos distintos pero muy complementarios y con gran empuje, la vocación que él encontrara hace ya más de cuarenta años. Como siempre, ¡en la cepa está la renovación!

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