Lanzarote es una isla de profundos contrastes. Probablemente por ello siempre ha llamado al atención del viajero inquieto. Quizás también por ello y por su historia, por su clima y por su situación geográfica, la gente del campo se ha sabido adecuar a sus especiales exigencias. Fuertes vientos, seco clima con muy poca lluvia, tierra basáltica y volcánica, producen efectos importantes en las variedades de uva que se cultivan en la isla. De todas las blancas autorizadas en la DO Lanzarote, destacan las vinificaciones de listán blanca, PX, moscatel y, sobre todo, malvasía. Y de todos los sistemas de vinificación, los que siempre han llamado la atención han sido los que producen vinos dulces.
Hoy quiero hablaros de una joven bodega (2001), llamada Los Bermejos , que se encuentra justo en el centro de la isla, en San Bartolomé de Lanzarote. Su joven enólogo, Ignacio Valdera (en la foto), que posa orgulloso ante una maquinaria puntera, ha sabido imprimir a la bodega un sello de modernidad y de diversidad notables. Y se están convirtiendo en un referente de calidad, no sólo en la DO, sino en las Canarias enteras. Producen un tinto de listán negro con maceración carbónica, tienen también malvasías y moscateles semidulces y dulces naturales y han empezado a trabajar con uva de cultivo ecológico y con blancos con madera.
Pero lo que me ha llamado la atención de la bodega no es nada de todo esto. Es su blanco seco 2005, monovarietal de malvasía.
La cosecha de este año ha sido considerada como muy buena y la bodega se ha lanzado, con fuerza, a una vinificación con fermentaciones en frío controladas en depósitos de acero, para producir y embotellar este blanco seco, con 13%, que conviene tomar a 9-10ºC. Dejando de lado la forma de la botella, que todavía no sé si me gusta o no (es curiosa y recuerda a las antiguas lagonas romanas, incluso por el orificio escanciador que presentan en su cuello) se trata de un vino de atractivo y brillante color amarillo pálido transido de reflejos verdosos. Es delicado en nariz, no muy persistente pero con cierta complejidad: sus aromas son los de la flor blanca, de cítricos (limón), un poco de fruta blanco con hueso y algo de pedernal. En boca tiene un paso alegre y goloso, tiene una buena acidez y aunque no llene el paladar, su presencia es importante, se hace notar, incluso en un ligero posgusto. Es un vino bien hecho, agradable y que dará buenos ratos de moderado placer a sus consumidores.
Yo lo compré en la tienda especializada en productos canarios de Barcelona Mojo Canario por unos interesantísimos 7 euros. Creo que se trata de una gran opción para probar un blanco seco de las Islas Canarias, nuevo y con calidad.
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