05 de març, 2009

Zind Humbrecht Muscat Herrenweg 2005


Herrenweg es uno de los "lieux-dits" donde el Domaine Zind Humbrecht posee viñedos. Es un terreno de aluvión y granito situado al sur del pueblo de Turckheim, muy cerca de Colmar. Pinot gris, riesling, gewürztraminer, algunos de los grand cru de Alsacia (Hengst y Brand, sobre todo), la fama que acarrea tener como jefe de la bodega a un MW (Olivier, hijo de Léonard Humbrecht tiene ese honor y responsabilidad) y, lo principal para mí, mostrar una línea sólida (biodinámica, además, a lo que parece...¡no me peguen!) en sus vinos, convierten a este domaine en una de las referencias de la AOC Alsace. De la zona me llama poderosamente la atención la belleza de sus parajes, esa condición fronteriza que hace que no sepas si vas o vienes de Alemania y, claro, me atraen más que otros, sus gewürztraminer y sus muscat. No sé exactamente por qué en esta AOC se encuentran algunas grandes bodegas en la vinificación de estas dos variedades. Entre mis preferidas Josmeyer, Bott-Geyl, Trimbach y, también, Zind Humbrecht. Topé con una botella hace un par de meses en Vila (que lo distribuye desde Barcelona), cara cara (24 euros), pero no me resistí...¡las moscateles hiperbóreas me pueden!


Este 2005 lleva también un poco de ottonel, tiene 12,2% y un azúcar residual de 16 gr/L. Las cepas de las que procede la moscatel tienen un promedio de edad de 50 años y justo ahora empieza su larga vida en botella, que se puede alargar no menos de 8-10 años. Creo que hay que tomar estos vinos frescos, no fríos, sobre los 11-12ºC. Es de un color amarillo intenso, casi de limón maduro y su primera nariz es absolutamente cautivadora: quien conozca la uva moscatel de Teulada en su punto, ni verde ni muy maduro, ya sabe a qué huele este vino...agua de rosas, también, muy buena acidez en boca, melocotón. Se ofrece vibrante al paladar (su azúcar es poco y la maduración de la uva fue óptima, con un agosto de 2005 frío y septiembre y octubres calurosos), largo y con estructura, cuerpo y carne de membrillo. Tiene, este vino, el alma partida entre el dulzor de cierta madurez otoñal y la rugosidad, acidez, mínima aspereza de la fruta del membrillo cuando la recoges. Es un vino algo caro, sin duda, pero se disfruta de la primera a la última gota: adictivo, sin dudas.

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