12 de desembre, 2006

Parada y fonda (Emilio) en una ruta romana

Una de las rutas que más me atrae, tras la huella de los Romanos en Cataluña, es la que une dos de sus lugares más interesantes y sugerentes y, al mismo tiempo, más desconocidos (creo) del gran público. El primero de ellos es la cantera romana de "El Mèdol": por la autopista A 2 hacia el sur, en la gasolinera precisamente llamada el Mèdol (la que se encuentra a 13 km de la salida de Tarragona), se halla el camino que lleva a ella. Tiene uno que entrar en el área de servicio, dejar la gasolinera y tomar un camino de tierra (indicado) que lleva, paralelo a la autopista, a la cantera. Es un lugar casi de leyenda: una hondonada artificial, excavada por los Romanos (de ella extrajeron buena parte de la piedra con que se construyó Tarraco) y actualmente cubierta y rodeada de vegetación. Lo que véis en la foto es, ni más ni menos, que el "testigo de explotación" que dejaron adrede, en el centro de la cantera, para indicar dónde se encontraba el suelo cuando empezaron a extraer piedra. Alucinante.
Retomando la autopista y saliendo de ella por Tarragona, justo después del peaje, a la derecha se encuentra el desvío hacia Constantí. En este municipio, se encuentra otra huella (como la anterior, única en España y, casi, en todo el Mundo Romano) imprescindible: la uilla romana de Centcelles cuyo mayor aliciente es una espectacular cúpula (la que véis en la foto), enteramente decorada con mosaicos. A la entrada de Constantí, los letreros os llevan directamente a ella. El mosaico es paleocristiano, cuenta las gestas del dueño del lugar en el arte de la caza y presenta, además, escenas del Antiguo Testamento.
Tras las "árduas" tareas que me han llevado a ambos lugares, uno no puede hacer otra cosa que dedicarle un ratillo al cuerpo y qué mejor parada (pasando, por supuesto, por la Cooperativa de la Selva del Camp para proveer aceite y frutos secos para el duro invierno que acaba de visitarnos) que la Fonda Emilio (Avda. Magdalena Martorell, 65, Les Borges del Camp). Las hermanas Huguet, Rosana y Bibi, exultantes tras el reportage estelar en la revista "Descobrir Cuina", n.63, están en plena forma: Rosana me ha obsequiado con un sencillo pero delicioso revuelto de ajetes con butifarra negra dulce (un prodigio de contrastres entre sabores básicos que para sí quisiera la cocina china). Ha seguido una pintada rellena (¡anticipo navideño!) con cebollitas agridulces (con la piel del ave crustillante y su pizca de flor de sal encima...hummm!) y ha culminado una "menjablanc", la crema de almendras blancas clásica de la zona: etérea y, al mismo tiempo, compacta con su contraste de canela. Pura delicia.
Bibi, por su parte, ha empezado obsequiándome con una copa de fino Macharnudo Alto (ved el comentario que le dediqué hace bien poco), que estaba pletórico: qué carácter, qué empuje tiene este vino. La parte principal de la comida la he acompañado, tras vibrante aprobación de mi sumiller de cabezera, con un Marqués de Griñón, Dominio de Valdepusa, petit verdot del 2002. En mi opinión, se trata del monovarietal de PV más apabullante que se hace y comercializa en España como tinto (otros se hacen, me consta, pero se dedican a ensamblajes varios): con 14,5 grados y servido en copa bordelesa a su mejor temperatura (sobre los 14 grados), presenta un compacto menisco de capa altísima y color cereza picota, con un ribete degradado pero en los mismos tonos. Su nariz es inolvidable (mientras escribo, lo huelo todavía): mora madura, tabaco, especias (pimienta, clavo de olor), cuero noble. Densidad y concentración en boca no dificultan el placer de beberlo, pues la madera no es apabullante, al contrario, aquí compensa la tanicidad poderosa de la PV. Un gran vino que ha hecho maravillosa pareja con la pintada. Con los cafés, el mejor regalo de la comida: la conversación relajada con Bibi sobre sus últimas catas (vinos argentinos, un inolvidable moscatel del sur de Francia, de impactante botella "neokitsch", planes futuros en el sur de Italia, ...). El camino de vuelta hacia el norte se ha hecho algo durillo, lo confieso. He cenado piña natural.

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