05 d’abril, 2009

Semana Santa: mis "pasos"

Es duro, para quien ama Andalucía, su cielo, su luz, sus gentes, sus vinos y sus comidas, pasar la Semana Santa a más de 1000 km...es duro pero conviene aceptar lo que el destino te va ofreciendo, adaptarte y, en la medida de las habilidades de cada cual, escabullirte. Eso voy a hacer yo estos días, gracias a la generosidad de los hermanos Aragón (Bodega Sanatorio, en Chiclana de la Frontera). Justo hace un año nos iba comentando Chano sus vinos, en muestras que, después, generoso, me mandaría a casa. Han dormido el sueño de los justos durante un año entero y ahora las voy a sacar a pasear. Los vinos de los Aragón, de la Bodega Sanatorio, van a ser nuestra "medicina" para superar la nostalgia del alejamiento, se van a convertir (con el debido respeto), en mis "pasos" de esta semana santa que tendrá que ser barcelonesa a la fuerza, aunque en alma siga siendo andaluza: si la penicilina cura las enfermedades, el jerez resucita a los muertos (A. Fleming, citado en la web del Consejo Regulador de Jerez). Así pues, en este Domingo de Ramos algo disgustado en la ciudad (nubes bajas no permiten que el sol brille rotundo), he abierto una botella de amontillado de los hermanos Aragón. Ellos lo comercializan con el nombre de El Neto, aunque mi copa procede de una muestra de Chano, de una botella sin etiqueta comercial. El origen es el mismo, por supuesto.

Los vinos de Chiclana de la Frontera no pertenecen a la zona de crianza y expedición de los vinos de Jerez (reservada para quienes tienen bodega en los municipios de Jerez de la Frontera, Sanlúcar de Barrameda y el Puerto de Santa María), pero sí a la de producción del Marco. Sus uvas base son las mismas, su sistema de crianza y envejecimiento, también (anque en lo que conozco, con menos criaderas), pero la orientación hacia el mar, la recepción de la brisa y la composición del suelo y la vegetación colindante, dan resultados propios. Sé que me estoy metiendo en camisa de once varas, pero cualquier persona entrenada en los vinos de los distintos municipios del Marco sabe qué diferencias hay entre un fino, una manzanilla y un fino chiclanero. Y de aquí, para arriba, claro. Pero haberlas, haylas.

Así pues, me dispongo a preparar estos días, hoy, Domingo de ramos, con un buen tiento del amontillado de Bodega Sanatotorio. Y en los días que toque, saldrán a hacer su paseo un oloroso viejísimo (Viernes Santo), un palo cortado (Sábado de Gloria) y un moscatel viejísimo (Domingo de Resurrección). Lo de las pijotas, acedías y ortiguillas sí que no sé cómo lo voy a resolver, pero por ahora, ahí va este amontillado, de solera de edad indeterminada, pero de muchos años también: color de la miel de castaño, con trasunto yodado y algún reflejo verdoso. Transparencia, trasluz, aroma de la salina bajo el sol. Almendra salada. Brisa y algo de frescor. Cola de carpintero y madera vieja. Acero y punzón, en nariz y en boca. Plenitud, gran largueza en boca. Flor poderosa en el posgusto. Con tiempo en copa y más temperatura se vuelve más amable, casi dulce, pierde acero para mudar al dulce de leche y al toffee. Si estuviera en Jerusalén, me echaba a la calle, vamos.

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