12 de juliol, 2009

Las construcciones del vino



Confieso mi pasión por la arquitectura. Creo que es una de las formas más notables de relación entre el ser humano y su entorno y me gusta entender por qué y cómo pasan las cosas en la construcción de edificios. Me gusta ver la mezcla de racionalidad y comodidad de los baños romanos. Me gusta entender qué relación tienen con los solsticios y equinoccios los templos y los edificios de culto antiguos. Me encanta ver la forma inteligente y respetuosa por la que las casas de campo, desde Roma hasta casi nuestros días, se han integrado en su espacio y han aprovechado todas las ventajas que la naturaleza les ofrecía, en luz, en aire, en corrientes de agua, en situación de las estancias según lo que hubiera que hacer en ellas...

He tenido la suerte de viajar bastante (sobre todo por Europa) y he ido a la busca, siempre, de los edificios que me llamaban la atención: construcciones para los muertos en cementerios de impresión; iglesias, catedrales, claustros, monasterios; mercados y casas de campo, viviendas de todo tipo, museos...pocas cosas me gustan tanto como pasar el tiempo necesario ante un edificio, sencillamente mirándolo e intentando entender el por qué de sus cosas. Un tipo de estructura que en los últimos, pongamos, treinta años, ha cambiado radicalmente, es el dedicado al mundo del vino. No pienso, que también, en tiendas y restaurantes, en vinacotecas y almacenes. Pienso, sobre todo, en las bodegas, en el lugar que recibe la fruta recién vendimiada, el mosto se hace vino y, después, reposa y completa la primera parte de su proceso vital.



De las muchas bodegas que he visitado en los últimos años, saco una impresión (es sólo eso, una impresión): se ha perdido mucho en este ámbito. No se construye teniendo en cuenta las características culturales de las antiguas bodegas de una zona; no suelen elegirse los materiales más adecuados para las cepas del lugar; el lugar no siempre resulta el mejor y no suele mirarse la época del año y la incidencia del sol a lo largo de su recorrido para el futuro edificio; no se orientan las aberturas adecuadamente; no suelen tenerse tampoco en cuenta las corrientes subterráneas y su dirección. Y muchos etc. más. Todo se resuelve a base de tecnología: no hay adaptación ni metamorfosis, hay superación de "dificultades". Porque suele primar la visión del edificio y el tipo de representación que, en él y con él, quiere quien paga para sus vinos. Llamadme lo que os parezca mejor, pero cuando veo una bodega nueva en una zona que conozco bien, cuando miro los materiales y su orientación, cuando entro en ella y estoy atento a mi percepción sensorial de las cosas, sé si los vinos que saldrán de allí me gustarán más o menos. Con los vinos siempre he pensado que no se puede hacer decir a la cepa y a la madre tierra lo que no quieren decir. Con los edificios donde se hacen los vinos, creo exactamente lo mismo.

Y todo esto viene a cuento porque los amigos de arquitecturacinco (en Mendoza, Argentina), Iván Brkljacic, Santiago Irigoyen y Leonardo Giubetich , me han dado a conocer su blog, que está exclusivamente dedicado a la presentación de construcciones en este sector, a la recopilación de artículos y reflexiones. Se trata, en el fondo, de un buen repositorio de datos sobre las construcciones del vino, que me ha hecho pasar un buen fin de semana y que, creo, puede ser de interés a mucha gente. A mí, por lo menos, me ha hecho pensar mucho y seguir avanzando en la idea de que, por lo general, este tipo de arquitectura ha dejado de estar enraizada con la tierra, las cepas, las gentes y los vinos de una zona concreta y se ha convertido en muy de aparador y dedicada a menesteres más de representación y comercialización que otra cosa.

Todas las fotografías de bodegas proceden del blog de arquitecturacinco.

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