12 de juliol, 2007

Cura de humildad


No me resisto a escribir una reflexión de urgencia sobre la experiencia vivida ayer por la noche. El amigo Quim Vila, en una alarde, por otra parte habitual en él, de generosidad y altruismo enófilo, organizó una cata doble para un grupo de amigos. Muchos, pero no todos, pertenecíamos a EsTintoBásico y estoy seguro de que en el blog del grupo se hablará de todo ello. Yo me limitaré aquí a hacer "en voz alta" mi reflexión de lo vivido.

La primera parte de la cata fue a botella descubierta y Quim nos hizo un posgrado, intenso y perfecto, de portos, centrado en la marca que importa él, Niepoort. La segunda parte de la cata fue a ciegas y Quim unió una serie de tres blancos (uno de ellos espumoso, junto con dos secos), después tres tintos, después otros tres blancos secos y, al final, un blanco dulce. Confieso, con todo humildad, que yo jamás había participado en una cata a ciegas. En el mundo del vino, siempre me había concentrado en intentar conocer a fondo los procesos en la viña y los métodos en la bodega, pero jamás había tenido la oportunidad de abrirme en serio a conocer los vinos que en el mundo son. Un blanco fermentado en madera y con batonnâge con sus lías es un proceso que se puede, ahora, encontrar en Burdeos, en Rueda o en Argentina. Y ahí me había quedado yo.

La otra cosa que he trabajado y trabajo a fondo (en este mundo del vino nunca paras de aprender) es el tema de las sensaciones: entrenarme para descifrar lo que el olfato y la vista dicen a mi cerebro es una obsesión para mí, junto con almacenar en mi memoria esos aromas, esas sensaciones, esos recuerdos. Mis amigos lo saben.

Ayer por la noche descubrí que sin referentes en la cabeza, ni mi entrenamiento en olores ni mis conocimientos de vinificaciones en el mundo sirven para nada.

Ya había empezado a cambiar mi "chip" cuando entré en ETB: me di cuenta de que mis compañeros de cata habían probado marcas, botellas, DOs, zonas vinícolas del mundo de las que yo tan sólo había leído algo, pero que jamás había catado. Ayer por la noche, repito, realicé mi primera gran cura de humildad con una cata a ciegas. Quim Vila insistía en que todos, absolutamente todos los que se dedican profesionalmente al mundo del vino, "caen" y se confunden cuando se enfrentan a una cata a ciegas y explicaba mil anécdotas jugosas de las "metidas de pata" de los grandes profesionales.

Pero ayer cambió el asunto, ayer me tocó a mí (sólo puedo hablar en primera persona de mis sensaciones y experiencia). Ayer descubrí de modo claro y descarnado que puedo descifrar, explicar y entender cualquier vinificación que me pongan por delante: que si estos meses en barrica, que si sólo acero, que si lías, que si etc. Pero, amigos, a la hora de poner nombre a las variedades de uva de una botella y a la hora de asignar zona del mundo al ilustre vino desconocido, me di cuenta de que, en realidad, he probado tan poco (¡incluso en España!) que por mucho que entrene mi olfato y tenga claros los procesos por los que ese vino es como es, me faltan los referentes sápidos y olfativos en la cabeza para ubicarlo correctamente.



Mis amigos de ETB (con la compañía de Víctor y Ricard) y Quim Vila me dieron ayer una gran lección y una mejor cura de humildad, que no olvidaré. Desde aquí les quiero agradecer (sobre todo a quien propició, con su bonhomía, la sesión; y, por supuesto, a quien nos la organizó) esa lección. Siempre he sido contrario a las catas a ciegas porque pensaba que lo que quería era aprender cómo se hace un vino conociendo y estudiando a fondo todos sus datos (y creía que para ello necesitaba una botella destapada, para entendernos). Pero reconozco que mi primera cata a ciegas marcará un antes y un después en mi formación. Y, la verdad, aconsejo a todo el mundo que no lo haya hecho, que lo intente por lo menos una vez: ayer, aprendí tanto de la cata a botella destapada de los Niepoort, sabiendo exactamente qué tenía delante y cómo se había hecho, como de la cata a ciegas. Eso sí, y es ya mi última confesión: confieso que gocé mucho más de la primera que de la segunda.

Enfrentarse a las propias carencias no es agradable, pero si se saca la lección adecuada, sirve de mucho. Y si se hace en buena compañía, como fue el caso, ¡¡¡casi gusta!!!

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